viernes, febrero 5
Qué ironía.
22:53 |
Publicado por
Betzabé
Casandra había llegado a mi casa una hora después de que colgamos. Me había costado trabajo deshacerme de mi hermano y de Sebastián, pero lo había logrado. Jonathan se negó a retirarse, argumentando que si Casandra se ponía histérica tal vez yo necesitaría apoyo. Sí claro, como si él estuviera en condiciones de defenderme... antes de que Cass pudiera golpearme, él ya estaría desmayado a media sala.
Rodrigo no había ido. No quería preguntar, por miedo a que ella y Jonathan lo tomaran mal, pero mi curiosidad fue mayor y la pregunta salió de mi boca como el gas cuando agitas una botella de Coca-Cola.
--Él... no... quiso venir --dijo ella--. No lo creímos conveniente.
--Sí bueno, tal vez no podría controlarse al ver a Violeta y se le aventaría encima como bestia en celo --apuntó Jonathan secamente.
--No...
--¿Quieres cerrar la boca unos segundos, Jonathan? --interrumpí.
Los tres entramos a mi habitación y casandra se quedó mirando las paredes como si estuviese parada en alguna nave extraterrestre.
--Es muy linda tu nueva casa --dijo ella.
--¿Nueva? La habrías visto antes si no fueras tan estúpida y tan orgullosa --dijo Jonathan con el mismo tono agrio y antisocial.
--Siéntate donde quieras --dije.
Casandra se acomodó en la mesedora y echó su cabeza hacia atrás, tal vez arrepentida de haber venido, o tal vez temerosa de que yo fuera a reclamarle algo. Como si estuviera en posición de hacerlo. Yo me senté en la cama y Jonathan se acostó junto a mí, colocando su cabeza en mis piernas. Comencé a pasar mi mano izquierda por su cabello mientras la otra descansaba en su pecho. Tal vez había sido una buena idea dejarlo en casa... por lo menos me daba un pretexto para no mirar a Cass mientras hablaba. Él tomó un cubo de Rubik que había en el buró y se puso a jugar con él para darnos un poco de privacidad... o algo así.
--Escucha... --comenzó ella--. Quería pedirte perdón por cómo me porté ese día. Creo que... estaba algo...
--¿Enfurecida? --preguntó Jonathan mientras colocaba dos hileras de color azul juntas--. ¿Salvajemente cegada?
--Jonathan --susurré, dando una palmada en su pecho. Tal vez lo de la privacidad no estaba en su lista de intenciones.
--No, él tiene razón --intervino Casandra.
--Pero... yo hubiese hecho lo mismo, Cass, no tienes que preocuparte por eso.
Con la garganta tan dañada como la tenía, mi discurso parecía un rugido o algo por el estilo.
--No. Tú me habrías preguntado qué pasó --aseguró--. Yo ignoré tu voz para concentrarme en la de Rodrigo y eso estuvo mal.
--Oigan, para empezar, yo no estaría tan enfermo como para besarte, Casandra --dijo Jonathan, uniendo otra fila color azul y girando el cubo para continuar con el resto--. Y en segundo lugar... bueno, digamos que siempre es primero tu mejor amiga y al último tu novio de hormonas alborotadas.
--Si sigues hablando te voy a sacar de aquí, Jonathan --gruñí.
--Está bien, está bien. Lo siento.
--Rodrigo me dijo lo que pasó --cuando Casandra habló di un respingo, pero no por el sonido de su voz, sino por lo que acababa de decir--. Me dijo que él fue quien te besó y...
--¡¿Y?! ¿¡Y por qué, maldita sea, no llamaste antes!? --exigió saber Jonathan.
--Tenía miedo de que no quisieras hablar conmigo, Vio.
--¿¡Miedo!? --continuó Jonathan. Al parecer yo era el centro de una conversación en la que no estaba participando.
--Sí. Creí que estarías molesta porque no te creí y porque no te hablé durante todo este tiempo.
