viernes, mayo 28

El mundo es un pañuelo.

—Muévete, Carter y dame eso —intenté tomar la lista, pero él fue más rápido y la alejó de mí.

Puso la mano sobre su cabeza, moviendo la lista como un pequeño señuelo que yo debía alcanzar. Salté dos veces para poder arrebatarle la hoja, pero él reía y la ponía más arriba, impidiendo siquiera que yo la tocara. Carter puso su mano en mi frente y me alejó como si fuera un mocoso fastidioso al que quería mantener alejado. Jalé del cuello de su chamarra de cuero y salté de nuevo, quitándole por fin la nota.

—Guau, eso fue ingenioso —Oliver me tomó de la cintura cuando le di la espalda y volvió a quitarme la hoja. Comenzaba a sentirme realmente torpe.
—Déjala, Carter —Jonathan quitó sus dedos de mi blusa y me alejó de él tanto como pudo.

Samantha y Hayden se alinearon con nosotros. Walter caminó hasta ponerse frente a mí. Por unos segundos pensé que Carter iba a golpearlo o algo parecido, pero solamente le extendió la lista y se dio la media vuelta. Bruno me miró como si fuera una cucaracha asquerosa y me hizo una seña con la mano. Esta vez, en contra de todo lo que me había prometido el día en que peleamos, me solté de la mano de Jonathan y me arrojé sobre él. Puse mis piernas alrededor de su cintura y le jalé el cabello tan fuerte como pude, él trató de tirarme, pero yo estaba bien aferrada a su espalda y solamente ayudó a que mis dedos se afianzaran mejor en su melena.

—Ay, maldición —musitó Jonathan—. Aquí vamos de nuevo.

Entonces, justo cuando pensé que todo el mundo comenzaría a pelear, Carter apartó de un empujón a Jonathan y me tomó de la cintura con un brazo, quitando mis dedos del cabello de su amigo con la otra mano. Pataleé y traté de rasguñarle la cara, pero él era fuerte y no pude hacer más que resignarme. Bruno estuvo a punto de golpearme el rostro cuando Carter paró su golpe con la misma mano que había utilizado para liberar los cabellos del mismo. Todos lo miramos estupefactos, mis piernas aún estaban a varios centímetros del suelo y él parecía aguantar mi peso sin ningún esfuerzo.

—Ya, contrólense —dijo éste.

Oliver me depositó en el suelo y ayudó a Jonathan a levantarse del mismo, éste dudó un poco antes de aceptar la mano que le tendían y luego de unos segundos estaba parado junto a mí con la misma cara de sorpresa que yo. Bruno comenzó a soltar maldiciones y calló cuando Carter le miró fulminante. Samantha caminó hacia él y lo miró furiosa, con ambas manos en la cintura.

—¿Me quieres decir qué diablos estabas pensando? —preguntó ésta. Carter bajó la vista y negó con la cabeza.
—Cierra la boca, Samantha —dijo.
—¿Cerrar la boca? —preguntó ella, con las cejas enarcadas—. Espera a que le diga a mamá lo que has estado haciendo. Eres un idiota. Voy a llamar a tu padre y le voy a decir que te lleve con él. ¿Eso es lo que quieres?
—Oye, no me armes un teatro, ¿sí? Tú te la pasas molestando gente y yo nunca te digo nada. Además, no sabía que te habías unido al club de los perdedores. Ni siquiera sabía que estuvieras enterada de dónde estaba la biblioteca de la escuela.
—¿Sabes qué? No voy a llamar a tu padre. Yo misma te voy a subir en el primer avión que salga a Canadá. Ya tenemos una oveja negra en la familia y lamento decirte que ésa soy yo, ahora lárgate y no fastidies.
—¿Ah sí? Pues por si no recuerdas acabo de ahorrarle unos cuantos moretones a éste defecto de la naturaleza —ladró él, mirándome furioso—. Si vas a decirle a mi papá lo que he hecho desde que entré a la escuela, por lo menos déjame disfrutar mis últimos momentos aquí. Le partiré la cara a ése imbécil, a ella le voy a dar una buena lección y al hermano de tu amiguita le voy a rapar la cabeza, ¿qué te parece?
—Lárgate, Oliver —dijo ella, ignorando el comentario de Carter—. Ve a golpear indefensos a otro lado.
—¿Es ése chico del que tanto me hablas, no? ¿Santiago? No... —se corrigió—. Sebastián. Por eso has estado tan rara, ¿verdad? Por eso defiendes a éstos idiotas. Si te juntas con las cucarachas, van a salirte patas.
—Vete al infierno —me pareció, aunque no estuve muy segura, que la voz de Samantha se quebraba.
—Tú vas a venir conmigo, ¿no? Porque, aunque ahora seas la defensora de los tarados, y aunque te hayas enamorado de un fulano que acabas de conocer... tú y yo fuimos cortados con la misma tijera, primita. ¿Soy un bravucón? Sí, bueno... tú no eres precisamente un ángel del Señor.

