sábado, enero 2
Gracias por cerrar la boca, Walter.
17:00 |
Publicado por
Betzabé
--¿Y qué se siente?
--Como si una bala de cañón te atravesara el pecho... o peor. No sé. Me da algo de vómito sólo de pensarlo.
--Eres muy chica para vivir esas cosas --aseguró mi hermano, mientras se pasaba la mano por el cabello--. Yo tengo veinte y nunca me he enamorado.
--Oye, ya sé que nunca nos hemos llevado bien... hasta ahora ¿sí? Pero no soy estúpida.
--¿De qué hablas?
--¿En sílabas? Ma-ri-ssa.
--Oh... Ma... oye, espera un momento... ¿cómo supiste de ella?
--Un día me llamaste Marissa mientras te quejabas porque papá y mamá pelaban de nuevo. Otro día dijiste que si me pareciera un poco más a "Marissa" te caería mejor, y el día que cumplí quince años no estuviste en casa porque ibas a ver a una tal Marissa...
--Uhh...
--Y tenías mi edad en ese entonces.
--Está bien --cedió--. Pero déjame infrmarte que eso pasó hace mucho y...
El timbre. Bueno, cada vez que mi hermano y yo comenzábamos a hablar de nuestras vidas algo nos interrumpía. Típico. Pero no importaba, porque a pesar de que hasta hacía un tiempo ambos nos ignorábamos mutuamente, los dos sabíamos los básicos de la vida del otro.
--Abre tú, yo iré a mi cuarto. Tengo cosas qué hacer.
--Oye, hermanita no irás a meter a ese chico Jonathan por la ventana ¿o sí? --dijo con una sonrisa en el rostro.
--Claro que lo voy a hacer, porque meter a tu novio por la ventana es algo de lo más fácil cuando tu departamento está en el quinto piso, cabeza de chorlito.
--Era una broma...
--Eres un imbécil.
Fui a mi cuarto, con la sonrisa en el rostro todavía. Por alguna razón el sarcasmo se me daba mejor cuando estaba con mi hermano... ¿sería que me ponía todo en bandeja de plata? De cada diez palabras que decía, nueve eran estupideces y la otra una maldición.
Tomé la laptop de mi cama y me senté en la mesedora. Jonathan me había enviado las bases de un caso hacía tres o cuatro días, e incluso habíamos hablado con Walter para darle una solución coherente... Pero no la había. Era algo muy difícil. Los estudiantes normales no resolvían casos de estado sólo por el capricho de un niño rico. Para eso tenían a los policías... aunque claro, ¿quién puede confiar en policías cuando el hijo de uno de ellos es a quien quieres encarcelar? Y, sin duda, nosotros tres nos estaríamos metiendo en un problema marca diablo si nos descubrían. Además de que, de hecho, no podríamos mover un sólo dedo si sólo éramos nosotros tres. No se podía. No había manera alguna.
--Violeta ¿quieres venir a saludar, por favor? --gritó mi hermano desde algún lugar del apartamento.
--Mmm... ya voy --contesté, algo distraída.
Podría llamar a Walter para proponerle algo. Tenía una idea que tal vez podría ayudarnos, pero no estaba segura de que a Jonathan pudiera parecerle algo viable y era por eso que tenía que hablar primero con Walt, porque él siempre le metía cosas en la cabeza a Jonathan para que tomara decisiones, fueran buenas o malas.
Me levanté de la mesedora, dejé la laptop en la mesita y tomé el teléfono sólo porque el celular no tenía batería. No me gustaba usar la línea de la casa, porque a veces Diego escuchaba por el teléfono que había en su cuarto o en la sala y después se burlaba de mis conversaciones "ridículas y pretenciosas". Marqué el número de la casa de Walt, rezando para que no contestara ese hermano suyo a quien no se le entendía nada, gracias a su precario dominio del idioma español.
--¿Hola? --una voz femenina contestó.
--Hola, ¿podría comunicarme con Walter, por favor?
--Claro, espera un momento.
Salí de mi habitación, con el único propósito de ver quién había llegado a visitarnos. Pude ver al chico corpulento detrás de un sillón, tomando el control de la televisión y sonreí.
--Walter al habla --contestó el amigo de Sherlock.
--Violeta.
--¡Hola Vio! ¿Qué de nuevo?
--Nada, Walter --me reí--. Quería... hablar acerca de... tú sabes... el asunto Ricky Ricón.
--¿Ricky Ricón, dices?
--Tú sabes, el niño que quiere la ayuda de Jonathan.
--Su nombre es Aaron, Violeta.
--Pues no me importa su maldito nombre ¿sí? Es Ricky Ricón y ya.
--Ricky Ricón, entonces --rió el, cediendo--. ¿Qué hay con él?
--Tengo una idea...
--¿Idea? Genial, cuenta conmigo.
