viernes, septiembre 18

Jamás regresar.

--¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
--Por Dios, Violeta, esto es pan comido para mí.
--Pero... ¿por qué no mejor le...?
--Es sólo pan francés ¿sí? --dijo él--. Ahora ve a bañarte o no vas a llegar a la escuela.
--Si lo quemas...
--Oye, no lo voy a quemar, ahora largo de aquí.

Me bajé del banco plateado, ese en el que Diego me había dado un sermón anoche, y me dirigí hacia la recámara con la puerta fucsia para darme un buen regaderazo. Mi hermano había insistido en que saliéramos a caminar a las cinco de la mañana para "relajar los músculos", pero accidentalmente nuestros pasos nos llevaron a la delegación, donde accidentalmente a Diego se le ocurrrió que podríamos entrar para levantar una denuncia contra el chico de la fuente, y también accidentalmente le dije que no molestara.

Examen... examen... examen... la estadística no me gustaba tanto como para alegrarme por ese maldito examen que sabrá Dios qué tan difícil estaría. Límites reales, moda, mediana, población, la varianza no sirve para nada, pero igual la necesitamos si queremos la desviación estándar; para tener la mediana hay que multiplicar la clase modal por la frecuencia y sumar el valor absoluto hasta obtener un promedio... Sí, definitivamente odiaba la estadística, por más fácil que ésta fuera.

Y el viernes había examen de latín. Puella-ae significa dama... ¿declinar dama? Puella, puellae, puellae, puellam, puella, puella... ¿plural? Puellae, puellarum, puellis, puellas, puellae, puellis... Y que las malditas declinaciones se vallan al carajo. ¿Qué propósito tenía aprender latín... momento... el latín no tenía la culpa de que mi profesor fuera un demente que se creía Dios, para ir con un sueldo de profesor a recorrer toda Europa, o era eso, o enserio nos creía idiotas para creer esa tontería. Bah, el día en que un profesor de gobierno ganara lo suficiente como para viajar por toda Europa, la facultad de pedagogía se llenaría hasta el tope.

Poco a poco mis pensamientos fueron encadenandolo todo... examen de estadística-examen de latín-odio latín-odio al profesor de latín-ese tipo es un tarado-un tarado igual que Rodrigo, porque no puede aprender biología... -¡Biología!

¿Cómo podía haberlo olvidado? Era una de las muchas cosas que andaban por mi mente pasara lo que pasara, ya fuese que un rayo me cayera o que Diego dejara de ser mujeriego... ¡¿cómo diablos pude olvidar eso?! Tenía que estar en la escuela en exactamente media hora, para ayudarle a Rodrigo con sus clases particulares de biología. Ni aunque supiera volar llegaría a tiempo... miré por la ventana de mi habitación mientras me secaba el cabello con la toalla y comenzaba a vestirme; el tráfico era horrendo, incluso en aquella zona de grandes edificios para gente rica en la que nunca había desorden alguno.

Me vestí en tiempo récord, tomé mi mochila de la silla a un lado de la cama y salí corriendo de ahí, sin siquiera maquillarme para tapar los moretones, o pasarme un peine por la cabeza.

--¿Adónde con tanta prisa?
--Tengo que irme --dije, mientras corría a la entrada principal-- ayudo a Rodrigo con biología y lo había olvidado.
--¿Rodrigo? --preguntó-- ¿Qué no es ése el novio de tu amiga?
--Sí, te explico luego.
--Oye, ¿ni siquiera vas a probar el desayuno? --preguntó en tono lastimoso, así que regresé, le di una mordida al pan y un sorbo al café.
--¡Mmmm! ¡Qué rico! Nos vemos.
--Como sea... jamás te prepararé el desayuno de nuevo... ¡Violeta! ¡Esa cara! ¿Cómo vas a ir a la escuela así?
--Oye, nadie lo va notar ¿sí? --dije apresuradamente, aún con la comida en la boca--. Tengo que irme, nos vemos.
--Cuídate.
--Ajá...

Corrí por lo menos cuatro cuadras, luego tomé un taxi cuando vi que el tráfico comenzaba a ceder y así avance unas diez cuadras, cuando el tráfico amenazó con regresar tuve que bajarme y correr el resto del camino a la escuela.

Tomé el celular mientras corría y marqué el famoso número.

--Vio, ¿qué hay de nuevo?
--Necesito que vengas antes de clases, porque no me puse el maquillaje que me diste ni estoy peinada, así que por favor trae tu maquillaje y un peine para verme decente cuando empiecen las... --decía todo tan apresurado que ni yo me entendí.
--¿No te maquillaste? --preguntó Jonathan-- ¿Estás ebria? Si alguien te ve así...
--Oye, les voy a decir que peleé o algo por el estilo.