--Vaya, sí que eres estúpida, Casandra --musitó Jonathan, que seguía tan concentrado en el cubo como en la conversación.
--No importa --dije al fin--. Vamos a olvidar todo esto ¿sí? Ya no quiero saber nada de lo que pasó ese día, ya no quiero pensar en el tiempo que no hablamos y quiero que seamos tan amigas como antes. ¿Podemos?
--Perdóname --susurró ella.
Los ojos azules de Casandra comenzaron a teñirse de rojo y una lágrima recorrió su mejilla. Me levanté de la cama, dejando caer la cabeza de Jonathan al edredón, y caminé hacia la mesedora. Cass se levantó y me abrazó. Nos abrazamos durante un largo rato y luego la miré a los ojos de nuevo. Esos ojos azules que podían hacer sonreír a cualquiera ahora estaban tristes, pero yo sabía que pronto volvería a escuchar aquella risa metálica tan suya.
--Ya olvídalo, ¿sí?
--Está bien --aceptó--. Ahora dime por qué sigues con éste tarado.
Ella sonrió y Jonathan soltó una maldición. Antes él y Casandra habían sido buenos amigos, pero al parecer ahora él la odiaba a ella y tal vez el sentimiento era correspondido. Mi mejor amiga y mi novio ahora se detestaban, el novio de mi amiga era un cobarde y lo peor era que yo no quería estar lejos de ninguno de ellos. Tal vez de Rodrigo sí, pero por lo menos no quería estar lejos de quienes se encontraban en esa habitación.
--Oye, tengo que irme --dijo Jonathan de pronto.
--No te ofendiste, ¿o sí? --preguntó Casandra con una sonrisa en los labios.
--Claro que no. ¿Quieres clases de insultos? Tengo un amigo que podría ponerte diez apodos en menos de cinco minutos. ¿Verdad, Violeta?
--¿Amigo? --lo miré con las cejas enarcadas y él sonrió.
--Bueno... casi amigo. Como sea, yo me voy porque tengo que ir a casa a bañarme y luego voy a ver a Walter que quiere saber cómo estas y todas esas cosas... tú sabes de qué hablo.
--¿Ricky Ricón?
--Síp.
--Puedes bañarte aquí --dije--, en el baño de mi hermano, y ponerte ropa suya si quieres.
--No creo que la ropa de Diego me quede... me faltan como diez kilos de músculo para que eso sea posible --era cierto. Jonathan tenía buen cuerpo, pero mi hermano lo dejaba atrás por mucho.
--¿Y si llamo a Walt para que venga? --sugerí.
--Está bien --aceptó--. Pero igual tengo que ir a mi casa a bañarme. Tú llámalo y nos vemos al rato ¿sí?
--Claro.
Jonathan me dio un rápido beso en los labios y se encaminó hacia la puerta de mi habitación, pero antes de que saliera lo llamé.
--¿Jonathan? --dije. Él dio media vuelta y me miró, sin quitar la mano de la perilla.
--¿Mhmm?
--Gracias --susurré con una sonrisa en los labios.
Jonathan sonrió y se acercó a mí luego de mirar a Casandra. Me tomó por la cintura y me acercó a él tanto como pudo antes de tocar mis labios con los suyos. Apoyé mis manos en sus hombros y lo besé. Dulce, apasionado, tierno... y yo mareada. Él gruñó por lo bajo cuando mis dientes rozaron su labio inferior y bajó sus manos un poco más, de manera que quedaron en lo último de mi espalda.
--Oigan, ¿querrían dejar de babearse de esa manera cuando acabo de comer? Se me está revolviendo el estómago --dijo Casandra.
--Sal de aquí, intrusa --susurró Jonathan sin mirarla.
--Está bien --dijo ella--. Sólo porque no quiero ensuciar esta bonita alfombra con mi vómito.
