sábado, mayo 1
Aceptada [[[Amanda]]]
10:59 |
Publicado por
Betzabé
Diego estaba recostado en el sillón de su sala, tenía los brazos tapándole la cara y yo no estaba muy segura de si estaba despierto o no, aunque sinceramente no había mucha diferencia entre los dos estados, porque él no hablaba ni miraba a nada ni a nadie a menos que se le hiciera una pregunta directa, que normalmente contestaba con una sola sílaba... a menos que fuera su hermana quien le hablaba.
Había esperado conocer a Violeta en otras circunstancias. Diego me había dicho que ella había vivido cosas que una adolescente no debería vivir, y que él siempre procuraba que no lo recordara y que tuviera una vida relativamente normal. Desde la primera vez que me habló de ella la catalogué como alguien fuerte y autosuficiente que no necesitaba que la protegieran tanto, además de que la imaginaba como una chica bastante madura para su edad. Cuando Diego llamó para decirme lo que ocurría con su madre no esperé ni medio segundo en ir a su encuentro y me sorprendió mucho ver a la chica medio dormida en brazos de un joven en vez de estar apoyando a su hermano.
Me dediqué a limpiar la barra de la cocina mientras pensaba en cómo me disculparía con ella sin que me mandara al diablo por tercera vez. Debo aceptar que me enfureció ver cómo hacía a un lado los sentimientos de Diego para alegar por los suyos, y me enojó aún más ese chico que la seguía para todos lados defendiéndola como si yo fuera una víbora venenosa que debía mantener apartada de ella. Pero no había pensado hasta entonces que la chica había pasado por cosas no muy agradables y tal vez estaba confundida, tal vez no podía entender que Diego se sentía mucho peor de lo que ella podía ver, porque él se empeñaba en no mostrarse tan abatido en su presencia.
Era la primera vez que pisaba el apartamento de Violeta Lazcano. Diego siempre decía que no podía llevarme a su casa porque técnicamente no era suya, y que no le gustaría incomodar a su hermana con visitas inesperadas. Yo había aceptado porque en cierto modo quería agradarle a Violeta, quería que me viera como la mujer que su hermano se merecía y que podía hacerlo feliz... en vez de eso conseguí un lindo apodo y el odio de tres adolescentes dolidos.
Me acerqué al sofá donde descansaba Diego y me incliné sobre su rostro, acariciando su mejilla con las puntas de mis dedos. Él ni se inmutó. Pensé que definitivamente estaba dormido, pero sentí cómo se tensaban los músculos de su espalda y cómo se alteraba un poco su respiración. Me sorprendió que no me soltara un golpe para que lo dejara en paz.
--Tienes que comer --susurré--. Tal vez Violeta fue con sus amigos a algún restaurante y...
--No importa --musitó él.
--Diego, necesitas llevarte algo a la boca o vas a enfermarte.
--No creo que un día sin comida me haga mucho daño --añadió cortante, sin siquiera mirarme.
Clavé mis ojos en su cuerpo durante unos segundos, preguntándome cómo podía un hombre estar tan triste y luego fingir indiferencia cuando veía a su hermana. Era como si le inyectaran una buena dosis de adrenalina que dejaba de funcionar cuando Violeta no andaba cerca. Y la chica se dedicaba a andar por ahí con un tipo de la edad de Diego y otro un poco más chico que al parecer la trataban como si les estuviese pagando para levantarle el ánimo cada que comenzaba a sentirse un poquito culpable. Escuché que llamaban a la puerta y por unos momentos deseé que fuera ella, para que Diego se levantara de ese lugar y comenzara a montar su teatro. Me parecía una pena que el chico al que amaba y que poseía una de las más bellas sonrisas que yo hubiese visto jamás se pasara el tiempo echado en un sillón sin cambiarse de ropa siquiera.
Me erguí y fui a abrir cuando recordé que no había nadie más en ese lugar. Giré la perilla y me encontré con ese muchacho delgado, alto, de ojos verdes y cabello rizado que al parecer era novio de Violeta. Me pregunté dónde estarían ella y el otro tipo, el corpulento con las mejillas rosadas.
--¿Qué hay? --preguntó él, rodeándome para poder pasar al apartamento.
--¿Dónde está Violeta? --pregunté.
