viernes, febrero 19
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22:04 |
Publicado por
Betzabé
Diego y yo nos habíamos desmayado (en el sentido figurado de la palabra) en el sillón del cuarto de televisión. Él había llegado más o menos dos horas después de que Sebastián y Jonathan se fueran a sus casas y había traído consigo una película de acción. Yo estaba cansada a pesar de que no había hecho mucho durante los últimos días, y ambos nos dormimos antes de que la película llegase a la mitad. No estoy segura de cuánto tiempo pasó antes de que nos despertara el odioso sonido de su celular.
Ambos nos movimos en nuestros lugares y nos quejamos porque se nos habían entumido los músculos; él estaba medio sentado en el sillón y la mitad de mi cuerpo descansaba sobre sus piernas en una posición bastante incómoda.
--¿Sí? --susurró Diego al contestar el teléfono, con su voz adormilada--. No. Claro. ¿Ahora? No estarás hablando en serio, Sarah... quiero decir... señorita Salazar. Está bien. La veré mañana.
Mi hermano colgó e hizo una mueca de asco cuando guardó el aparato en el bolsillo de su pantalón. Me reí cuando me di cuenta de que él traía puestos unos pantalones de vestir, camisa blanca y saco, y que su corbata descansaba medio anudada en el brazo del sillón. Antes mi hermano sólo vestía jeans y camisetas con mensajes subliminales y dibujos raros, pero ahora siempre usaba traje y todo el tiempo tenía que contestar su celular, no importaba si estuviese en el baño o durmiendo.
--¿Tu jefa? --pregunté.
--Sí... es una loca. El otro día... digamos que...
--Te acostaste con ella --afirmé.
--Sí --admitió, con las cejas caídas y los dientes apretados--. Y ahora me trata como si fuera su perro.
--Sólo a ti se te ocurre hacerlo con tu jefa, Diego.
--El problema es que no fue mi culpa... del todo --dijo, mirando hacia la nada--. Ella dijo que yo era guapo, luego le dije que era muy hermosa, nos besamos y...
--Créeme, no quiero detalles --aseguré.
--Claro... El punto es que ahora me da más trabajo que antes y me pide reportes que ni siquiera me corresponden. La odio. Es una bruja loca.
--Si mantuvieras tus hormonas a raya, entonces todo sería más fácil, ¿no crees?
--Deberías agradecer que ya no traigo mujeres a la casa.
--Sí... creo que definitivamente agradezco eso.
Antes, cuando mi hermano conquistaba a una nueva chica, yo tenía que sufrir las consecuencias: una larga noche sin dormir y escuchando cosas que no tenía que escuchar.
--Yo... estuve... con Jonathan... en... --tartamudeé.
--¡¿Lo hiciste con Jonathan?! --gritó él, mientras se apartaba de mí y se paraba junto a la mesa, cruzando los brazos sobre el pecho. Ahí estaba: la actitud de hermano responsable.
Pero era mi culpa. ¿Por qué le estaba diciendo esto a mi hermano? Antes Diego y yo casi nos odiábamos, o por lo menos él me odiaba desde que tuvimos que mudarnos de ciudad porque un loco quiso matarme. Diego jamás me perdonó que por mi culpa lo hubieran separado de Melissa. Él la quería y demasiado. Antes, cuando yo era una niña de quince años, él me aborrecía porque tal vez si no me hubiese salvado la vida esa noche él seguiría con Melissa y tendrían unos lindos niños de cabello castaño. Si Diego no me hubiese seguido hasta aquel club, si no hubiese apartado a aquella bestia estranguladora de mí... bueno, digamos que su vida no habría sido tan deprimente después de eso. Tal vez no tendría a su hermana, pero Melissa seguiría con él, lo que significa que el amor de su vida seguiría con él. Luego de que nos mudamos esta ciudad, mi hermano y yo dejamos de hablarnos, o por lo menos de respetarnos. Al principio me dolía que me tratara como a una cucaracha, pero con el tiempo me acostumbré y ambos nos hacíamos la guerra mutuamente; igual que papá y mamá.
--Yo... no exactamente --susurré.
--¿¡Qué diablos estabas pensando, Violeta Lazcano!? ¡Eres una niña, por el amor de Dios! --gritaba él, agitando las manos en el aire--. ¿¡Quieres contagiarte de algo!? ¿¡Quieres embarazarte!? ¡Violeta! ¿Al menos usaron un condón?