--Oye, aun no he dicho nada, Walter, espera a que te cuente todo ¿sí?
--Ah... claro, habla.
--No podemos nosotros tres, ¿cierto?
--Ni en un millón de años --afirmó.
--¿Y qué tal si... reclutamos?
--¿Reclutar? ¿De qué hablas? No somos el ejército, mujer --rió--. Además nosotros somos unos locos ¿sí? A nadie le interesa hacer lo que hacemos, Violetilla.
--Atrévete a llamarme Violetilla otra vez, Walter...
--Lo siento.
--Bueno, ya sé que será algo difícil, pero también puede ser divertido ¿no crees? Como audiciones escolares, pero con gente que conozcamos y que tenga potencial... además de que deben ser muy inteligentes.
--Continúa...
--Yo ya tengo un posible integrante... pero necesitamos hablarlo con Jonathan, primero.
--Oh...
--Exacto. Es un maldito mezquino, jamás lo va a aceptar ¿estás de acuerdo? Por eso necesito que tú le digas, eres su mejor amigo y...
--Pero tú eres su novia... y eres mujer. A tí no te pega y a mí me deja moretones.
--Humm... bueno, está bien... luego te llamo ¿sí? No vayas a decirle nada de nada, Walt, ¿estamos en esto?
--Juntos en esto --aseguró--.
Colgué y me senté junto a Sebastián. Mi hermano estaba haciendo no se qué en la terraza (tal vez regando esas plantas suyas que hacían parecer nuestra casa una jungla citadina) y su amiguito se había adueñado del control. Él me miró y sonrió.
--Hola, Vio, ¿qué hay?
--Nada nuevo. ¿A qué se debe tu visita hoy?
--Pues... Vi a un chico con uniforme del Domino's Pizza y lo seguí cuando oprimió el número cinco en el elevador.
--¿Vienes de gorrón?
--Sí --admitió con una sonrisa en el rostro--. Mamá no está y me da pereza preparar comida.
Sebastián era mi vecino del sexto piso. Había conocido a Diego en la recepción del edificio y desde entonces se veían una vez a la semana para jugar tenis o golf. Luego de mi cumpleaños él comenzó a venir más a casa, ya que a mí me parecía un chico agradable y nos estábamos haciéndo buenos amigos. Sebas era un tipo alto, sólo unos cuántos centímetros más bajo que mi hermano, quien medía unos 185 centímetros, más o menos. Su piel era blanca y tenía mejillas rojas que se encendían cada vez que se avergonzaba por algo y cuando tenía mucho calor. Sus ojos eran algo pequeños y cafés, sus labios lucían como si alguien se los hubiese mordido, gracias a su color rojizo... El rostro de Sebastián, que parecía de niño, contrastaba con su cuerpo alto y bien trabajado, de tal manera que en sus brazos se notaba cada pequeño esfuerzo que hacía al contraerse sus lindos y deseables músculos. Tenía cabello castaño oscuro y lacio, despeinado a veces, pero lucía muy bien.
--¿Hoy va a venir tu noviecito? --preguntó, con la burla en el tono de voz.
--No se llama noviecito, se llama Jonathan y así le vas a decir aunque te cueste trabajo.
--Bah, ¿cómo puedes salir con alguien así? Ese niño da pena.
--¿Pena?
--Oye, ¿lo has visto? Es tan flaco como un espaguetti, además sus ricitos no combinan con sus ojos... ni contigo.
--No está flaco, jamás lo has visto sin ropa... además, prefiero a mi Jonathan inteligente que un obsesivo-compulsivo fan del gimnasio ¿sabes?
--Espera un momento... ¿lo has visto sin ropa? Oh...
--No seas idiota. Las vacaciones pasadas fuimos a la playa y te juro que de flaco no tiene nada.
--Está bien --rió, queriendo calmar los ánimos--. Pero tú eres... ¿cómo te explico?
--¿Antisocial? ¿Enojona? ¿Gritona?
--Además de eso...
--¿Qué?
--Demasiado bonita para él.
--Sí, eso ya lo sabía... mi club de fans me lo repite cada dos segundos, pero siempre digo que los feos también tienen su derecho --y ahí estaba de nuevo el sarcasmo--. Pedazo de imbécil.
--¿Comemos? --preguntó.
--Está bien, Sebas, termínate nuestra comida.
Sebastián se levantó y yo di un respingo cuando sonaron los teléfonos que había en la sala: el mío y el principal. Contesté y cuando escuché la primera frase, quise colgar a Walter del poste más alto.
--Violeta.
--¡¿Que quieres hacer qué?!
--¿Jonathan?
--Como si una bala de cañón te atravesara el pecho... o peor. No sé. Me da algo de vómito sólo de pensarlo.
--Eres muy chica para vivir esas cosas --aseguró mi hermano, mientras se pasaba la mano por el cabello--. Yo tengo veinte y nunca me he enamorado.
