lunes, julio 5

Niñera [[[Oliver]]]

—¿Has visto a Bruno? —grité para que Hayden pudiera escucharme por encima del ruido de la música.
—¿Qué? —preguntó mientras se acercaba más a mí para poder escuchar.
—Que si sabes dónde se metió Bruno —grité.

Hayden negó con la cabeza y me abrazó. Estaba bastante ebria y seguro dormiría en casa de mis tíos para que sus papás no se enteraran. A ella no le gustaba que yo fumara y siempre rompía mis cigarrillos como si fuera mi madre, pero yo no podía decirle nada si se embriagaba porque se ponía de mal humor. Además, tenía que cargarla hasta el auto y después subirla a la habitación de Sam sin que se despertara, o comenzaría a gritar como una histérica.

Me sentía un poco responsable por ella. Su hermano era un imbécil que se juntaba con Violeta y todos los nuevos amiguitos de Sam. Nunca estaba en las fiestas y estaba seguro de que ni siquiera la había visto borracha. Era una niña. Tenía quince años y yo diecinueve, por eso sentía que tenía que cuidarla, estar siempre al pendiente de ella... Pero por ahora no tenía tiempo para escuchar sus quejas ni sus repetitivas historias sobre cuánto extrañaba a su noviecito inglés. Tenía que buscar a Bruno antes de que le diera una sobredosis o algo parecido.

Fui hasta el costado del lugar, donde había cubículos para que las parejas tuvieran sexo sin tener que salir de ahí. Los abrí todos, uno por uno, esperando que Bruno hubiera conseguido un ligue y así poder llevármelo de una buena vez. Las parejas ni siquiera se daban cuenta de que un intruso abría sus cortinas, algunos estaban demasiado drogados y otros demasiado ebrios como para notar mi presencia. Abrí la novena cortina y vi a Sam en el diván, sentada con las rodillas en el pecho. Miré alrededor y entré. Me senté a su lado y la miré durante unos segundos, esperando a que dijera algo, pero no lo hizo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté.
Sebastián me llamó hace unos días. Me dijo que le gustaba, pero... ¿y si no es cierto?

Me quedé callado. Samantha solía arreglar sus problemas ella sola, contándome lo que le sucedía sólo para desahogarse y no para que le diera un consejo, pero ¿sobre su vida amorosa? Ella nunca hacía eso. Ni siquiera creía que ella tuviera una vida amorosa. Se besaba con los tipos de las fiestas y a veces hasta dormía con ellos si estaba medio borracha, pero ¿un novio? No, jamás. Y ahora estaba aquí, completamente sobria, sola en un cubículo apartada de la fiesta y pensando en un tipo al que prácticamente acababa de conocer. Algo definitivamente andaba mal.

—¿Te das cuenta de lo patética que suenas?
—Sí.
—Sí que te gusta, ¿no es cierto? —ella se recostó, poniendo su cabeza en mis piernas.
—Sí.
—Oye, es un idiota... bueno... no...
—Ni siquiera lo conoces —dijo. Hablaba lento y en voz baja, como si apenas estuviera poniendo atención a lo que decía.
—No lo conozco, pero tiene que ser un idiota para que tú le gustes.
—Tú eres un idiota y no te gusto —musitó.
—Pero porque si me gustaras sería algo enfermo.
—Me dijo que pensaba mucho en mí. Violeta le contó lo imbécil que te portaste en la biblioteca y todo lo que dijiste.
—¿Violeta? —otra vez ella. En todo estaba esa Violeta.
—Estaba muy ocupada pensando en cómo la iba a torturar cuando la viera, pero hoy como que terminé de procesar que eso no importaba mucho, porque... yo le gusto a Sebastián.
—Te voy a decir algo —dije—. Tú ve a buscar a Sebastián. Llámale, o lo que quiera que pretendas hacer. Habla con él. Yo me ocupo de torturar a Violeta. Y si ese inútil te hace algo, también me encargo de él ¿está bien?
—Gracias —Sam me miró y me besó la mejilla.
—¿Estás consciente de que si vuelves a hacer eso, te voy a sacar las rótulas con un tenedor?
—Por supuesto que sí.

Me levanté del diván, dejando caer su cabeza en una de las almohadas. No sabía para qué se preocupaban por adornar tanto el lugar, si al fin y al cabo sólo se usaba para tener sexo de una noche. Ni siquiera creía que alguna pareja de novios hubiese tenido sexo ahí alguna vez. Al salir del cubículo me topé con Bruno. Traía una copa en una mano y un porro en la otra.