--¡Oye! --lo interrumpí, esforzándome al máximo por no llorar mientras los gritos que salían de mi garganta me ardían como el infierno--. ¡No lo hice con él! Además tú tienes toneladas de sexo todo el tiempo y yo nunca te digo nada, así que ¿por qué diablos debería permanecer virgen hasta el matrimonio? Eres un imbécil, Diego. Quería hablar contigo, pero ¿sabes qué? Olvídalo.
Lo miré unos segundos y luego él se sentó de nuevo en el sillón. Yo respiraba agitadamente por la boca y el aire frío me ardía en la garganta. Mi hermano me miró a los ojos y luego exhaló.
--Está bien --dijo--. Lo siento. Eres mi hermana y eres pequeña, así que me preocupas ¿sí? Pero es todo. No eres una idiota ni nada por el estilo, ya sé que soy un poco paranoico pero... ¿Jonathan? Qué asco, Violeta, ese tipo no te merece.
--¿Ah no? ¿Y de cuándo a acá te cae mal Jonathan?
--Desde hoy. Cuéntame qué pasó.
--¿Te vas a poner histérico?
--No.
--Bueno --inicié--... Vino Cass para hacer las pases y entramos a mi habitación para hablar. Entonces no recuerdo qué pasó, pero Jonathan dijo que iba a irse y ¿sabes? No sé por qué le dije gracias, tal vez porque no me dejó sola con Cass y ese tema tan vergonzoso... el punto es que vino y me besó, y a mí me dio algo en el pecho y en la barriga, entonces Casandra dijo algo acerca de que no nos manoseáramos y Jonathan la corrió de la habitación... Luego la cosa de mi barriga se me subió a la cabeza, como cuando tomas mucho y no sabes lo que haces, y sentí que él estaba muy lejos de mí, a pesar de que me tenía apretada contra su cuerpo... así que le quité la camiseta y...
--¿Segura que no quieres parar? Porque lo que me estás diciendo me va a dejar imágenes que no quiero conservar en mi cabeza. Te juro por mi vida que lo que menos quiere un hombre es imaginarse a su hermana acostándose con su novio.
--¿Te cuento o no? --pregunté, con las mejillas encendidas.
--Está bien... pero cuando creas que e demasiada información (tanta que ni yo la pueda procesar), entonces deja de hablar.
--Después él se deshizo de mi blusa sin que yo me diera cuenta y para cuando regresé a la realidad ya estábamos en la cama besándonos como enfermos y yo estaba diciéndole "te amo"...
--¿¡Qué!? --mi hermano quitó la cara de asco y la reemplazó con una de terror-- ¿¡Qué fue lo que le dijiste!?
--No vas a hacer otro drama por eso ¿o sí? --pregunté.
--No... Es sólo que hace un rato lo vi aquí. ¿Quedaron como amigos o algo así?
--¿Quedar? ¿De qué maldita sea hablas?
--Pues cuando una chica te dice "te amo" es un excelente momento para terminar con ella. Y más si te lo dice cuando están a punto de tener sexo. ¿Quedaron como amigos? ¿Estás deprimida o algo por el estilo?
--No terminamos --lo miré, confundida.
--¿No? --ahora él parecía treinta veces más confundido que yo--. ¿Y qué dijo él?
--Pues primero se me quedó mirando, luego yo me levanté con ganas de deshacerme la cabeza a golpes y unos segundos después él estaba parado atrás de mí diciendo que no se podía creer que se lo hubiera dicho. Y me dijo que me amaba, pero no me lo decía porque no sabía si yo sentía lo mismo.
--Guau.
--¿Qué?
--Es lo más cursi y empalagoso que he escuchado en mi vida... y mira que he escuchado muchas cosas ridículas --él me miró pensativo y luego continuó--. ¿Y por qué le dijiste eso? Según tú, él nada más era algo así como una distracción para desembobarte de Rodrigo ¿no?
--Yo creo que... Bueno... Jonathan siempre ha estado conmigo. Él sabe todo de mí, incluyendo las cosas que jamás en la vida le diría a Cass, y creo que estaba tan estúpida mirando a Rodrigo que nunca me había detenido a pensar en Jonathan. ¿Sabes qué pienso? Que ya lo quería antes de que me besara ese día en la escuela... creo que ya lo sentía, sólo que no me había dado cuenta. Eso o tal vez me enamoré así de él luego de que empezamos... no sé... pero sí te digo que se lo dije en serio. Sí lo siento...
