viernes, mayo 14

Un equipo

—¡¿Esta cosa es Mateo?! —preguntó Samathta con las cejas enarcadas por la incredulidad.

Nos habíamos juntado en casa de Sebas porque su madre había viajado a sabrázeusdónde y no volvería hasta dentro de dos meses. Mi hermano había regresado con Amanda y se había puesto a gritar maldiciones y a lanzar amenazas de muerte porque resultó que habían ido a buscar a mi padre y habían encontrado la casa vacía... Hicimos una votación y por decisión unánime se acordó que mientras Diego actuara de aquella manera (aunque todos sabíamos que no era su culpa) nos reuniríamos en casa de mi amigo.

Jonathan, Sebastián y un chico que tenía el tamaño de un chícharo, usaba anteojos pequeños y aferraba contra su pecho una computadora portátil que medía tal vez lo mismo que un cuaderno para la escuela, habían llegado anunciándose con un azotón de puerta. Todos nos levantamos como si nos hubiesen llamado y cuando Sebastián nos presentó al muchacho... bueno, digamos que nos costó mucho trabajo no echarnos a reír en ese mismo instante. Para nuestra mala suerte, Samantha poseía la misma agilidad bucal que yo -pero que yo ya había aprendido a controlar-, e hizo aquel desafortunado comentario mientras aferraba un tazón de palomitas de maíz como si fuera el mayor tesoro sobre la faz de la Tierra.

El muchacho nos miró a todos por encima de los anteojos como si fuésemos una especie desconocida para él, o tal vez era que a un chico aficionado a las computadoras le parecía extraño ver a tantas personas a su alrededor sin que éstas tuviesen la menor intención de hacerle daño.

—Mucho gusto —dijo Walter, estrechando la mano de Mateo, al tiempo que le daba un codazo en las costillas a Samantha.
—Así que... ¿ustedes son los amigos de Sebas? —preguntó en un tono más bien confiado.

Miré a Sebastián con las cejas enarcadas. Según mi percepción de su persona, Sebas era uno de esos chicos súper sexys que pasaban su tiempo en la escuela rodeados de bellas chicas y maltratando a los nerds que pasaban frente a ellos. Al parecer, mi amigo trataba con personas a las que era difícil imaginar a su lado.

—Está en mi clase de alemán —contestó él, encogiéndose de hombros como si se disculpara—. Es de mi grupo de amigos en la escuela.
—Sí, cómo no... —Mateo puso los ojos en blanco y me miró estirando el cuello—. Si no fuera por él, su "grupo de amigos" estaría encantado en colgarme de los calzones en algún perchero.
—Sí, eso suena como algo que yo le haría a un bichito como tú —habló Samantha.
—¿Querrías cerrar esa maldita bocaza tuya por un segundo, Sam? —intervino Hayden, que hasta ese momento había estado prendida del brazo de su hermano.
—Pero sólo míralo —dijo la otra en respuesta—, es tan pequeño e indefenso... ¿te imaginas cómo sería encerrarlo en una de las gavetas de la biblioteca? Apuesto a que pasarían días antes de que su vocecita se escuchara lo suficientemente fuerte como para que alguien notara que está ahí...
—¡Samantha! No me obligues a callarte por la fuerza —Hayden le dirigió a su amiga una mirada de advertencia y la otra calló.



Estábamos distribuidos en la sala de Sebas. Jonathan había extendido el pequeño mapa en la mesa y habían pasado sólo unos minutos antes de que Mateo lo reprodujera en su computadora para que todos pudiésemos verlo con mayor claridad. Frente a mí estaban sentados Rodrigo y Casandra, quienes se dedicaron a ingorarme la mayor parte del tiempo y no me miraban si no era por accidente. Sebas estaba a mi derecha y Samantha se sentó muy pegada a él; éste comenzó a coquetear con ella y colocó una mano alrededor de sus hombros, lo cual me sorprendió por el simple hecho de que Samantha parecía el tipo de chica que le rebanaría el cuello a cualquiera que la tocara o le sonriera de aquel modo. Hayden estaba acomodada entre su hermano y Jonathan, quien en lugar de sentarse conmigo había tomado lugar junto a Mateo.