—¿Con tu prima? ¡Con tu prima! —balbuceó él. Tenía los ojos entrecerrados y echaba humo de la boca como si fuera un tren.
—¿Dónde diablos has estado toda la noche, idiota?
—Yo... yo estaba... ¡mira, luces! —observó el láser del techo como si nunca antes lo hubiera visto. Me dieron ganas de romperle la nariz, pero al día siguiente no recordaría por qué, así que no merecía la pena.
—¿Qué te has metido, Bruno?
—¡Nada, amigo! ¡Estoy bien! ¡De verdad!
—¿Dónde está Hayden? Nos vamos.
—Oh, ¡amo esa canción! —Lo tomé por la manga mientras él comenzaba a bailar y me asomé por la cortina de nuevo.
Sam, busca a Hayden, ya vámonos de este lugar.

Samantha marcó un número en su celular y sonrió.

—No tiene idea de lo que dice, pero creo que está en la barra. Lo bueno de que dejen entrar a menores de edad, es que siempre los encuentras en la barra. ¿No es horrible? No tomé ni una copa... y tú también estás sobrio. Estamos perdiendo el toque.
—Vendremos mañana, pero sólo nosotros dos. Ya estoy harto de tener que cuidar adictos y ebrias con problemas existenciales... —pensé unos segundos y rectifiqué—. Vendremos sólo si Sebastián no te manda por un tubo. Tampoco tengo ganas de emborracharme con alguien con líos amorosos.
—¿Oliver?
—¿Mhmm? —alcé la cabeza para ver si encontraba a Hayden en la barra y lo hice: estaba besando a un tipo que parecía tener más brazos que un pulpo.
—¿De verdad es una buena idea que vaya a buscar a Sebastián?
—Escucha, lleva a Bruno al auto ¿sí? Yo voy por Hayden.
—Pero Oliver...

Dejé a Bruno con Samantha y caminé hasta la barra. Genial. Por cómo estaban besando a Hayden, parecía que ni siquiera se daría cuenta si en cualquier momento el tipo aquel le desaparecía la blusa. Logré abrirme paso entre los cuerpos apretujados que bailaban al ritmo de la música electrónica y llegué hasta donde el chico comenzaba a meter las manos donde no debía.

—¡Hayden! —grité, pero ella seguía ocupada en lo suyo.

Empujé al tipo por el hombro y escuché una vaga exclamación de su parte. Hayden lo miró, luego a mí, sonrió y me besó. Su aliento era alcohólico, sus labios sabían a tequila y su piel olía a la loción del tipo al que acababa de besar. Enredó sus manos en mi cabello, atrayéndome hacia ella, y cuando la tomé por la cintura para empujarla, enroscó sus piernas en mi cadera. Genial. Ahora tenía pegado a un changuito besucón del que no me podía deshacer.

Hayden... deja de... ¡Hayden! —grité cuando me dio un respiro.
Oliver... —me besó de nuevo, pero esta vez fue más fácil alejarme de ella.
—Mañana te vas a arrepentir —dije—. Yo ya lo estoy haciendo...

La cargué y caminé con ella en brazos hacia la salida, donde Sam ya estaba al volante de coche con Bruno totalmente dormido en el asiento de atrás. Subí y ella condujo hasta la casa. No hablamos. Bruno hacía ruidos como un león hambriento y era muy molesto... lo dejaríamos ahí hasta que despertara en la mañana y se diera cuenta de que se había puesto mal otra vez. Hayden despertaba de vez en cuando, me besaba y se volvía a dormir.

—Pues no parece que te vaya tan mal —dijo Samantha en tono burlón.
—Va a ser genial recordárselo mañana ¿no? —reí.
—Eso puedes apostarlo.


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Hola niñas!!! Bueno, había problemas en casa y lo más cerca que estuve de Internet fue twitter, así que no había podido actualizar, pero acá estoy. No he muerto xD

El punto de vista de Oliver va a ser de dos partes, porque hay mucho que decir de éste personaje. Si se aburren, me dicen, ¿¿eh??

Betzabé.

1 encontraron un motivo para comentar:

Abril G. Karera dijo...

A mí me agradó
Jujuju, ya quiero ver qué dice Hayden
n.n

Saludos

La autora

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Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
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