miércoles, diciembre 2

Cumpleaños dieciocho. (I)

--¿Cómo estás, Vio? ¿Ya te llenaron de regalos? --Jonathan hablaba como si los últimos dos meses no hubiesen exixtido-- No me digas que te acabas de levantar, pequeña holgazana. Cuando uno cumple años está despierto desde la una de la mañana.
--Yo... Jonathan... ¿qué...? --no sabía qué hacer primero; si explicar, disculparme o preguntar.
--Oye, ¿vas a seguir tartamudeando o me vas a decir qué te regaló Diego?
--Nada... acabo de levantarme.

Acababa de levantarme, pero no de despertar. Eran cosas diferentes.

--Mal hecho... oye ¿vas a comprar pastel? Di que sí...
--No creo.
--Pero Violeta...
--No tengo con quién festejar, Jonathan --interrumpí--. Por si no lo recuerdas me quedé sin papás hace tal vez tres meses y luego de eso Casandra y tú me retiraron la palabra. ¿Se suponía que debía organizar una fiesta para una sola persona? Porque lamento informarte que mi hermano no es muy afecto a celebrar mi cumpleaños.

Jonathan no contestó. Bien hecho. Yo y mi gran bocota habíamos triunfado de nuevo. Estaba a punto de colgar, o mejor dicho de pedir disculpas y luego colgar, cuando escuché una carcajada por parte de Jonathan.

--Oye, haré como que no escuché eso. Dos meses de ley del hielo son suficentes, y la verdad estoy dispuestísimo a cambiar mi orgullo por una rebanada de pastel de chocolate.

Era extraño. Hacía varias semanas que no sonreía así, sin pensarlo. En la escuela siempre formaba sonrisas falsas, de esas que son como máscaras para que no se note tu "yo interno" que en mi caso estaba algo más que deshecho. Pero esta vez las comisuras de mis labios se irguieron por sí mismas, sin ayuda ni a la fuerza... incluso puse los ojos en blanco. No sé por qué sentía que no me merecía lo que me estaba pasando. Nunca había tenido complejo de mártir y de hecho era muy egoísta, pero esta vez sí sentía que Jonathan estaba siendo demasiado bueno... pero es que Jonathan ya era bueno de por sí.

--No estarás planeando una fiesta sin invitarme ¿o sí? --preguntó.
--De hecho... ni siquiera tenía ganas de celebrar. No estaba de ánimos y eso es tu culpa.
--Yo no me besé con Casandra, Violeta --susurró.

¡Gracias por venir, damas y caballeros, con ustedes: el reproche! Tal vez me lo merecía, pero hubiera sido más considerado de su parte decirmelo cuando contesté el teléfono y no ahora que ya hasta me había creído el cuento de que Jonathan me había perdonado todo lo sucedido. Pero qué estúpidamente ingenua eres, Violeta. Me decía una y otra vez.

--Ay, perdón por eso --dijo él luego de tal vez unos minutos.
--Oye, fui yo quien se besó con Rodrigo ¿no? Merezco mi castigo.
--Pero no quise...
--¿Ya me perdonaste?
--Sí, es por eso que...
--Pues entonces cierra ese maldito pico, Jonathan --dije, tratando de olvidar el asunto.
--Asunto olvidado.
--Ahora ve por un suéter y luego ven aquí.
--Llego en media hora.

Colgué y me miré al espejo. Aún tenía esa estúpida sonrisa... o mejor dicho, aún tenía esa grandiosa sonrisa que me había alegrado por completo el día. Y eso que acababa de empezar. Luego de todo lo que había sucedido, se podría decir que ésta era la mejor forma de comenzar mi cumpleaños número dieciocho.

Me metí al baño y me duché. Estaba tan feliz que incluso canté en la bañera, y ya sé que es algo patético, porque de hecho sólo había recuperado -tal vez- a una de cinco personas que había perdido, aunque dos de ellas se lo merecían y una me había traicionado... el punto aquí es que a pesar de que mis padres, Rodrigo y Casandra no iban a estar conmigo yo me sentía completa e irracionalmente feliz. Luego de vestirme me encargué de ocultar perfectamente esas ojeras con maquillaje y recé para que no se notaran. Salí hacia la cocina y encontré a mi hermano Diego bañado, cambiado y preparando desayuno para uno... ya tenía tiempo que me negaba rotundamente a comer algo que él preparara.