--Eso no está bien --musitó.
--¿Por qué? ¿Porque lo único interesante en el planeta es el sexo y todo se arruina cuando hay amor de por medio?
--No.
--¿Entonces?
--No está bien porque cuando quieres a alguien y cualquier cosa hace que lo alejen de ti... bueno, es como si te patearan el pecho cada vez que te acuerdas de su nombre.
--¿Y cómo sabes que a Jonathan y a mí nos van a separar? ¿Qué tal si nos quedamos juntos toda la vida y nos pasan esas cosas de las películas? --bromeé.
--El amor no es así, Vio --aseguró, serio--. Tarde o temprano uno de los dos deja de querer y el otro se queda hecho papilla en un rincón. De veras no quiero que a ti te pase eso.
--No me va a pasar, ya verás que no --aseguré.
Mi hermano cerró los ojos y creo que comenzó a quedarse dormido, pero en esos momentos mi cabeza era una revolución y tenía que preguntar.
--¿Diego?
--¿Mhhmm?
--¿Crees que yo también cambié?
--¿También?
--Sí --dije, insegura de pronto--. Me refiero a que antes tú eras un tarado sin corazón y ahora eres este nuevo Diego responsable y paranoico que no quiere que su hermana sufra. Antes Cass confiaba en mí y siempre me decía todo, ahora que nos volvimos a hablar la noto distante y precavida. Jonathan era despreocupado y siempre decía que yo podía hacer todo, ahora es como un clon tuyo, sólo que más guapo e inteligente...
--Sí. Tú también cambiaste, Vio, pero creo que cambiaste para bien.
--¿Sí?
--Claro --aseguró, sin abrir los ojos aún--. Aunque a mí me gustaría que volvieras a ser la de antes.
--Según mis conjeturas ahora soy más tonta, cursi y paciente... ¿quieres que vuelva a ser agresiva, desconfiada y cínica?
--No. Yo me refiero a mucho antes.
Entonces comprendí. Me tragué el nudo que se formó en mi garganta maltrecha y agradecí que él no pudiera ver mi expresión.
--No puedo --dije de pronto, en un susurro--. Ya no puedo ser así, Diego. Ni por más que lo intente.
--Eras la chica más feliz en el planeta. Luego vino él y dejaste de creer en el mundo. Dejaste de querer a quienes te queremos y te apartaste de todo y de todos. A veces pensaba que Jonathan tenía suerte porque a pesar de que lo conociste luego de venir aquí, le diste toda tu confianza, le contaste el por qué de tus pesadillas y de tus ataques de pánico repentinos... a mí jamás me tuviste ese cariño.
Mis mejillas parecían un incendio. Me ardían los ojos y sentía una bola en la garganta que, si la dejaba permanecer ahí, obligaría a las lágrimas a salir.
--Tú no me querías --me parecía curioso que justo ahora estuviéramos hablando de aquello que yo había pensado hacía sólo unos minutos--. Porque te alejaron de Melissa por mi culpa. Y me sentía culpable. Sentía que gracias a mí tú eras infeliz... porque tal vez tú no lo hayas notado, pero parecías un zombie cuando caminabas por ahí sin mirar a ningún lado. Me sentía mal cuando me veías con ese rencor y me decías que gracias a ti no me habían matado. ¿Sabes qué? Si ese hombre hubiese hecho lo que quería tal vez tú serías más feliz ahora.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas y eso era algo de lo que más odiaba en el planeta. Era humillante. Mi hermano me miró sorprendido y luego negó con la cabeza.
--Nunca vuelvas a decir eso, Vio --sentenció--. Estaba enojado, tenía ira... pero nunca me arrepentí de haberte quitado de encima a ese loco. Nunca, ¿me oyes?
--¿Por qué siempre que comenzamos a hablar de tu vida pasamos a la mía y luego terminamos con un discurso empalagoso? --sonreí.
--Tú misma acabas de decirlo ¿no? Todos cambiamos, y para tu mala suerte, tú te convertiste en la niña amorosa que anda por la vida abrazando a todo el mundo.
--Bueno, a partir de hoy soy la antigua Violeta... la Violeta agresiva, quiero decir.
