domingo, agosto 30

Un abrazo.

--¡Así no! Tienes que agregar un carbono aquí para que se liberen los dos oxígenos.
--¿Pero dónde?
--¡Pues ahí! ¿Qué no ves? --gritaba yo, señalando el cuaderno, justo al lado del dedo de Rodrigo.
--¿Pero dónde? --repetía él estúpidamente-- ¿No se supone que entra oxígeno y libera bióxido de carbono?
--¡Rodrigo! ¡Es fotosíntesis, no respiración!
--Pues hubieras empezado por ahí...

Era caso perdido. Yo podía enseñarle todos y cada uno de los pasos de la fotosíntesis a un mono, pero Rodrigo era asunto aparte. ¿Y dónde estaba Casandra? Maquillándose. Y soltaba risitas cada vez que yo regañaba a su novio. Aunque debo decir que tener a Rodrigo tan cerca era algo así como mi pago por enseñarle biología.

Le había pedido disculpas a mi amiga por haberle gritado el día anterior y ella había soltado esa risa de oro que tanto me gustaba, diciendo "sólo era estrés", antes de alabar la habilidad de Jonathan con el maquillaje. "¿Si le pago crees que me maquille a mí?". Había preguntado.

--Entonces entra un oxígeno, luego se hace todo este rollote y sale bióxido de carbono... listo, ya entendí.

Miré a Rodrigo mientras trataba de no patearle la cara por ser tan tonto, y luego me preocupé por mantener mi pulso en un nivel seguro, así como mi color de piel.

--A ver... el punto de aprender la fotosíntesis es entender todo el proceso, no nada más lo que entra y lo que sale.
--¡Pero es muchísimo! --se quejaba mientras Casandra se aplicaba el rubor.
--¡Son seis pasos! ¡No puedo creer que seas incapaz de entender seis pasos!
--¿Sabes qué? Creo que mejor voy a las asesorías...

¿Qué? ¿Asesorías? Yo era buena asesora, el problema aquí era él, que era capaz de contestar mil ecuaciones de física cuántica y cálculo integral en medio segundo, pero no podía procesar los seis pasos de la fotosíntesis sin equivocarse. Además no quería que se fuera...

--Bueno... te lo explico una vez más y ya.
--No.
--¿Eh?
--Dije que no --contestó.
--Pero... está bien, ve por tu maldita asesoría y a ver cuándo te vuelvo a ayudar en algo.
--¡Oye, oye, tranquila! --dijo Casandra-- Lo que pasa es que Jonathan está parado en la puerta desde hace diez minutos y creo que está comenzando a impacientarse...

Miré detras de mí y Jonathan me saludó con un ademán de la mano.

--Yo me largo --dije, antes de tomar mi mochila y echarle una última mirada a Rodrigo. Suspiré.
--Acabo de encontrar un pedazo de algo en el suelo de la bodega de químicos --dijo Jonathan mientras caminábamos hacia alguna parte y me extendía un trozo de roca negra.
--¡Bravo, eres un genio! --dije sarcásticamente-- ¡No hay nada más interesante que una bonita piedra chamuscada!
-- Puede ser una buena pista, Violeta.
-- Sí claro, es eso o sólo una piedra de las muchas que hay en esta escuela.

Arrojé la piedra a l pasto y Jonathan corrió en pos de ella como si se tratara de la piedra filosofal.

--Oye, es evidencia.
-- ¿Evidencia? Los restos de cualquier evidencia en la bodega de químicos fueron desechados cuando se organizó la limpieza sanitaria.
--Cierto...--dijo él, pensativo.
-- Si quieres información, sólo ve a la fuente.
--¿Eh?
--Tu espera, que en una semana te voy a tener algo de información... ahora, la carta.
--Eres como un yo-yo.
--¿Yo?
--¿Ves? Puro yo, yo, yo... nunca hablamos de mis cosas, sólo de ti...
--Bueno, ¿escribiste algo o no?
--Sí...

Tomé la hoja que me extendió y la desdoblé para comenzar a leerla.