Pensé que Samantha le iba a arrancar la cabeza cuando él se acercó y le besó la frente en un gesto burlón. Creí que le amputaría las piernas y los brazos con unas tijeras o que agarraría la engrapadora de la bibliotecaria -que gracias al cielo estaba ausente- y le cerraría los labios con un poco de metal. En lugar de eso y para mi sorpresa, Samantha giró y le hizo una seña a Hayden para que la siguiera. Ambas salieron de la biblioteca, seguidas por Oliver y Bruno. Jonathan y yo nos miramos como si acabáramos de presenciar el fin del mundo y hubiésemos sobrevivido, o como si ya hubiéramos descubierto la piedra filosofal...

—¿Qué diablos fue eso? —pregunté.
—No tengo idea —aceptó, negando con la cabeza.
—Punto número uno —dijo Walter, sonriéndome—. Al parecer Samantha sólo nos trata bien porque le gusta ése temible amigo tuyo de las mejillas coloreadas con crayón. Punto número dos... yo pienso que es la primera vez que ella y Carter se pelean así.
—¿Cómo? —preguntó Jonathan—. ¿Tú ya sabías que Carter y Sam eran primos?
—Ay, claro que sí —puso los ojos en blanco, como si la pregunta resultara absurda.
—¿Y no se te ocurrió decirlo alguna vez? —pregunté—. Algo como "oigan, chicos, Samantha es familiar del tipo que quiere asesinarlos cada vez que los ve", o un casual "¿ya les dije que Sam es prima de un homicida?". Cualquiera de las dos habría funcionado perfectamente, Walt.
—Creí que ya lo sabían —se encogió de hombros—. Todo el mundo lo sabe.
—Pues disculpa si no nos pasó por la cabeza que pudiera haber dos aficionados a la lucha callejera en una misma familia, Walter. La próxima vez lo tendré en mente.
—Sí, eso sería una buena idea —coincidió éste, ingenuamente.





Mi mente estaba nublada. Sabía que había estado durmiendo los últimos minutos... tal vez horas, pero no recordaba haberme quedado frita en un lindo sillón, ni que un candelabro hermoso hecho de cristales reflectantes que proyectaban cientos de arco iris en la habitación sería lo primero que vería al abrir los ojos. Escuché voces en la cocina, charlando en voz baja. Recordé entonces que Jonathan, Walter y yo habíamos ido a casa de Sebastián porque ellos querían contarle lo que había pasado en la biblioteca... no la parte donde habíamos descubierto la historia familiar de Sam, sino el hecho de que ahora Carter había leído aquella lista que tenía como título "Cosas que se necesitan para entrar a robar los documentos". Sí, había sido tonto dejar que Walter fuera quien escribiera la lista, y más tonto que Jonathan no le cambiara el nombre en cuanto lo leyó.

Me levanté del sofá y fui a la cocina. Jonathan y Sebastián reían y conversaban, pero no vi a Walt por ninguna parte, así que creí que se había ido. Me froté los ojos con ambas manos para aclarar la visión y resultó contraproducente; podía ver puntitos de luz en las caras de los chicos.

—¿Sebastián? —pregunté, y creo que ambos voltearon a verme.
—No, Willy Wonka —dijo él—. No recuerdo que una siesta en mi sillón favorito haya estado incluida en el boleto dorado. Lo siento por ti, no heredarás mi fábrica de chocolates.

Jonathan se echó a reír y caminó hacia mí. Me tomó por la cintura y me besó.

—Niños, no comiencen con esas porquerías enfrente de mí. Acabo de comer, ¿saben?
—Cierra la boca —dije, soñolienta.
—Comen carne frente a los pobres —dijo en voz baja—. Eso no es justo.

Entonces, repentinamente alerta, recordé lo que había sucedido esa mañana en la biblioteca de la escuela. Sonreí maliciosa y besé a Jonathan de nuevo, sabiendo que Sebastián no mantendría cerrada la boca.