Todos habíamos cambiado. Y tal vez era lo que necesitábamos para poder aclarar aquellas cosas que nos habían tenido tensos durante años.
Ambos nos movimos en nuestros lugares y nos quejamos porque se nos habían entumido los músculos; él estaba medio sentado en el sillón y la mitad de mi cuerpo descansaba sobre sus piernas en una posición bastante incómoda.
--¿Sí? --susurró Diego al contestar el teléfono, con su voz adormilada--. No. Claro. ¿Ahora? No estarás hablando en serio, Sarah... quiero decir... señorita Salazar. Está bien. La veré mañana.
Mi hermano colgó e hizo una mueca de asco cuando guardó el aparato en el bolsillo de su pantalón. Me reí cuando me di cuenta de que él traía puestos unos pantalones de vestir, camisa blanca y saco, y que su corbata descansaba medio anudada en el brazo del sillón. Antes mi hermano sólo vestía jeans y camisetas con mensajes subliminales y dibujos raros, pero ahora siempre usaba traje y todo el tiempo tenía que contestar su celular, no importaba si estuviese en el baño o durmiendo.
--¿Tu jefa? --pregunté.
--Sí... es una loca. El otro día... digamos que...
--Te acostaste con ella --afirmé.
--Sí --admitió, con las cejas caídas y los dientes apretados--. Y ahora me trata como si fuera su perro.
--Sólo a ti se te ocurre hacerlo con tu jefa, Diego.
--El problema es que no fue mi culpa... del todo --dijo, mirando hacia la nada--. Ella dijo que yo era guapo, luego le dije que era muy hermosa, nos besamos y...
--Créeme, no quiero detalles --aseguré.
--Claro... El punto es que ahora me da más trabajo que antes y me pide reportes que ni siquiera me corresponden. La odio. Es una bruja loca.
--Si mantuvieras tus hormonas a raya, entonces todo sería más fácil, ¿no crees?
--Deberías agradecer que ya no traigo mujeres a la casa.
--Sí... creo que definitivamente agradezco eso.
Antes, cuando mi hermano conquistaba a una nueva chica, yo tenía que sufrir las consecuencias: una larga noche sin dormir y escuchando cosas que no tenía que escuchar.
--Yo... estuve... con Jonathan... en... --tartamudeé.
--¡¿Lo hiciste con Jonathan?! --gritó él, mientras se apartaba de mí y se paraba junto a la mesa, cruzando los brazos sobre el pecho. Ahí estaba: la actitud de hermano responsable.
Pero era mi culpa. ¿Por qué le estaba diciendo esto a mi hermano? Antes Diego y yo casi nos odiábamos, o por lo menos él me odiaba desde que tuvimos que mudarnos de ciudad porque un loco quiso matarme. Diego jamás me perdonó que por mi culpa lo hubieran separado de Melissa. Él la quería y demasiado. Antes, cuando yo era una niña de quince años, él me aborrecía porque tal vez si no me hubiese salvado la vida esa noche él seguiría con Melissa y tendrían unos lindos niños de cabello castaño. Si Diego no me hubiese seguido hasta aquel club, si no hubiese apartado a aquella bestia estranguladora de mí... bueno, digamos que su vida no habría sido tan deprimente después de eso. Tal vez no tendría a su hermana, pero Melissa seguiría con él, lo que significa que el amor de su vida seguiría con él. Luego de que nos mudamos esta ciudad, mi hermano y yo dejamos de hablarnos, o por lo menos de respetarnos. Al principio me dolía que me tratara como a una cucaracha, pero con el tiempo me acostumbré y ambos nos hacíamos la guerra mutuamente; igual que papá y mamá.
--Yo... no exactamente --susurré.
--¿¡Qué diablos estabas pensando, Violeta Lazcano!? ¡Eres una niña, por el amor de Dios! --gritaba él, agitando las manos en el aire--. ¿¡Quieres contagiarte de algo!? ¿¡Quieres embarazarte!? ¡Violeta! ¿Al menos usaron un condón?
--¡Oye! --lo interrumpí, esforzándome al máximo por no llorar mientras los gritos que salían de mi garganta me ardían como el infierno--. ¡No lo hice con él! Además tú tienes toneladas de sexo todo el tiempo y yo nunca te digo nada, así que ¿por qué diablos debería permanecer virgen hasta el matrimonio? Eres un imbécil, Diego. Quería hablar contigo, pero ¿sabes qué? Olvídalo.