Casandra caminó hasta la puerta y la cerró detrás de ella. Jonathan siguió besándome como si Cass no nos hubiese interrumpido nunca y a mí no me importó que ella estuviera afuera luchando por mantener su última comida dentro de su cuerpo.
Los besos de Jonathan subieron de tono y la temperatura de mi piel subió unos cuantos grados centígrados. Deslicé mis manos por sus brazos y aferré el borde de su camiseta, jalando hacia arriba. Éll se deshizo rápidamente de la prenda sin dejar de besarme y luego se las arregló también para desaparecer mi blusa. Me hizo caminar hasta el borde de la cama y luego me recostó en ella, yo tenía los brazos alrededor de su cuello, por lo que le fue fácil levantarme y acomodarme debajo de su cuerpo.
Yo no era así. Nunca había sentido la necesidad de estar así con Jonathan. Nunca había pensado en de llevarlo a mi habitación y acostarme con él. Pero ahora, gracias a que mis tripas se estaban volviendo locas dentro de mi estómago y a que mi piel hormigueaba donde él me tocaba, estaba comenzando a ver el hecho de tener sexo como una excelente y oportuna idea.
Mis manos bajaron por su pecho y hasta su pantalón. Desabroché el botón y bajé el cierre sin siquiera pensarlo mucho. Jonathan me besaba el cuello y sus labios comenzaban a recorrer un camino cuesta abajo en mi cuerpo, donde no había un centímetro que no hubiese sido ya tocado por sus manos. Él me miró a los ojos durante unos segundos y luego me besó los labios.
--Te amo --dije de pronto.
Fue como si nos hubiesen dado una descarga eléctrica o algo parecido. Ambos dejamos de acariciar al otro y nos miramos fijamente. ¿Qué diablos acababa de decir? Busqué en mi cabeza aquel sentimiento que esperaba con ansias: el arrepentimiento. Lastimosamente, jamás lo encontré. El vientre de Jonathan seguía oprimiendo el mío y mi cuerpo aún estaba vuelto loco. Jonathan respiraba agitadamente y me miraba con los ojos abiertos como platos. ¿Qué diablos acababa de decir?
Empujé a Jonathan y me levanté de la cama. Mi blusa estaba tirada junto a la mesedora, pero no me dieron ganas de ponérmela. Caminé hasta la pared del lado opuesto a donde él estaba y recargué mi cabeza en el concreto. Cerré los ojos y me decidí a esperar hasta que él se aburriera o se decepcionara porque no habíamos hecho lo que habíamos estado apunto de hacer. Sin embargo, luego de unos segundos -tal vez minutos-, sentí sus brazos envolver mi cintura y sus labios besar mi nuca. Giré para encararlo y por un pequeñísimo instante sus ojos verdes me sacaron de concentración.
--Yo... --comencé a decir, pero élpuso un dedo en mis labios para que no hablara. Sentí la fría pared en mi espalda y me pegué más a ella para ver si se me enfriaban las ideas.
--Tuve una reacción muy estúpida --dijo él.
--Sí bueno, yo arruiné el momento con esas dos macabras palabras.
--Oye, no estábamos preparados para esto. Ni tú ni yo.
--¿Qué te parece si lo olvidamos y ya?
--¿Olvidarlo? --sonrió--. ¿Estás loca?
--Me refiero a la parte en que dije que te amaba... si quieres podemos continuar con lo otro.
--¿No me amas? --preguntó, sin borrar esa sonrisa.
--Creo...
Sí. Lo amaba. Ese era el maldito problema. Al principio, cuando le dije a Jonathan que quería ser su novia, sólo había visto todo este asunto como un juego; algo de lo que podría deshacerme fácilmente si quisiera. Si ahora quisiera deshacerme de él simplemente no podría.
--Te amo --dijo él--. Mucho. No quería decírtelo porque no creí que sientieras lo mismo. Fue estúpido, pero a veces soy más estúpido que Carter.
