sábado, abril 17

Equilibrio

Un pie delante del otro. Los brazos estirados como si estuviese a punto de volar. La línea amarilla seguía debajo de cada uno de mis pasos, y aunque realmente luchaba para derribarme, ayudada por el fuerte viento que revolvía mis cabellosy jugueteaba con mi ropa, mi equilibrio era más fuerte que ella. Las líneas de la acera siempre derriban personas, por más equilibrio que éstas tengan, y podría apostar que nunca nadie ha caminado sobre una de ellas de una esquina a otra. Decir que había algún humano capaz de caminar por siempre sólo sobre la línea amarilla es como asegurar que los perros pueden andar toda su vida en dos patas. Simplemente imposible.

--Pareces una niña, Violeta --dijo Sebastián--. Ya camina sobre la acera como la gente normal.
--¿Hace cuánto que la conoces? --preguntó Jonathan--. ¿Todavía no procesas que no es una persona normal?

Y entonces lo hizo. La línea amarilla se alió con mi repentina distracción y juntas lograron derribarme. Apresuré mis brazos hacia delante y endurecí mis rodillas para que no sufrieran algún daño. El impacto del concreto con las palmas me causó un escozor que me hizo saber que la línea amarilla se burlaba de mí, como diciendo "¿ves? a mí nadie me vence"; solté una maldición y fruncí el ceño. Jonathan y Sebastián siguieron su camino. Ya había caído tres veces ese día y seguía empeñada en vencer a la línea, así que ellos habían dejado de preocuparse por mi integridad física, ya que no estaban del todo seguros de que mi mente estuviese muy sana que digamos. Me levanté con un suspiro y reanudé la batalla con la orilla de la acera. Un pie delante del otro. Los brazos estirados. La respiración regular y le vista fija en ese repugnante color amarillo que ahora sólo me inspiraba frustración e impotencia.

--¿Por qué nadie puede caminar sobre la línea amarilla una calle completa? --pregunté.
--Bueno, no es que muchos lo hayan intentado --aseguró Jonathan.
--Sí, la mayoría se rinde luego de la primera caída y las manos raspadas --coincidió Sebastián.
--Además siempre hay algo que te distrae y pierdes el equilibrio --continuó Jonathan.

Yo creía que así era mi vida. En esos momentos estaba segura de que, sin querer, Jonathan y Sebastián habían dado en el clavo. En el centro color rojo de la diana. Yo me sentía siempre como si estuviese luchando con la línea amarilla: me subía a la orilla de la acera y colocaba un pie delante del otro, pero justo cuando estaba a punto de llegar a la esquina, venía una ráfaga que me derribaba. Lo peor para quienes me rodeaban era que yo siempre estaba tratando de llegar a la esquina, y no me importaba cuántas veces cayese o cuántos raspones tuviesen las palmas de mis manos, siempre tenía la esperanza de que al llegar a la esquina habría alguien que dijera "¡hey, llegaste! ¡lo lograste!". Pero por el momento la línea seguía ganando la batalla.

Jonathan, Sebastián y yo habíamos salido de mi casa cuando Amanda tocó a la puerta de mi habitación para ofrecerme un poco de comida, argumentando que no me había llevado nada al estómago en todo el día. Creo que la expresión en mi rostro fue la de una asesina serial, o la de una ex-presidiaria furiosa, porque de inmediato Diego sugirió que los tres fuéramos a dar una vuelta por el parque. Sí, claro, ahora me sacaba de mi propia casa para que su noviecita tentaculosa no sufriera ningún daño físico ni un trauma de por vida.

Llegamos a un parquecito de césped alegre y florcitas por todas partes que tenía un agradable y tranquilizador aroma a tierra mojada. Yo jamás había ido a ese lugar antes, pero eso no sorprendió a nadie, ya que a siete meses de haberme mudado, lo único que conocía era el estacionamiento del edificio donde vivía. Había columpios rojos, de esos que salen en los comerciales de familias perfectas en los que se anuncia un aromatizante o un suavizante de telas. Sebastián se acomodó en uno de ellos como si fuese uno de esos especímenes enanos que tanto aman ensuciarse y revolcarse por todas partes, además de chillar y pedir comida siempre. Jonathan se sentó en el pasto y yo fui con Sebastián. Él sugirió una competencia para ver quién llegaba más alto, pero me negué al imaginar la pequeña estructura lidiando con su peso y con el mío... no sería algo agradable de ver.