—Oye —dijo—. Si vas a besarlo a él, por lo menos ven a darme un poco a mí también. No te haría daño probar un postre diferente al que siempre pides. Soy la especialidad de la casa.
—No deberías hacer eso —fruncí el ceño. Su respuesta no era la que yo había esperado, y Jonathan... bueno, él sólo se echó a reír en lugar de decirle algo.
—Mírame, soy demasiado sexy como para que puedas resistirte.
—Eres un caso perdido —avancé hasta la barra de la cocina y mordisqueé una manzana.
—Sólo bromeaba —contestó.
—Oye, ¿sabías que le gustas a Samantha? —miré los dibujos que había pegados al refrigerador y tomé uno, contemplándolo detenidamente—. ¿Cuántos años tenías cuando dibujaste esto?
—Cuatro —respondió, serio hasta lo imposible—. ¿Cómo que le gusto a Samantha?
—¿Y tu madre lo guardó? Tienes veintiún años, esto podría alejar a tus chicas... —reí.
—Era todo un artista, no puede deshacerse de ellos —puso los ojos en blanco.
—Tienes suerte —dije—. Mi mamá veía mis dibujos y al siguiente día ya estaban en la basura. Creo que jamás guardó uno.
—Sí, bueno, a veces yo desearía que mi madre fuera un poco más como la tuya —contestó, sarcástico—. ¿Quién te dijo lo de Samantha?
—Si tu madre fuera un poco más como la mía, tú ya no vivirías aquí —musité—. Me lo dijo ella, hoy... bueno, no me lo dijo exactamente a mí, pero...
—¿Qué dijo? —interrumpió.
—Bueno... tampoco fue exactamente ella quien lo dijo...
—Vamos, Violeta, ya dime qué pasó.
—¿Qué pasó? Pasó que por lo visto a ella le fascinó tu estupidez. Probablemente le gustan los que bromean para ocultar la ignorancia.

Jonathan se echó a reír, pero Sebastián pareció ofendido. Entonces me tomó por la cintura y acercó su rostro al mío lo suficiente como para que su aliento tocara mis mejillas. A Jonathan se le fueron las ganas de seguir burlándose y Sebas me soltó.

—Basta de tonterías —dijo—. Ahora ustedes dos van a decirme qué dijo Sam.
—Ay, al nene le gusta la niña ruda —dije.
—A tí te gusta un tipo que se desmaya cada que pisa un hospital y yo nunca me he burlado de eso... digo... bueno... ricitos es una nena y yo no te hago burla ¿o sí? Así que deja de decir estupideces y cuéntame lo que pasó.

Bien hecho. Jonathan estaba enojado, Sebatián realmente parecía enojado... y yo... estaba junto al refrigerador, tratando de recuperarme. Tal vez habría sido más correcto quedarme otro rato echada en el sillón.

6 encontraron un motivo para comentar:

andrea!! dijo...

Betzabé, betzabé, un día de estos harás que me de un ataque por dejarme con esta intriga.

¿A que no sabes que acabo de hacer?
Me acabo de leer casi todas tus entradas. Ahora es uno de los raros viernes en los que prefiero quedarme echada viendo una pelicula, pero decidí hacer algo más productivo y leerte, y me volviste a enganchar, como siempre lo haces. Bueno, si es verdad lo que dice arriba de "dime que quieres que pase y pasará" pues de lo que leí otra vez, quiero que Casandra muera xD bueno, quiero que rodrigo muera xD bueno, quiero que mueran los dos 8-) oksnot, pero de verdad que me cain mal.

Bueno, espero que ya hagan el plan pronto y te dejo para seguirte leyendo desde el principio♥
Babaaaaaaay♥

Anónimo dijo...

Yo quiero lo mismo que Andrea...
ok no que mueran
pero si algo malo... haha.
¿Quien le pone un nombre asi a una lista?
Esa seria launica prueba necesaria para inculparlos!!!

Melissa dijo...

Ay Dios!!! a Violeta se le salió eso no en el mejor momento... ya quiero saber que va a pasar!!

Amo a Christian y extraño a Mason y aún no me entra lo de Dimitri :/

Besos!!

Abril G. Karera dijo...

:O
Me parece justo que Sebastián y Samantha hagan pareja :D
y ahora sólo me pregunto si Samantha tendrá algún lado oscuro... pero no creo jaja

como siempre, tu capítulo engancha por completo n.n

espero el próximo :)

Anónimo dijo...

¡aaaa! ¡scribe pronto porfavor necesito saber que paso!

Anónimo dijo...

¿¡Que pasa porque no escribes!? necesito saber que paso.
Que mal que ya no se puede comentar en tu otro blog, pero entiendo tus razones, personas sin oficio ni venefico que no tienen nada mejor que hacer que joder gente, que vida tan patetica deven tener; pero al enojar le daz importancia a gente que no vale la pena.

¡espero y escribas pronto!...

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