Chico de la fuente:

Quiero que sepas que eres un tarado y que tus jueguitos de niño acosador no me impresionan, por el contrario, me das náuseas. Deseo fervientemente que des la cara para poder demandarte porque me siento acosada por ti y ya no quiero que me estés siguiendo para todos lados cual perro faldero.
Si me amas tanto como dices, hazme un favor: suicídate.
En cuanto a Jonathan, debes saber que es el tipo más inteligente, guapo y caballeroso que he conocido en mi vida, así que aléjate de nosotros porque sé artes marciales y puedo reventarte la clavícula con un simple toque.
Vamos, cobarde, da la cara para que pueda darte tu merecido.

Atte: Violeta.

Miré a Jonathan con los ojos entrecerrados y le di un golpe en la cabeza con un cuaderno enrollado (el de biología, que no había metido en la mochila).

--¡¿Qué?! --preguntó él, con una sonrisa en los labios.
--¿Eres imbécil? ¿Se supone que esto es lo que le voy a contestar? Debe ser una broma...
--Claro que no... es justo lo que deberías decirle...
--¿Sabes qué? Yo me encargo d las cartas y tú sólo dedícate a matar bichos por ahí.
-- Oye, Vio... tu madre llamó a mi casa hoy en la mañana.
-¿¡Qué!?
--Estaba llorando, le dijo a mi mamá que no sabía dónde estabas y que ella y tu padre estaban muy preocupados por ti y por Diego, también preguntó si sabía dónde estaban...
--¡Malditos! --grté, llena de rabia-- No puedo creer que hayan hecho eso! ¡Los odio! ¡Los odio!

Para cuando terminé la frase mi cara estaba llena de lágrimas y yo en el suelo, de rodillas y con las manos enredadas en el cabello.

--¿No pueden dejarnos vivir en paz? --grité, por suerte estabamos en aquel lugar donde no había señales de vida y por donde ninguna persona pasaba jamás-- ¿No hicimos lo que querían? ¡No es justo! ¡Ojalá se mueran!

Seguí maldiciendo a mis padres y llorando como si me hubiesen dado la noticia de que habían muerto, aunque eso sería preferible que verlos aún con vida y molestándonos a Diego y a mí.

Jonathan vino y se sentó junto a mí, pasó sus dedos por mi cabello y quitó mis manos de ahí, ya que estaba a dos de arrancarme el cuero cabelludo. Me abrazó y colocó mi cabeza en su pecho.

--Oye, ya sé que es duro, pero no es para tanto.
--¡¿Y tú qué puedes saber?! --lo golpeé en el abdomen, y aunque sus músculos eran muy fuertes, hizo un gesto de dolor. --¿Acaso descubriste que tu padre es un maldito? ¿Acaso te diste cuenta de que tu familia se odia más de lo que creías? ¡No lo creo, Jonathan! --decía, mientras lo golpeaba una y otra vez con los puños cerrados. Lo golpeé en el rostro, en el abdomen, en los brazos... y él no decía nada. --¡No sabes nada de lo que me pasa, ni de lo que siento!

Me agarró por las muñecas, tal vez porque pensó que ya era mucho drama por un día o porque se cansó de que lo golpeara con todas mis fuerzas... recargué mi frente en su pecho y comencé a llorar de nuevo. Estaba harta de ser fuerte, o relativamente fuerte, ya que lloraba mucho y ayudaba poco, pero luchaba por no sentirme tan mal y eso me estresaba demasiado.

--Está bien... sólo no me golpees más ¿quieres?

Jonathan me besó la coronilla y me abrazó más fuerte, yo dejé que lo hiciera a pesar de que odiaba que la gente me tocara. Tal vez ese día necesitaba mucho de un abrazo, de un beso, de un apoyo que me hiciera sentir que nada de lo que estaba sucediendo era mi culpa... enserio agradecía que Jonathan fuera un entrometido y que se hubiera ganado mi confianza, porque de otro modo yo ya habría estallado.

--Gracias --susurré.
--Oye, ¿para qué son los amigos?
--Gracias de todos modos.

Me apretujó y yo dejé que de nuevo cayeran las lágrimas, aunque esta vez ya no tenía muy claro si era de rabia, tristeza, estrés o agradecimiento.

1 encontraron un motivo para comentar:

Anónimo dijo...

me entretuve leyendolo, gracias.^^

La autora

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Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
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