Entonces un auto familiar dobló la esquina y yo me paré en seco, intentando no caer. Era mamá.

--Jonathan... mi mamá está en la escuela... --dije en susurros, pero jadeante.
--¿Qué? ¿Cómo que tu mamá está en la escuela?
--Maldición --susurré, antes de echar a correr de nuevo, sin despegar el aparato de mi oído.
--Es lo que faltaba --decía él--. Van a la fuente de todo. Te escapaste de tu casa, pero saben perfectamente que nunca abandonarías la escuela.
--Llámame luego.
--¿Qué? ¡Violeta! --dijo, antes de que yo colgara.

Dejé de correr. Mi cabello seguramente parecía un nido de ratas, ya que no estaba desenredado ni seco, y con la carrera seguro se había alborotado más... eso no importaba. Caminé hacia aquel auto rojo donde no había otra persona más que la mujer que me había parido.

Ella me vio acercarme y se bajó del auto luego de orillarlo. Se quedó parada unos instantes y yo me paré frente a ella.

--¿Qué diablos haces aquí? --pregunté, furiosa--. Lárgate, madre, o vas a saber de lo que soy capaz.
--Vio-leta --separó mi nombre y luego se echó a llorar--. ¿Qué tienes en la cara, hija?
--Ah, ¿te refieres a los golpes que me dio tu marido?
--Es tu padre, Violeta.
--Calla, mujer. Él y tú no son nada míos.
--Vamos a casa --sollozó, al tiempo que me tomaba del codo y me jalaba--. Esto se acabó.
--¿Ah sí?
--Mira, Violeta --dijo ella, sin dejar de llorar y mirándome a los ojos--, si no lo haces por las buenas...
--¿Qué? ¿Vas a ir a la dirección de la escuela y le vas a decir al director que le diga al rector que desaparecí? ¿Y luego qué?
--Vendrás conmigo a casa.
--Claro... pero tu casa, mujer, ya no es mi casa. En unos meses cumpliré dieciocho...
--Pero mientras eso pase, tu padre y yo tenemos la obligación de cuidarte y protegerte.

Solté una carcajada y ella comenzó a llorar más.

--Por Dios, mujer, lo único de lo que necesito protección es de ti y de ese marido tuyo --aseguré, sin dejar de sonreír--, y te juro que estaría más segura en una jaula con un león furioso que cerca de ustedes.
--Pero Violeta... yo no fui quien te golpeó.
--Pero fuiste tan estúpida como para no hacer nada mientras tu marido lo hacía, fuiste tan estúpida como para aguantar sus golpes todos los años que yo no supe nada al respecto, y fuiste tan estúpida como para quedarte con él después de lo que nos hizo a Diego y a mí...
--¿Diego? --abrió los ojos como platos-- ¿Donde está él? ¿Está bien?
--Siempre y cuando te mantengas lejos, a ti y a esa bestia que vive contigo...
--No. Tú eres mi hija y ahora mismo iré a levantar una demanda para que regreses.
--Y en el acto le diré a las autoridades que tú y ese animal que es mi papá me dejaron la cara así... y espera a ver mi cuerpo completo. No sabes el tamaño del moretón que puede dejar una patada, madre.

La mujer se puso a llorar como Magdalena y entró al auto.

--Es enserio, mujer. Si intentas hacer algo voy a meter a tu esposo y a ti en la cárcel por un buen tiempo ¿está claro?
--Sólo cuidense --dijo ella--. Los amo. Dile a Diego que lo amo y que quiero verlo.
--Yo le digo... el problema es que él quiera escuchar.
--Sólo dime dónde viven --pidió, antes de cerrar la puerta del auto.
--Prefiero quemarme viva.

Ella bajó la mirada y arrancó el motor antes de irse casi demasiado velozmente para tratarse de ella.

Ya no tenía caso correr. Caminé lentamente, sin pensar en lo que acababa de ocurrir, porque darle importacia me estresaría y entonces Diego se sentiría mal por mí. Llegué a la biblioteca y Casandra y Rodrigo estaban besuqueándose como si se dieran respiración de boca a boca... un ramalazo de dolor en el vientre bajo hizo que regresara a la realidad. Los celos siempre me regresaban a la realidad, vaya método.

En cuanto Casandra me vio, se levantó de un salto y vino hacia mí.

--¡Santo Dios! ¡Qué cabello! Espera --dijo mientras sacaba un peine, y un cepillo de su mochila.

Casandra comenzó a desenredarme el cabello mientras Rodrigo me miraba con el ceño fruncido.