--Oye, ya sé que nunca nos hemos llevado bien... hasta ahora ¿sí? Pero no soy estúpida.
--¿De qué hablas?
--¿En sílabas? Ma-ri-ssa.
--Oh... Ma... oye, espera un momento... ¿cómo supiste de ella?
--Un día me llamaste Marissa mientras te quejabas porque papá y mamá pelaban de nuevo. Otro día dijiste que si me pareciera un poco más a "Marissa" te caería mejor, y el día que cumplí quince años no estuviste en casa porque ibas a ver a una tal Marissa...
--Uhh...
--Y tenías mi edad en ese entonces.
--Está bien --cedió--. Pero déjame infrmarte que eso pasó hace mucho y...
El timbre. Bueno, cada vez que mi hermano y yo comenzábamos a hablar de nuestras vidas algo nos interrumpía. Típico. Pero no importaba, porque a pesar de que hasta hacía un tiempo ambos nos ignorábamos mutuamente, los dos sabíamos los básicos de la vida del otro.
--Abre tú, yo iré a mi cuarto. Tengo cosas qué hacer.
--Oye, hermanita no irás a meter a ese chico Jonathan por la ventana ¿o sí? --dijo con una sonrisa en el rostro.
--Claro que lo voy a hacer, porque meter a tu novio por la ventana es algo de lo más fácil cuando tu departamento está en el quinto piso, cabeza de chorlito.
--Era una broma...
--Eres un imbécil.
Fui a mi cuarto, con la sonrisa en el rostro todavía. Por alguna razón el sarcasmo se me daba mejor cuando estaba con mi hermano... ¿sería que me ponía todo en bandeja de plata? De cada diez palabras que decía, nueve eran estupideces y la otra una maldición.
Tomé la laptop de mi cama y me senté en la mesedora. Jonathan me había enviado las bases de un caso hacía tres o cuatro días, e incluso habíamos hablado con Walter para darle una solución coherente... Pero no la había. Era algo muy difícil. Los estudiantes normales no resolvían casos de estado sólo por el capricho de un niño rico. Para eso tenían a los policías... aunque claro, ¿quién puede confiar en policías cuando el hijo de uno de ellos es a quien quieres encarcelar? Y, sin duda, nosotros tres nos estaríamos metiendo en un problema marca diablo si nos descubrían. Además de que, de hecho, no podríamos mover un sólo dedo si sólo éramos nosotros tres. No se podía. No había manera alguna.
--Violeta ¿quieres venir a saludar, por favor? --gritó mi hermano desde algún lugar del apartamento.
--Mmm... ya voy --contesté, algo distraída.
Podría llamar a Walter para proponerle algo. Tenía una idea que tal vez podría ayudarnos, pero no estaba segura de que a Jonathan pudiera parecerle algo viable y era por eso que tenía que hablar primero con Walt, porque él siempre le metía cosas en la cabeza a Jonathan para que tomara decisiones, fueran buenas o malas.
Me levanté de la mesedora, dejé la laptop en la mesita y tomé el teléfono sólo porque el celular no tenía batería. No me gustaba usar la línea de la casa, porque a veces Diego escuchaba por el teléfono que había en su cuarto o en la sala y después se burlaba de mis conversaciones "ridículas y pretenciosas". Marqué el número de la casa de Walt, rezando para que no contestara ese hermano suyo a quien no se le entendía nada, gracias a su precario dominio del idioma español.
--¿Hola? --una voz femenina contestó.
--Hola, ¿podría comunicarme con Walter, por favor?
--Claro, espera un momento.
Salí de mi habitación, con el único propósito de ver quién había llegado a visitarnos. Pude ver al chico corpulento detrás de un sillón, tomando el control de la televisión y sonreí.
--Walter al habla --contestó el amigo de Sherlock.
--Violeta.
--¡Hola Vio! ¿Qué de nuevo?
--Nada, Walter --me reí--. Quería... hablar acerca de... tú sabes... el asunto Ricky Ricón.
--¿Ricky Ricón, dices?
--Tú sabes, el niño que quiere la ayuda de Jonathan.
--Su nombre es Aaron, Violeta.
--Pues no me importa su maldito nombre ¿sí? Es Ricky Ricón y ya.
--Ricky Ricón, entonces --rió el, cediendo--. ¿Qué hay con él?
--Tengo una idea...
--¿Idea? Genial, cuenta conmigo.
--Oye, aun no he dicho nada, Walter, espera a que te cuente todo ¿sí?
--Ah... claro, habla.
--No podemos nosotros tres, ¿cierto?
--Ni en un millón de años --afirmó.
--¿Y qué tal si... reclutamos?