Lo miré unos segundos y luego lo besé. La escena era de lo más vergonzosa, empalagosa y cursi que alguien puede imaginar, pero mi cabeza estaba tan nublada que no me importó mucho qué tan personaje-de-telenovela parecía en ese momento. Además, por alguna extraña razón OliverCarter se había colado a nuestro pequeño evento desafortunado. Qué horror.
--¿En realidad quieres hacer esto? --preguntó, mirando mi cuerpo medio desnudo--. ¿Aún cuando tu amiga está allá afuera haciendose la loca?
Lo pensé unos instantes y luego respondí.
--Sí. Pero no ahora. Quiero hacerlo. Contigo.
--Yo también --sonrió--. Pero no creo que sea conveniente hacerlo aquí, con tu amiga a unos metros de distancia.
--Claro que no --reí--. Prométeme algo.
--¿Qué?
--Que nunca vas a pensar que soy una fácil.
--¿Fácil? --enarco las cejas--. ¿Por esto?
--Promételo.
--No puedo pensar eso de ti, Vio, ¿no ves? ¿No ves que me tienes medio loco?
Y lo besé de nuevo.
Estábamos en mi habitación. Ambos estábamos medio desnudos y respirando con dificultad. Mi mejor amiga estaba detrás de la puerta luchando por no vomitar. Me sentía estúpida. Jamás había creído que podía llegar a ser tan cursi, pero a veces las personas no se conocen a sí mismas hasta que viene alguien y les abre los ojos. Jonathan había venido a abrirme los ojos a mí, para mostrarme que le tenía miedo a cosas para las que siempre creí estar lista.
Rodrigo no había ido. No quería preguntar, por miedo a que ella y Jonathan lo tomaran mal, pero mi curiosidad fue mayor y la pregunta salió de mi boca como el gas cuando agitas una botella de Coca-Cola.
--Él... no... quiso venir --dijo ella--. No lo creímos conveniente.
--Sí bueno, tal vez no podría controlarse al ver a Violeta y se le aventaría encima como bestia en celo --apuntó Jonathan secamente.
--No...
--¿Quieres cerrar la boca unos segundos, Jonathan? --interrumpí.
Los tres entramos a mi habitación y casandra se quedó mirando las paredes como si estuviese parada en alguna nave extraterrestre.
--Es muy linda tu nueva casa --dijo ella.
--¿Nueva? La habrías visto antes si no fueras tan estúpida y tan orgullosa --dijo Jonathan con el mismo tono agrio y antisocial.
--Siéntate donde quieras --dije.
Casandra se acomodó en la mesedora y echó su cabeza hacia atrás, tal vez arrepentida de haber venido, o tal vez temerosa de que yo fuera a reclamarle algo. Como si estuviera en posición de hacerlo. Yo me senté en la cama y Jonathan se acostó junto a mí, colocando su cabeza en mis piernas. Comencé a pasar mi mano izquierda por su cabello mientras la otra descansaba en su pecho. Tal vez había sido una buena idea dejarlo en casa... por lo menos me daba un pretexto para no mirar a Cass mientras hablaba. Él tomó un cubo de Rubik que había en el buró y se puso a jugar con él para darnos un poco de privacidad... o algo así.
--Escucha... --comenzó ella--. Quería pedirte perdón por cómo me porté ese día. Creo que... estaba algo...
--¿Enfurecida? --preguntó Jonathan mientras colocaba dos hileras de color azul juntas--. ¿Salvajemente cegada?
--Jonathan --susurré, dando una palmada en su pecho. Tal vez lo de la privacidad no estaba en su lista de intenciones.
--No, él tiene razón --intervino Casandra.
--Pero... yo hubiese hecho lo mismo, Cass, no tienes que preocuparte por eso.
Con la garganta tan dañada como la tenía, mi discurso parecía un rugido o algo por el estilo.
--No. Tú me habrías preguntado qué pasó --aseguró--. Yo ignoré tu voz para concentrarme en la de Rodrigo y eso estuvo mal.