--Vaya paliza que te dio tu padre --dijo-- toma, ponte esto.

Rodrigo se quitó la gorra y esperó a que Casandra me acomodara el cabello para ponermela a mí.

--Así por lo menos ya no se notará tanto.

Reprimí un suspiro por respeto a mi amiga, pero casi me desmayo por el simple hecho de sentir el roce de la mano de Rodrigo en mi piel. Lo miré como estúpida unos segundos, antes de reaccionar y poner atención a lo que estaba haciendo.

Luego de que los novios me arreglaran un poco, nos sentamos a la mesa y comenzamos la "clase", que terminó cuando, una hora después, Jonathan apareció con el maquillaje. Lástima... tuve que regresarle la gorra a Rodrigo, y aunque insistió en que me la quedara, Jonathan no haría bien su trabajo si mi cara no estaba descubierta y bien iluminada. Así que para que éste último punto se cumpliera, nos fuimos a aquel sitio donde el sol llegaba bien y la gente se mantenía apartada.

--Por lo menos te hubieras puesto una base... ¿qué habrías hecho si la señora ésa que trabaja en la oficina de derechos humanos te hubiera visto así?
--Ya te dije... hubiera inventado una pelea y ya.

Jonathan era muy hábil con la esponja, lo cual me llevó a pensar que tal vez ese bruto de Carter lo había dejado marcado más veces de las que yo había podido notar, en las pocas ocasiones que el maquillaje no le quedaba del todo bien.

--¡Auch! --me quejé cuando él recargó su mano en mi mejilla para maquillar la frente.
--Ay, lo siento.

Una vez terminado el trabajo, Jonathan guardó en envase del maquillaje y la esponja en una bolsita negra, ya que si alguien veía lo que había ahí dentro, mi amigo sería la burla de toda la escuela y de homosexual no lo bajarían.

Jonathan se me quedó mirando y luego sonrió.

--Mi obra maestra ha quedado concluida... estás per-fec-ta.
--Ya, ya, ya, modesto.

Nos miramos unos segundos y luego él me besó.

¿Eh? ¿Qué diablos hacía? Abrí los ojos como platos y quise echar mi cabeza para atrás, pero él tomó mi rostro entre sus manos, lo cual me hizo imposible efectuar cualquier movimiento... pero... Jonathan me estaba besando. Era el chico en quien confiaba, era el chico que sabía todo de mí, el chico que me conocía tal vez más que yo... ¿por qué me besaba?

Al parecer le frustró un poco que yo no le correspondiera, porque me alejó de él unos centímetros, los suficientes como para que pudiera sentir su aliento en el rostro, después me miró a los ojos y luego me besó de nuevo.

Pero... probablemente era esto mejor que ilusionarme con Rodrigo, con quien jamás tendría oportunidad alguna. Probablemente sí me gustaba Jonathan, pero como nunca había pensado en eso, no me había dado cuenta. Además sus labios eran cálidos, suaves, amables y a la vez decididos... sí... tal vez me estaba ganando el momento, pero no pude evitarlo.

Entrelacé mis dedos detrás de su nuca y le correspondí... fue simple. Él soltó una risita cuando lo acerqué a mí, pero no me importó. Estabamos sentados en el pasto, besándonos... y yo sentía una cosa rara en la barriga, que era linda, pero no tan fuerte como lo que sentía cuando veía a Rodrigo... no podía ser... ¿o sí?
miércoles, septiembre 9

Ni Katia ni Karina

Estaba a punto de aventarme por la ventana. Era insoportable. ¿Qué clase de chico andaba por ahí consiguiendo mujeres cuando su padre psicópata lo buscaba por cielo mar y tierra? Me faltaba muy poco para ir y gritarles que hicieran un poco menos de ruido. Yo tenía un examen a las once de la mañana y Diego y su "amiguita" no me dejaban dormir con los extraños ruidos que salían de su recámara. ¡Qué mala suerte que estas paredes no fueran a prueba de sonidos! Y lo peor era que cuando Diego tenía encuentros cercanos del tercer tipo con alguien, al día siguiente no paraba de decirme lo buena o mala que había sido su noche con esta o la otra chica, mientras yo intentaba no vomitar y no prestar atención a sus comparaciones absurdas.

Tomé la almohada y la aplasté contra mi cara. En un principio fue para no escuchar, pero luego pensé: "Ey, Violeta, si te mueres o te desmayas por lo menos ya no vas a escuchar las porquerías de Diego el irresponsable". Entonces apreté más la almohada hasta que no pude más y solté una carcajada. Tod en mi vida era tan absurdo que no sabía por qué no me había causado gracia hasta entonces.