Lo miré unos segundos y luego él se sentó de nuevo en el sillón. Yo respiraba agitadamente por la boca y el aire frío me ardía en la garganta. Mi hermano me miró a los ojos y luego exhaló.
--Está bien --dijo--. Lo siento. Eres mi hermana y eres pequeña, así que me preocupas ¿sí? Pero es todo. No eres una idiota ni nada por el estilo, ya sé que soy un poco paranoico pero... ¿Jonathan? Qué asco, Violeta, ese tipo no te merece.
--¿Ah no? ¿Y de cuándo a acá te cae mal Jonathan?
--Desde hoy. Cuéntame qué pasó.
--¿Te vas a poner histérico?
--No.
--Bueno --inicié--... Vino Cass para hacer las pases y entramos a mi habitación para hablar. Entonces no recuerdo qué pasó, pero Jonathan dijo que iba a irse y ¿sabes? No sé por qué le dije gracias, tal vez porque no me dejó sola con Cass y ese tema tan vergonzoso... el punto es que vino y me besó, y a mí me dio algo en el pecho y en la barriga, entonces Casandra dijo algo acerca de que no nos manoseáramos y Jonathan la corrió de la habitación... Luego la cosa de mi barriga se me subió a la cabeza, como cuando tomas mucho y no sabes lo que haces, y sentí que él estaba muy lejos de mí, a pesar de que me tenía apretada contra su cuerpo... así que le quité la camiseta y...
--¿Segura que no quieres parar? Porque lo que me estás diciendo me va a dejar imágenes que no quiero conservar en mi cabeza. Te juro por mi vida que lo que menos quiere un hombre es imaginarse a su hermana acostándose con su novio.
--¿Te cuento o no? --pregunté, con las mejillas encendidas.
--Está bien... pero cuando creas que e demasiada información (tanta que ni yo la pueda procesar), entonces deja de hablar.
--Después él se deshizo de mi blusa sin que yo me diera cuenta y para cuando regresé a la realidad ya estábamos en la cama besándonos como enfermos y yo estaba diciéndole "te amo"...
--¿¡Qué!? --mi hermano quitó la cara de asco y la reemplazó con una de terror-- ¿¡Qué fue lo que le dijiste!?
--No vas a hacer otro drama por eso ¿o sí? --pregunté.
--No... Es sólo que hace un rato lo vi aquí. ¿Quedaron como amigos o algo así?
--¿Quedar? ¿De qué maldita sea hablas?
--Pues cuando una chica te dice "te amo" es un excelente momento para terminar con ella. Y más si te lo dice cuando están a punto de tener sexo. ¿Quedaron como amigos? ¿Estás deprimida o algo por el estilo?
--No terminamos --lo miré, confundida.
--¿No? --ahora él parecía treinta veces más confundido que yo--. ¿Y qué dijo él?
--Pues primero se me quedó mirando, luego yo me levanté con ganas de deshacerme la cabeza a golpes y unos segundos después él estaba parado atrás de mí diciendo que no se podía creer que se lo hubiera dicho. Y me dijo que me amaba, pero no me lo decía porque no sabía si yo sentía lo mismo.
--Guau.
--¿Qué?
--Es lo más cursi y empalagoso que he escuchado en mi vida... y mira que he escuchado muchas cosas ridículas --él me miró pensativo y luego continuó--. ¿Y por qué le dijiste eso? Según tú, él nada más era algo así como una distracción para desembobarte de Rodrigo ¿no?
--Yo creo que... Bueno... Jonathan siempre ha estado conmigo. Él sabe todo de mí, incluyendo las cosas que jamás en la vida le diría a Cass, y creo que estaba tan estúpida mirando a Rodrigo que nunca me había detenido a pensar en Jonathan. ¿Sabes qué pienso? Que ya lo quería antes de que me besara ese día en la escuela... creo que ya lo sentía, sólo que no me había dado cuenta. Eso o tal vez me enamoré así de él luego de que empezamos... no sé... pero sí te digo que se lo dije en serio. Sí lo siento...
--Eso no está bien --musitó.
--¿Por qué? ¿Porque lo único interesante en el planeta es el sexo y todo se arruina cuando hay amor de por medio?
--No.
--¿Entonces?
--No está bien porque cuando quieres a alguien y cualquier cosa hace que lo alejen de ti... bueno, es como si te patearan el pecho cada vez que te acuerdas de su nombre.