--Oigan, para empezar, yo no estaría tan enfermo como para besarte, Casandra --dijo Jonathan, uniendo otra fila color azul y girando el cubo para continuar con el resto--. Y en segundo lugar... bueno, digamos que siempre es primero tu mejor amiga y al último tu novio de hormonas alborotadas.
--Si sigues hablando te voy a sacar de aquí, Jonathan --gruñí.
--Está bien, está bien. Lo siento.
--Rodrigo me dijo lo que pasó --cuando Casandra habló di un respingo, pero no por el sonido de su voz, sino por lo que acababa de decir--. Me dijo que él fue quien te besó y...
--¡¿Y?! ¿¡Y por qué, maldita sea, no llamaste antes!? --exigió saber Jonathan.
--Tenía miedo de que no quisieras hablar conmigo, Vio.
--¿¡Miedo!? --continuó Jonathan. Al parecer yo era el centro de una conversación en la que no estaba participando.
--Sí. Creí que estarías molesta porque no te creí y porque no te hablé durante todo este tiempo.
--Vaya, sí que eres estúpida, Casandra --musitó Jonathan, que seguía tan concentrado en el cubo como en la conversación.
--No importa --dije al fin--. Vamos a olvidar todo esto ¿sí? Ya no quiero saber nada de lo que pasó ese día, ya no quiero pensar en el tiempo que no hablamos y quiero que seamos tan amigas como antes. ¿Podemos?
--Perdóname --susurró ella.
Los ojos azules de Casandra comenzaron a teñirse de rojo y una lágrima recorrió su mejilla. Me levanté de la cama, dejando caer la cabeza de Jonathan al edredón, y caminé hacia la mesedora. Cass se levantó y me abrazó. Nos abrazamos durante un largo rato y luego la miré a los ojos de nuevo. Esos ojos azules que podían hacer sonreír a cualquiera ahora estaban tristes, pero yo sabía que pronto volvería a escuchar aquella risa metálica tan suya.
--Ya olvídalo, ¿sí?
--Está bien --aceptó--. Ahora dime por qué sigues con éste tarado.
Ella sonrió y Jonathan soltó una maldición. Antes él y Casandra habían sido buenos amigos, pero al parecer ahora él la odiaba a ella y tal vez el sentimiento era correspondido. Mi mejor amiga y mi novio ahora se detestaban, el novio de mi amiga era un cobarde y lo peor era que yo no quería estar lejos de ninguno de ellos. Tal vez de Rodrigo sí, pero por lo menos no quería estar lejos de quienes se encontraban en esa habitación.
--Oye, tengo que irme --dijo Jonathan de pronto.
--No te ofendiste, ¿o sí? --preguntó Casandra con una sonrisa en los labios.
--Claro que no. ¿Quieres clases de insultos? Tengo un amigo que podría ponerte diez apodos en menos de cinco minutos. ¿Verdad, Violeta?
--¿Amigo? --lo miré con las cejas enarcadas y él sonrió.
--Bueno... casi amigo. Como sea, yo me voy porque tengo que ir a casa a bañarme y luego voy a ver a Walter que quiere saber cómo estas y todas esas cosas... tú sabes de qué hablo.
--¿Ricky Ricón?
--Síp.
--Puedes bañarte aquí --dije--, en el baño de mi hermano, y ponerte ropa suya si quieres.
--No creo que la ropa de Diego me quede... me faltan como diez kilos de músculo para que eso sea posible --era cierto. Jonathan tenía buen cuerpo, pero mi hermano lo dejaba atrás por mucho.
--¿Y si llamo a Walt para que venga? --sugerí.
--Está bien --aceptó--. Pero igual tengo que ir a mi casa a bañarme. Tú llámalo y nos vemos al rato ¿sí?
--Claro.
Jonathan me dio un rápido beso en los labios y se encaminó hacia la puerta de mi habitación, pero antes de que saliera lo llamé.
--¿Jonathan? --dije. Él dio media vuelta y me miró, sin quitar la mano de la perilla.