Sí bueno, por más risa que me diera el asunto, tenía que dormir o me dormiría a medio examen.

Me levanté, y con almohada en mano caminé hasta la habitación de mi hermano. Respiré hondo y cerré los ojos antes de girar la perilla: obviamente la puerta no tenía el seguro puesto.

--¡Violeta! --gritó mi hermano mientras la chica que había traído a casa esa noche hacía unos ruidos extraños. -- ¿Querrías darnos un poco de privacidad?
-- Voy a abrir los ojos, así que cubre tus miserias.

Cuando quité mi mano de la cara pude ver que la chica se cubría con lo que podía y mi hermano con uno de los cojines azules que servían como adorno para su cama. La escena me pareció graciosa, pero no fui capaz de echarme a reír, así que simplemente hablé:

--Oigan, lamento interrumpir su momento de excitación, pero mañana tengo examen y están haciendo el suficiente ruido como para que me quede traumada y para no dormir.
-- Yo me largo-- dijo la chica mientras tomaba su ropa y se metía al baño de la habitación.
--Oye, Katia, espera... --dijo Diego, y en el instante la chica so volvió y lo miró furiosa.
--¡¿Katia?!
--Ay, lo siento... Karina...
--¡Eres un imbécil!
--¡Espera! --dio él, mientras yo moría por soltar una buena carcajada-- ¡Juro que sé cómo te llamas, es sólo que la situación hace que se me borre la memoria!
--Pues espero que también borres mi nombre de tu celular, porque no quiero que me vuelvas a llamar.

Yo caminé hacia la cocina y tomé un poco de agua, luego decidí que tenía hambre y me serví cereal con leche y azúcar. Mientras tanto, Diego trataba deseperadamente de recordar el nombre de la chica con quien había tenido un encuentro hasta que yo los interrumpí, pero desgraciadamente la chica salió por la puerta principal antes de que él lograra su objetivo.

Coloqué la almohada en uno de los bancos de la gran cocina y comencé a comer mi delicioso cereal. En cuanto se resignó a la pérdida, Diego vino y se sentó a mi lado.

--Siento haber arruinado tu cita de hoy --dije mientras una sonrisa comenzaba a formarse en mi rostro.
--Bah, la verdad es que ni siquiera tengo idea de cómo se llama.
--Mmm...
--Oye, perdón por esto, pero creo que mi manera de liberar el estrés y de deshacerme de tanta depresión acumulada en los últimos días es teniendo toneladas de sexo.
--Ay, Diego, tú ya tenías toneladas de sexo antes de que todo esto pasara.
--Sí.. pero creí que si te mantenía enojada conmigo por lo menos tú te librarías de pensar en eso.

Mi hermano puso una mano en mi hombro y bajó la mirada...

--Ya sé que no eres una niña, Violeta, pero aún eres joven --dijo, aún sin mirarme--, yo mismo soy demasiado joven para hacerme cargo de ti, pero no me importa, porque prefiero eso a vivir como antes lo hacía... Mi punto es que tú deberías estar preocupada por atender la escuela, a tus amigos y tal vez por conseguir algún novio... no me parece bueno que estés estresada todo el tiempo por lo que nos sucedió y menos aún por ese admirado secreto que te persigue para todos lados.
--Oye...
--No, Violeta, entiende que no me importa cuán fuerte creas ser, soy tu hermano mayor y mi deber es cuidarte...
--No creo que sea tu deber.
--Lo es. Y no porque yo haya nacido tres años antes que tú, sino porque te quiero lo suficiente como para odiar a quien te haga daño --Diego pasó su dedo índice por mi mejilla, justo debajo de la bola morada que ahora no podía ocultar con maquillaje--, incluyendo a mi papá.

Me quedé tan muda como me qudaba cuando alguien me decía que me quería, así fuera mi hermano o cualquier extraño. Yo solía decir lo que sentía, pero me parecía extraño que otras personas me dijeran lo que sentían por mí.

Terminé mi cereal y me fui a acostar, siempre con la almohada en la mano. Me tiré en la cama y estuve dando vueltas mínimo una hora, pensando en lo que me había dicho Diego. Él tenía razón, sin importar qué tan tonto fuera o qué tan irresponsable quisiera ser... yo le estaba dando mucha importancia a todo este asunto que no merecía mi atención.

A partir de ese momento no volvería a lamentarme por el pasado.

La autora

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Betzabé
Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
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Violeta

Jonathan

Sebastián

Diego

Amanda

Walter

Hayden

Samantha

Mateo

Oliver

Bruno

Casandra

Rodrigo

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