--¿Y cómo sabes que a Jonathan y a mí nos van a separar? ¿Qué tal si nos quedamos juntos toda la vida y nos pasan esas cosas de las películas? --bromeé.
--El amor no es así, Vio --aseguró, serio--. Tarde o temprano uno de los dos deja de querer y el otro se queda hecho papilla en un rincón. De veras no quiero que a ti te pase eso.
--No me va a pasar, ya verás que no --aseguré.
Mi hermano cerró los ojos y creo que comenzó a quedarse dormido, pero en esos momentos mi cabeza era una revolución y tenía que preguntar.
--¿Diego?
--¿Mhhmm?
--¿Crees que yo también cambié?
--¿También?
--Sí --dije, insegura de pronto--. Me refiero a que antes tú eras un tarado sin corazón y ahora eres este nuevo Diego responsable y paranoico que no quiere que su hermana sufra. Antes Cass confiaba en mí y siempre me decía todo, ahora que nos volvimos a hablar la noto distante y precavida. Jonathan era despreocupado y siempre decía que yo podía hacer todo, ahora es como un clon tuyo, sólo que más guapo e inteligente...
--Sí. Tú también cambiaste, Vio, pero creo que cambiaste para bien.
--¿Sí?
--Claro --aseguró, sin abrir los ojos aún--. Aunque a mí me gustaría que volvieras a ser la de antes.
--Según mis conjeturas ahora soy más tonta, cursi y paciente... ¿quieres que vuelva a ser agresiva, desconfiada y cínica?
--No. Yo me refiero a mucho antes.
Entonces comprendí. Me tragué el nudo que se formó en mi garganta maltrecha y agradecí que él no pudiera ver mi expresión.
--No puedo --dije de pronto, en un susurro--. Ya no puedo ser así, Diego. Ni por más que lo intente.
--Eras la chica más feliz en el planeta. Luego vino él y dejaste de creer en el mundo. Dejaste de querer a quienes te queremos y te apartaste de todo y de todos. A veces pensaba que Jonathan tenía suerte porque a pesar de que lo conociste luego de venir aquí, le diste toda tu confianza, le contaste el por qué de tus pesadillas y de tus ataques de pánico repentinos... a mí jamás me tuviste ese cariño.
Mis mejillas parecían un incendio. Me ardían los ojos y sentía una bola en la garganta que, si la dejaba permanecer ahí, obligaría a las lágrimas a salir.
--Tú no me querías --me parecía curioso que justo ahora estuviéramos hablando de aquello que yo había pensado hacía sólo unos minutos--. Porque te alejaron de Melissa por mi culpa. Y me sentía culpable. Sentía que gracias a mí tú eras infeliz... porque tal vez tú no lo hayas notado, pero parecías un zombie cuando caminabas por ahí sin mirar a ningún lado. Me sentía mal cuando me veías con ese rencor y me decías que gracias a ti no me habían matado. ¿Sabes qué? Si ese hombre hubiese hecho lo que quería tal vez tú serías más feliz ahora.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas y eso era algo de lo que más odiaba en el planeta. Era humillante. Mi hermano me miró sorprendido y luego negó con la cabeza.
--Nunca vuelvas a decir eso, Vio --sentenció--. Estaba enojado, tenía ira... pero nunca me arrepentí de haberte quitado de encima a ese loco. Nunca, ¿me oyes?
--¿Por qué siempre que comenzamos a hablar de tu vida pasamos a la mía y luego terminamos con un discurso empalagoso? --sonreí.
--Tú misma acabas de decirlo ¿no? Todos cambiamos, y para tu mala suerte, tú te convertiste en la niña amorosa que anda por la vida abrazando a todo el mundo.
--Bueno, a partir de hoy soy la antigua Violeta... la Violeta agresiva, quiero decir.
Todos habíamos cambiado. Y tal vez era lo que necesitábamos para poder aclarar aquellas cosas que nos habían tenido tensos durante años.
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La autora
- Betzabé
- Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
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Me ha mencionado esta entrada. Después de leerla, me apetece tener una(LA) conversación con mi padre..
Unbeso, aquí tienes otra seguidora más. :)
me gusto es como una platica reveladora y más para mi porq no tengo hermanos, solo amigos pero wow me gusto :D espero el proximo capitulo y mmm me interesa saber el plan de jonathan :D
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