--¡Violeta! --alzó las cejas, sorprendido--.
--Buenos días.
--¿Estás de ánimo hoy, hermanita? ¿Hace cuánto que no te arreglabas así?
--Es mi cumpleaños, tonto.
--Ah, es eso... ¿no tendrá algo que ver el hecho de que Jonathan llamó hace como media hora?
--¿Media hora? Ese mentiroso...
--Entonces sí fue eso...
--Diego, Jonathan me perdonó...
--¿En serio? ¿Te perdonó luego de que lo engañaste con el novio de tu amiga? Guau. Ese chico tiene de dos: o es muy idiota o es extremadamente masoquista.
--Es una buena persona, nada más. Tú deberías hacer cosas parecidas de vez en cuando.
--Me alegro por ti --Diego avanzó hacia mí, me besó la frente y me abrazó--. Feliz cumpleaños, pequeñina.
--No soy pequeñina.
--Oh, cierto... ahora eres toda unamujer ¿no? Ayer eras una pequeñina y hoy eres adulta.
--Cierra la boca.

Mi hermano salió porque tenía que ver a una de sus mujeres, pero prometió que estaría de regreso en unas horas. Su argumento fue que mi humor había estado tan penosamente inexistente que nunca le pasó por la cabeza el hecho de que yo estaría de ánimo para fiestas y pasteles. Le dije que no importaba, que era mi culpa y que se fuera a gozar de su "cita". No entedía cómo mi hermano podía tener chicas a montones esperando su turno para acostarse con él. Era un hecho que mi hermano había acaparado los genes buenos y que era muy atractivo, pero si yo conociera un tipo guapo como él y luego lo escuchara hablar, simplemente lo mandaría por un tubo. Diego era un Adonis, pero Bart Simpson tenía más cerebro.

Unos minutos -tal vez una hora- después de que Diego salió de la casa escuché el timbre y me levanté a abrir la puerta, esperando que fuera Jonathan. Grande fue mi sorpresa al encontrar a alguien completamente diferente a él y que no conocía.

--Hola ¿está Diego? --preguntó el chico.
--No, se fue hace un rato, pero prometió que llegaría.
--Oh... está bien...
--Y tú eres...
--Ah, lo siento --sonrió antes de sonrojarse y me dio un apretón de manos--. Me llamo Sebastián.
--Violeta.
--¡Eh! ¿Eres la hermana de Diego? Creí que eras...
--¿Una más? No... él no es mi tipo.
--Uh...
--Oye, ¿vas a decir todas las vocales o quieres pasar?
--No, sólo quería darle esto, pero...
--Está bien, soy su hermana, no una ladrona ni nada por el estilo...

Era fácil charlar con este chico. Eso o en serio estaba muy de buenas.

--No, yo me lo llevo, es que quería hablar con él --no dejaba de sonreír... ni él ni yo--. Vengo otro día, ¿le podrías decir que vine? No le digas que vaya a mi casa, sólo dile que vendré otro día.
--Yo le digo --estaba a punto de cerrar la puerta, cuando retrocedí--. Ehmm... Sebastián ¿verdad?
--Sí.
--¿Y dónde vives?
--En el piso de arriba, Diego y yo hemos jugado tenis algunas veces.
--Ah...
--¿Dirás todas las vocales o vas a cerrar la puerta? --dijo, con una sonrisa pícara.
--Adiós.

Diego socializaba con los vecinos y ellos ni siquiera me conocían. Era una soberana injusticia, porque, sinceramente, yo era mil veces más simpática que él. Y a este chico no lo había visto jamás... es que nunca había visto a ninguno de mis vecinos, exceptuando a una señora que siempre bajaba a sentarse junto a la fuente, frente a la recepción. Aquella señora me saludaba todos los días antes de ir a la escuela y solía estar en ese lugar porque le daba frío en su apartamento y prefería salir a tomar el sol que encender el calentador.

Tocaron el timbre de nuevo y esta vez Jonathan apareció del otro lado.

--Dijiste media hora --fruncí el ceño, pero tenía una sonrisa de oreja a oreja que me fue imposible ocultar.
--Pasé a comprar algo --Jonathan alzó los brazos, mostrándome dos grandes bolsas de supermercado.
--Entra.

Dentro de las bolsas había latas de soda, pizzas y pastel. Jonathan había comprado lo justo para una fiesta de dos. Estábamos sentados en el suelo de la sala, habíamos movido los sillones y dejamos el área libre para poder echarnos a gusto. Jonathan se metía en la boca tanta comida que yo no podía evitar golpearlo y decirle que no lo hiciera, que se veía asqueroso. Él sirvió soda en un vaso y al preguntarle por qué lo hacía, echó un trozo de pizza dentro y se lo bebió todo. Me dio tanto asco que tuve que mirar a otro lado para no vomitar, así que él se acercó a mí y empezó a masticar con la boca abierta justo frente a mis ojos.