--¿Mhmm?
--Gracias --susurré con una sonrisa en los labios.
Jonathan sonrió y se acercó a mí luego de mirar a Casandra. Me tomó por la cintura y me acercó a él tanto como pudo antes de tocar mis labios con los suyos. Apoyé mis manos en sus hombros y lo besé. Dulce, apasionado, tierno... y yo mareada. Él gruñó por lo bajo cuando mis dientes rozaron su labio inferior y bajó sus manos un poco más, de manera que quedaron en lo último de mi espalda.
--Oigan, ¿querrían dejar de babearse de esa manera cuando acabo de comer? Se me está revolviendo el estómago --dijo Casandra.
--Sal de aquí, intrusa --susurró Jonathan sin mirarla.
--Está bien --dijo ella--. Sólo porque no quiero ensuciar esta bonita alfombra con mi vómito.
Casandra caminó hasta la puerta y la cerró detrás de ella. Jonathan siguió besándome como si Cass no nos hubiese interrumpido nunca y a mí no me importó que ella estuviera afuera luchando por mantener su última comida dentro de su cuerpo.
Los besos de Jonathan subieron de tono y la temperatura de mi piel subió unos cuantos grados centígrados. Deslicé mis manos por sus brazos y aferré el borde de su camiseta, jalando hacia arriba. Éll se deshizo rápidamente de la prenda sin dejar de besarme y luego se las arregló también para desaparecer mi blusa. Me hizo caminar hasta el borde de la cama y luego me recostó en ella, yo tenía los brazos alrededor de su cuello, por lo que le fue fácil levantarme y acomodarme debajo de su cuerpo.
Yo no era así. Nunca había sentido la necesidad de estar así con Jonathan. Nunca había pensado en de llevarlo a mi habitación y acostarme con él. Pero ahora, gracias a que mis tripas se estaban volviendo locas dentro de mi estómago y a que mi piel hormigueaba donde él me tocaba, estaba comenzando a ver el hecho de tener sexo como una excelente y oportuna idea.
Mis manos bajaron por su pecho y hasta su pantalón. Desabroché el botón y bajé el cierre sin siquiera pensarlo mucho. Jonathan me besaba el cuello y sus labios comenzaban a recorrer un camino cuesta abajo en mi cuerpo, donde no había un centímetro que no hubiese sido ya tocado por sus manos. Él me miró a los ojos durante unos segundos y luego me besó los labios.
--Te amo --dije de pronto.
Fue como si nos hubiesen dado una descarga eléctrica o algo parecido. Ambos dejamos de acariciar al otro y nos miramos fijamente. ¿Qué diablos acababa de decir? Busqué en mi cabeza aquel sentimiento que esperaba con ansias: el arrepentimiento. Lastimosamente, jamás lo encontré. El vientre de Jonathan seguía oprimiendo el mío y mi cuerpo aún estaba vuelto loco. Jonathan respiraba agitadamente y me miraba con los ojos abiertos como platos. ¿Qué diablos acababa de decir?
Empujé a Jonathan y me levanté de la cama. Mi blusa estaba tirada junto a la mesedora, pero no me dieron ganas de ponérmela. Caminé hasta la pared del lado opuesto a donde él estaba y recargué mi cabeza en el concreto. Cerré los ojos y me decidí a esperar hasta que él se aburriera o se decepcionara porque no habíamos hecho lo que habíamos estado apunto de hacer. Sin embargo, luego de unos segundos -tal vez minutos-, sentí sus brazos envolver mi cintura y sus labios besar mi nuca. Giré para encararlo y por un pequeñísimo instante sus ojos verdes me sacaron de concentración.
--Yo... --comencé a decir, pero élpuso un dedo en mis labios para que no hablara. Sentí la fría pared en mi espalda y me pegué más a ella para ver si se me enfriaban las ideas.
--Tuve una reacción muy estúpida --dijo él.
--Sí bueno, yo arruiné el momento con esas dos macabras palabras.