--¿No le vas a decir a Casandra que murió tu mamá? --preguntó Jonathan.
--No creo que eso sea lo más cuerdo... --contesté--. Ella ha estado algo arisca conmigo y yo no he sido muy amable que digamos. Yo no sé qué nos está pasando.
--Son como una pareja de novios que están al borde de la ruptura --rió Sebastián.
--Si no dejas de hacer comentarios bobos, lo único que se va a romper aquí serán tus dientes, Sebastián --amenacé.
--¿Ya te diste cuenta de que traes un humor de perros?
--Creo que eso es algo normal luego de que tu mamá se muere, ¿no? O luego de que tu hermano trae a la casa a una bruja odiosa que te trata como a una pequeña molestia indeseable. O luego de que te das cuenta de que te estás volviendo una mártir que se pasa todo su tiempo haciendo lástima de sí misma y preguntándose por qué su vida apesta tanto, en vez de ocuparse en ser más feliz y de ignorar tanta depresión.
--¿Mártir?
--Sí, últimamente me he compadecido mucho de mí misma... ya hasta me caigo mal. ¿Sabes algo? Yo antes no era así. Ni siquiera me tuve lástima cuando ese tipo casi me mata, ni cuando...
--Vio --interrumpió Jonathan con un susurro. Me dirigió una mirada de advertencia, y luego recordé que Sebastián no figuraba en la lista de personas que sabían mi secreto.
--¿Te digo algo, Sebas? --pregunté.
--Igual vas a decirme, ¿no? Ya me acostumbré a que no te calles nunca.
--Tú eres como mi mejor amigo --solté.
--¿Cómo?
--Sí... quiero decir... antes Jonathan era mi mejor amigo, pero es obvio que eso cambió de un día para otro, y ahora que él es mi novio, yo necesito un mejor amigo, ¿no crees?
--Suena razonable --dijo Jonathan.
--Suena como si estuvieras borracha --aseguró Sebas, con una sonrisa incrédula en los labios.
--¿Puedo contarte un secreto? --susurré.

Sentí los ojos de Jonathan clavados en mi rostro. Nunca le había contado a nadie mi secreto, excepto a él, por supuesto. No le había dicho nada a Casandra ni a Rodrigo, ni a nadie más. Nadie sabía a ciencia cierta por qué me había mudado a la ciudad, ni por qué me portaba tan extraño a veces, ni tampoco por qué había temporadas donde me daban ataques de pánico en los que sentía como si me estuviesen asfixiando... Y ahora estaba a pundo de decirle todo a Sebastián.

--Yo no quiero escuchar esta historia de nuevo --aseguró Jonathan, antes de levantarse del césped y acercarse a mí para besarme fugazmente--. Si lo hago voy a cometer homicidio o algo parecido, y créeme cuando te digo que estar en la cárcel no es una de mis metas en la vida. Los veo luego.
--Claro --dije.

Jonathan se alejó de nosotros y unos minutos más tarde estuvo fuera de nuestra vista. Sebas y yo estuvimos en silencio un buen rato, hasta que él decidió romperlo, cambiando por completo el rumbo de mis pensamientos.

--Te quiere mucho --dijo, escrutando el pasto como un filósofo estudia una obra de arte.
--Sí...
--Y tú lo quieres a él. No creas que no me he dado cuenta de cómo lo miras. ¿Te has visto en un espejo cuando lo miras? Y no es como cualquier otro enamoramiento de niña idiota. Quiero decir... tú eres diferente... lo miras como si le tuvieras una profunda admiración... como si te supieras su cara de memoria y pudieras dibujarla sin tenerlo frente a ti. Y ya sé que sueno cursi, además de que yo no soy de los que hablan así, pero yo creo que nunca te has preguntado cómo sería tu vida si él no estuviese en ella. Me refiero a... tú sabes, ni siquiera cuando eran amigos.

Guau. Nunca había escuchado un discurso así salir de su boca. De pronto lo sentí tan indefenso... tan anti él, que tuve que esforzarme mucho para no reir a carcajadas. Pero por otra parte tenía razón. Desde que conocí a Jonathan nunca me había imaginado cómo sería mi vida sin él en escena, y no porque no pudiese vivir sin él, sino que había sido ese amigo que había estado ahí siempre, ése chico que me había hecho sentir tan segura desde que lo conocí... Y al final se había convertido en un pedacito más de mi persona. Si Jonathan no estuviese (como amigo o como novio) sería equivalente a que me cortaran la mano derecha o a que me extirparan los ojos.

--Eso creo...
--Te voy a decir un secreto, pero si le dices a alguien te juro que no verás la luz del sol nunca más --rió.
--Pues creo que no tengo otra opción más que guardar el secreto, ¿verdad?
--A veces... --dudó un poco y luego continuó--. A veces quisiera que alguien me mirara como tú lo miras a él... pero siento que ninguna chica lo hará jamás, porque ¿me has visto? Soy tan guapo que sólo se fijan en mi físico...

Puse los ojos en blanco y ambos nos echamos a reír. Luego él se puso serio y habló de nuevo.