--¡Jonathan! ¡Eres un cerdo! --cerré los ojos y lo empujé-- ¡Aléjate!

Luego de un rato jugando a lo mismo, Jonathan me miró y se echó a reír.

--Quiero pastel --dijo.

Luego de partir el pastel, de rogarme que le dijera cuál había sido mi deseo, de embarrarme la cara con chocolate y de medio comerse las velitas por accidente, Jonathan abordó el único tema que yo había estado evitando durante toda la tarde.

--¿Por que lo besaste? --preguntó.
--Deberías preguntarle a él por qué me besó.
--¿Él lo hizo? --al parecer Jonathan se encontraba confundido-- ¿Por qué no me lo dijiste antes?
--¡Porque ni siquiera me mirabas! ¡Cada vez que me acercaba a ti, te alejabas como si apestara a zorrillo!
--Uh...
--Y Casandra tampoco dejó que le explicara...
--Casandra es una cabeza hueca... Yo soy un cabeza hueca por no haber preguntado antes. Ella sólo te perdió a ti, pero yo te perdí a ti, la perdí a ella y a Rodrigo.
--Sí, eso me suena conocido.
--Lo peor es que Rodrigo está como si nada.
--Oye, vamos a olvidar esto. ¿Sí? Ahora estamos juntos de nuevo.
--¿Juntos?
--Sí, me refiero a... tú sabes...
--No, Violeta. Luego de lo que pasó no podemos...

Luego Jonathan tomó el cuchillo que estaba en el suelo, con el que habíamos partido el pastel, y me apuñaló una y otra vez. Podía sentir mi sangre brotar por el agujero, pero no podía preguntar por qué me hacía eso. Dolía, ardía... Bueno, no fue exactamente así, pero sí que dolió cuando él dijo esas palabras.

--¿Por qué?
--Porque no puedo estar
más contigo.
--Tú me habías dicho que...
--Oye, te quiero --dijo, con mirada fiera--. Sabes que te he querido desde hace tiempo, Vio, y lo que yo siento por ti no se esfumaría ni en cien años, pero tú no sientes lo mismo por mí ¿ajá? Y lo que menos quiero es obligarte a algo sólo porque te sientes culpable... yo ya me resigné, Violeta, no tienes que hacer esto sólo para que te perdone, porque ya lo hice ¿sí? Asunto olvidado.
--¿Por qué tienes que darme un discurso así de largo cada vez que te digo que quiero estar contigo?
--Porque no es cierto lo que me dices.
--¿Y quién diablos eres tú para decir qué siento y qué no? ¿Sabes? Estoy comenzando a pensar que me echas esos discursos solamente para deshacerte de mí.
--Vio, sabes que no es cierto.
--¿En qué te basas, entonces?
--¿En una palabra? --preguntó. Ambos estábamos comenzando a enojarnos--: Rodrigo. Tú lo quieres, Violeta, no soy estúpido.
--Es que... no... --bien, a ver cómo salía de esto.
--¿Lo ves?
--Yo... creía que... --bajé la mirada y odié la sangre que comenzaba a subir a mi rostro--. Yo creía que él era todo, Jonathan, pero luego pasó lo que pasó y no sabes cuánto pensé en ti. Ni siquiera quise besar a Rodrigo, a pesar de que había soñado con eso durante años, y todo porque creía que no quería lastimarte... El hecho es que no quería perderte, nada más. Y te quiero, o por lo menos creo que te quiero, porque he estado con una sonrisa idiota todo el día y porque quería arrojarme a tu cuello cuando te vi parado en la entrada y besarte como una maldita loca, pero no lo hice porque no sabía si me habías perdonado deveras, y porque creí que sería injusto para ti. Jonathan, te quiero... en serio, y no sabes cuánto trabajo me cuesta decir estas cosas, aunque tal vez lo sepas, porque eras mi mejor amigo hasta que decidiste ser algo más y ¿sabes? Esto es patético, porque ahora soy yo quien quiere algo más y tú me estás haciendo a un lado como si fuera una piedrita fastidiosa en tu zapato.

Enonces me levanté del suelo y caminé a mi habitación. Había sido demasiado bueno para ser verdad.

...


(continuación en la siguiente entrada)

3 encontraron un motivo para comentar:

Anónimo dijo...

gracias por escribir de nuevo
deberas muchas gracias

andrea!! dijo...

Dios!! acabo de terminar de leer toodas tus entradas y tu historia me fasino!! de verdad, entra dentro de mis 3 blogs favoritos :D por favor, sube pronto que me muero de la curiosidad :P

andrea!! dijo...

ohh,, y cuando puedas pasate por mi blog :P es:
notantipicahistoriadeamor.blogspot.com

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