—Ya está —dijo el chico, señalando varias marcas en el mapa virtual—. Los puntos naranjas son cámaras, los azules son policías, los morados son perros y el gran punto rojo en esta habitación es nuestra meta... Ah, lo olvidaba, ésta de aquí es la entrada principal, éstas dos son las secundarias, ésta es la de servicio y... bueno, ésta no sé para qué sirve, pero también es una entrada. El objetivo duerme aquí y según los informantes de ricitos, en este otro cuarto hay un tipo que siempre anda con él y que al parecer está enterado de todo lo que sucede en el lugar... es su mano derecha.
—¿Por qué te llama ricitos? —pregunté a Jonathan. Éste se limitó a mirar a Sebastián.
—Es mi aprendiz —contestó éste, sonriendo y palemeándole la cabeza al chico—. ¿Verdad, colega?
—Ricitos me dio unas fotos del lugar, pero no aportan nada relevante —continuó él, como si ninguno de nosotros hubiese hablado—. Miren, yo estuve revisando el tipo de seguridad que hay en la casa y me encontré con que toda está conectada a un mismo comando. Si logro intervenirlo, se desactivan las cámaras y las alarmas, pero no sé cuánto tiempo podrá pasar antes de que se den cuenta y las reestablezcan... tal vez pueda darles un poco de batalla, pero en cuanto ellos comiencen a contraatacar ustedes van a tener que salir de ahí o la cosa se va a poner realmente fea... Hablando de eso... ¿quién de ustedes va a ir?
—Yo iré —dije—. Jonathan dijo que es lo que más nos conviene porque soy pequeña, ligera y rápida... además tomé clases de defensa personal durante un tiempo luego de que... bueno, no será fácil que me atrapen si todo sale bien.
—¿Jonathan dijo eso? —preguntó Casandra, hablándome por primera vez desde que había llegado—. Porque suena como si quisiera deshacerse de ti.
—Cierra la boca —intervino Sam, quien tenía la cabeza recargada en el hombro de Sebastián.
—Bueno, vamos a necesitar micrófonos o algo así... y uniformes. Unos nueve uniformes de policía— dijo Walter.

Walt permanecía con los ojos fijos en la pantalla, como si en ella hubiese escrito un acertijo que se empeñaba en resolver. El chico ignoraba completamente el hecho de que había personas discutiendo muy cerca de él y que una de esas personas estaba a punto de golpear a su mejor amiga por decir tantas estupideces con tan pocas palabras. Pude ver en Walter a aquel tipo curioso y necesitado de una respuesta que era Jonathan. Me di cuenta de que él había cambiado mucho desde que la obra de mi vida comenzó con el primer acto. Jonathan había cambiado mcuho en muy poco tiempo, ya que a pesar de que seguía siendo un Sherlock empedernido que adoraba investigar cosas raras, él ahora era una especie de chico cuidadoso que pasaba su tiempo preguntándose cómo se encontraban las personas a su alrededor. Walter era ese que hacía que Jonathan fuera de nuevo el de antes.

—Hecho entonces —dijo Sam, mirando de reojo a Sebas—. A conseguir esas cosas antes de que a Ricky Ricón le explote la cabeza por la desesperación.

Todos nos miramos durante unos segundos. De verdad estábamos a punto de hacerlo. De verdad éramos un equipo ahora. De verdad íbamos a arriesgar nuestras vidas por una aventura alocada que recordaríamos por el resto de nuestras vidas.

4 encontraron un motivo para comentar:

Anónimo dijo...

esto se
esta poniendo
interesante!!
y casandra ¿que
rayos hacia ahi??
ademas ¿quien le pidio
su opinion?

Unknown dijo...

waaaa un enanito sam se paso :S no es bueno que le digan eso pero que haria la amiga como para cerrarle la boca uuu es un sercreto wiii quiero saberlo :P

Melissa dijo...

Ah!! ya se van a meter a la casa!! quiero saber que va a pasar!!
Besos!!

La ilusoriia dijo...

Jaja, qué impertinente es Sam, y Casandra ya no me cae bien, haz algo para que desaparezca o para que la queramos de nuevo xD

Y sí, se está poniendo interesante, ¿lograrán realmente lo que esperan? :D


Jaja, lamento publicar más rápido que el cambio de estación xD, pero es que ya tengo muchos capítulos, y como es historia algo personal me clavo y quiero llegar a desenredarla rápido :) Gracias por tu comen.

Nos leemos :)

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