--¿Reclutar? ¿De qué hablas? No somos el ejército, mujer --rió--. Además nosotros somos unos locos ¿sí? A nadie le interesa hacer lo que hacemos, Violetilla.
--Atrévete a llamarme Violetilla otra vez, Walter...
--Lo siento.
--Bueno, ya sé que será algo difícil, pero también puede ser divertido ¿no crees? Como audiciones escolares, pero con gente que conozcamos y que tenga potencial... además de que deben ser muy inteligentes.
--Continúa...
--Yo ya tengo un posible integrante... pero necesitamos hablarlo con Jonathan, primero.
--Oh...
--Exacto. Es un maldito mezquino, jamás lo va a aceptar ¿estás de acuerdo? Por eso necesito que tú le digas, eres su mejor amigo y...
--Pero tú eres su novia... y eres mujer. A tí no te pega y a mí me deja moretones.
--Humm... bueno, está bien... luego te llamo ¿sí? No vayas a decirle nada de nada, Walt, ¿estamos en esto?
--Juntos en esto --aseguró--.
Colgué y me senté junto a Sebastián. Mi hermano estaba haciendo no se qué en la terraza (tal vez regando esas plantas suyas que hacían parecer nuestra casa una jungla citadina) y su amiguito se había adueñado del control. Él me miró y sonrió.
--Hola, Vio, ¿qué hay?
--Nada nuevo. ¿A qué se debe tu visita hoy?
--Pues... Vi a un chico con uniforme del Domino's Pizza y lo seguí cuando oprimió el número cinco en el elevador.
--¿Vienes de gorrón?
--Sí --admitió con una sonrisa en el rostro--. Mamá no está y me da pereza preparar comida.
Sebastián era mi vecino del sexto piso. Había conocido a Diego en la recepción del edificio y desde entonces se veían una vez a la semana para jugar tenis o golf. Luego de mi cumpleaños él comenzó a venir más a casa, ya que a mí me parecía un chico agradable y nos estábamos haciéndo buenos amigos. Sebas era un tipo alto, sólo unos cuántos centímetros más bajo que mi hermano, quien medía unos 185 centímetros, más o menos. Su piel era blanca y tenía mejillas rojas que se encendían cada vez que se avergonzaba por algo y cuando tenía mucho calor. Sus ojos eran algo pequeños y cafés, sus labios lucían como si alguien se los hubiese mordido, gracias a su color rojizo... El rostro de Sebastián, que parecía de niño, contrastaba con su cuerpo alto y bien trabajado, de tal manera que en sus brazos se notaba cada pequeño esfuerzo que hacía al contraerse sus lindos y deseables músculos. Tenía cabello castaño oscuro y lacio, despeinado a veces, pero lucía muy bien.
--¿Hoy va a venir tu noviecito? --preguntó, con la burla en el tono de voz.
--No se llama noviecito, se llama Jonathan y así le vas a decir aunque te cueste trabajo.
--Bah, ¿cómo puedes salir con alguien así? Ese niño da pena.
--¿Pena?
--Oye, ¿lo has visto? Es tan flaco como un espaguetti, además sus ricitos no combinan con sus ojos... ni contigo.
--No está flaco, jamás lo has visto sin ropa... además, prefiero a mi Jonathan inteligente que un obsesivo-compulsivo fan del gimnasio ¿sabes?
--Espera un momento... ¿lo has visto sin ropa? Oh...
--No seas idiota. Las vacaciones pasadas fuimos a la playa y te juro que de flaco no tiene nada.
--Está bien --rió, queriendo calmar los ánimos--. Pero tú eres... ¿cómo te explico?
--¿Antisocial? ¿Enojona? ¿Gritona?
--Además de eso...
--¿Qué?
--Demasiado bonita para él.
--Sí, eso ya lo sabía... mi club de fans me lo repite cada dos segundos, pero siempre digo que los feos también tienen su derecho --y ahí estaba de nuevo el sarcasmo--. Pedazo de imbécil.
--¿Comemos? --preguntó.
--Está bien, Sebas, termínate nuestra comida.
Sebastián se levantó y yo di un respingo cuando sonaron los teléfonos que había en la sala: el mío y el principal. Contesté y cuando escuché la primera frase, quise colgar a Walter del poste más alto.
--Violeta.
--¡¿Que quieres hacer qué?!
--¿Jonathan?
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La autora
- Betzabé
- Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
2 encontraron un motivo para comentar:
oh por dios...
soy bruja...
estaba pensando:
Esta mujer cuando volvera a escribir?
abro la pagina y la primera entrada que se ve
es la tuya!
Ahora vere si puedo traer a Robert Pattinson o a Taylor Lautner...
Al fin vuelves a escribir 8-)
Me gusto mucho el cap, pero no entendi bien el final, espero que escribas pronto para que mis dudas se aclaren, ¿por favor? vuelve a escribir pronto y te lo agradecere mucho :D
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