--La verdad es que a veces pienso que no soy lo suficientemente inteligente o interesante como para gustarle de esa manera a una chica. Creo que los hombres bromistas no tienen mucho futuro en esas cosas, y aunque tengo chicas por toneladas, sé que ninguna de ellas me quiere de verdad. ¿Por qué? ¿No lo sabes? ¿Me lo podrías decir?
--Supongo que no ha llegado esa chica que te haga darte cuenta de que eres mucho más que un chico bromista --sonreí.
--Ustedes son buenas personas --dijo de pronto--. Me refiero a ti, a Diego y a Jonathan. ¿Te acuerdas cuando Jonathan y yo casi nos golpeábamos?
--¿Cómo olvidarlo...?
--Pues no le vayas a decir, pero es como mi mejor amigo. Y tú también lo eres, pequeña salvaje.
--¿Ah sí? Pues que nadie se entere, pero tú no eres tan tonto como yo creía... y creo que de hecho eres más cursi que el oso Pooh.
--Lo interesante es que nadie se enterará jamás --los dos reímos.

Nos quedamos callados. Yo le daba vueltas y vueltas al hecho de que si le decía mi secreto a Sebas, sería como incluir a alguien más en mi familia, y mi familia nunca había sido muy estable que digamos. Pero él me había confesado sus más empalagosos pensamientos, y no era justo que yo no le confesara los míos... aunque no fueran ni la mitad de ñoños que los suyos. Así que me decidí. Era el momento, el lugar y la persona. Lo miré a los ojos y me armé de valor.

--Bueno, osito Pooh, creo que ahora es mi turno de contarte quién es Violeta Lazcano realmente y por qué es tan condenadamente desconfiada...


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Hola!!!

Bueno, normalmente mis intervenciones aquí son para alegar que no tendré tiempo de publicar o para dar alguna explicación del capítulo en cuestión, pero me temo que hoy no ando tan de buenas y la noticia no será tan agradable que digamos.

Ya me estoy hartando de esos comentarios que aseguran que soy una plagiadora asquerosa, que la relación entre Cass y Vio es igualita que la de Serena y Blair de Gossip Girl, que Jonathan es una copia barata de Edward y Sebastián de Jacob, bla bla bla... A ver: si la relación entre Cass y Vio es como la de Serena y Blair, yo ni cuenta me había dado, Jonathan no es una copia barata de Edward ni Sebastián de Jacob, simple y sencillamente porque ellos están basados en personas reales y porque a mí ni me gusta Crepúsculo.

Dicen que la historia es mala, que es irreal... bueno, yo sólo les digo que estoy escribiendo una historia realista con toques fantasiosos. Ya sé que ningún grupo de adolescentes se va a ir a meter a la casa de un jefe de policía, ni que un chico les pagará tres millones por hacerlo. Ya sé que los hijos no les roban dinero a sus padres ni se compran un departamento en la zona más cara de la ciudad... Pero lo divertido de escribir es que todo lo que imagines será posible en ese mundo que tú creaste.

Así que dejen de fastidiar :D

Betzabé.

5 encontraron un motivo para comentar:

Anónimo dijo...

Esas personas
son aquellas
que no tienen
ni un poquito de habilidad
para esbrir mucho menos
para apreciar a quienes lo
hacen bien,
ademas yo soy fan fan de crepusculo
y en ningun momento
se me ocurrio que alguno
de esos personajes
se pareciera.
BOLA DE ENVIDIOSOS.

Unknown dijo...

waaaaa ma vale que le cuente el secreto pronto :s ya espero el siguiente cap
y ni veo gosspi gir o eso y jaja no invente eso ni se parece a crepusculo jajaj no manchen y para las fans que friega bella se enbaraza tien eun hijo con ed y ya jajaja le arruine el fina jajaja

Melissa dijo...

No hagas caso!! que además no todos ven Gossip Girl... como yo... y por si esas personas no saben...

Toda historia es copia de otra, aunque uno trate que no sea así...
Es como si dijera que Crepúsculo es copia de Vampire Diaries, porque mucha gente lo dice, pero eso NO se puede evitar, de todas formas me encanta la historia!!

Besos!!

Gre ♥ dijo...

:O Betza!! no sabia que te decian estas estupideses. No es cierto... tus personajes son unicos y geniales, y la verdad yo no encuetro nada de parecido con losque losestan comparando, y bueno yo amo tu historia
sigue escribiendo que lo haces genial!!
besos

Emilia S dijo...

Hola¡
Permiteme presentarme soy Catherine, administradora de un directorio de blogs, visité tu blog y está genial,
me encantaría poner un link de tu blog en mi sitio web y así mis visitas puedan visitarlo tambien.
Si estas de acuerdo no dudes en escribirme a munekitacat@hotmail.com
Exitos con tu blog.
Un beso
Catherine Silva

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