--Oye, no estábamos preparados para esto. Ni tú ni yo.
--¿Qué te parece si lo olvidamos y ya?
--¿Olvidarlo? --sonrió--. ¿Estás loca?
--Me refiero a la parte en que dije que te amaba... si quieres podemos continuar con lo otro.
--¿No me amas? --preguntó, sin borrar esa sonrisa.
--Creo...
Sí. Lo amaba. Ese era el maldito problema. Al principio, cuando le dije a Jonathan que quería ser su novia, sólo había visto todo este asunto como un juego; algo de lo que podría deshacerme fácilmente si quisiera. Si ahora quisiera deshacerme de él simplemente no podría.
--Te amo --dijo él--. Mucho. No quería decírtelo porque no creí que sientieras lo mismo. Fue estúpido, pero a veces soy más estúpido que Carter.
Lo miré unos segundos y luego lo besé. La escena era de lo más vergonzosa, empalagosa y cursi que alguien puede imaginar, pero mi cabeza estaba tan nublada que no me importó mucho qué tan personaje-de-telenovela parecía en ese momento. Además, por alguna extraña razón OliverCarter se había colado a nuestro pequeño evento desafortunado. Qué horror.
--¿En realidad quieres hacer esto? --preguntó, mirando mi cuerpo medio desnudo--. ¿Aún cuando tu amiga está allá afuera haciendose la loca?
Lo pensé unos instantes y luego respondí.
--Sí. Pero no ahora. Quiero hacerlo. Contigo.
--Yo también --sonrió--. Pero no creo que sea conveniente hacerlo aquí, con tu amiga a unos metros de distancia.
--Claro que no --reí--. Prométeme algo.
--¿Qué?
--Que nunca vas a pensar que soy una fácil.
--¿Fácil? --enarco las cejas--. ¿Por esto?
--Promételo.
--No puedo pensar eso de ti, Vio, ¿no ves? ¿No ves que me tienes medio loco?
Y lo besé de nuevo.
Estábamos en mi habitación. Ambos estábamos medio desnudos y respirando con dificultad. Mi mejor amiga estaba detrás de la puerta luchando por no vomitar. Me sentía estúpida. Jamás había creído que podía llegar a ser tan cursi, pero a veces las personas no se conocen a sí mismas hasta que viene alguien y les abre los ojos. Jonathan había venido a abrirme los ojos a mí, para mostrarme que le tenía miedo a cosas para las que siempre creí estar lista.
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La autora
- Betzabé
- Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
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me encanto la historia en especial donde se da cuenta que aun no esta lista para todas las cosas
espero pronto la proxima entrada suerte
wow!!
Me hizo recordar muchas cosas, sobre todo la parte del arrepentimiento no encontrado por decir "te amo" , nos da miedo y nos paralizamos cuando las dos cosas se ponen en el mismo plano, pero francamente, que insípido ha de ser el sexo sin sentimientos de por medio!!
yes!
gracias por volver a publicar,
no crees que tenias muy abandonada esta hitoria xD?
jaja!
me E N C A N T O!
definitivamente no se me ocurren otras palabras para esta entrada xD
ya se que siempre pongo lo mismo, pero es solo que no hay otras palabras para esta historia♥
porfavor, te suplico, si quieres me inco, pero escribe pronto PORFAVOR :$
me encanto cuando le
dice te amo
busca en su cabeza
esa voz de arrepentimiento...
y ohh sorpresa!!!
no esta...
Con el blog de la historia
paso algo...
paso que un idiota me jackeo,
primero no me dejaba entrar
y cuando logre entrar
ya no tenia ese blog...
asi que...
esa es la razon...
Wooow
se salió de mis conjeturas todo esto!! jaja y eso es lo genial no??, que siempre suceda lo que menos esperas.
Me gustó mucho
contraste perfecto entre sentimiento y "calentura" :P
buen post!!
y es verdad, ¡escribe pronto!
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