--Por ahí --contestó cortante--. Oye, no te vayas a tomar sus groserías como algo personal ¿eh? Es que es algo inestable cuando está enojada, y si a eso le agregamos el hecho de que la trataste como si fuera una mocosa malcriada e indeseable...
El chico entró a la cocina como si estuviera en su casa y sacó lo necesario para preparar un sándwich. Regó todo en la barra que yo acababa de limpiar y se sentó en uno de los banquillos a engullir como cualquier adolescente hambriento al que no le preocupan en lo más mínimo su peso o su salud.
--¿No estaba contigo? --pregunté, ignorando su comentario anterior--. ¿Y el otro chico?
--¿Sebastián? --preguntó él, mientras masticaba un gran bocado y ponía los ojos en blanco--. No me digas que te gusta Sebastián... odio que a todas les parezca tan guapo y tan agradable... ¿qué tiene de bueno? Digo, es mi amigo y todo, pero sinceramente, si yo fuera una chica tan sexy como tú no me fijaría en alguien como él... Además Diego es mucho más guapo. ¿Le has visto los ojos? Por cierto, soy Jonathan.
--Amanda --estreché su mano y sonreí.
--No me parece correcto que le confieses tus preferencias sexuales a una chica que acabas de conocer, Jonathan --dijo Diego, que apareció de pronto detrás de mí y colocó un brazo al rededor de mi cintura. Suspiré aliviada y lo miré de reojo--. Y menos si esa chica es mi novia... No sabía que mis ojos te parecieran tan atractivos.
--Bueno, eres encantador, ¿qué puedo decir yo? --el chico se echó a reír y yo hice lo mismo. Diego pareció sonreír un poco, pero sus ojos seguían tristes.
--¿Dónde dejaste a mi hermana? --preguntó él--. Y no me digas que permitiste que Sebastián se quedara con ella mientras tú venías a dejarnos sin comida como es tu costumbre.
--Le iba a contar... --Jonathan me miró de soslayo y carraspeó antes de continuar--. Tú sabes... la historia.
--Ah --fue lo único que contestó Diego.
--Exacto. Yo no quería estar ahí. Me pone de malas la cara que hace Vio cuando se acuerda de todo... bueno, mejor dicho; me pone de malas no tener al tipo enfrente para arrancarle la cabeza por abusivo.
--Si yo te contara... --Diego suspiró y me besó la mejilla--. Voy a ducharme, ahora vengo.
Jonathan me miró de arriba a abajo dos veces y luego se concentró de nuevo en su comida. Aparté de mi rostro algunos cabellos que comenzaban a ponerse impertinentes luego de casi veinticuatro horas de no ser atendidos como solían. Miré mi atuendo y me di cuenta de que la falda estaba arrugada y los puños de la blusa manchados de algo color naranja, los tacones me estaban matando y me urgía quitarme los aretes o me arrancaría las orejas en cualquier momento. Me pregunté si boo -mi gato- había encontrado el tazón con whiskas que había dejado en la mesita de noche antes de salir. Recordé que le había servido la cena cuando Diego me llamó, y olvidé colocar el tazón donde solía hacerlo, dejándolo en el primer lugar que vi antes de tomar mi abrigo y salir a prisa. Boo era listo y tenía instinto cazador, pero tenía terminantemente prohibido treparse a los muebles y me sentí culpable por haberlo entrenado así cuando pensé en su pequeña figura negra debajo del cristal maullando por no poder sólo subir y tomar lo que quería.
--...aspecto tan horrible --escuché decir a Jonathan, quien parecía haber estado hablando mientras yo pensaba en mi pobre gato y en mi espantoso atuendo.
--Lo siento, no ponía atención --acepté--. ¿Qué decías?
--Que nunca creí que las chicas como tú pudiesen tener alguna vez un aspecto tan horrible.
--Sí, bueno, no me he bañado desde ayer y para mi mala suerte toda la ropa que tengo está en mi casa...
--Puedes usar la de mi madre --dijo una voz varonil que reconocí como la del chico-guradaespaldas que me había llamado Úrsula--. Te va a quedar algo pequeña, pero creo que servirá.
Sebastián le arrebató el último pedazo de emparedado a Jonathan y se lo metió entero a la boca antes de sonreírme con los cachetes inflados como los de un hámster. Sentí que mi rostro cambiaba de color y mis ojos se movieron ansiosos en busca de aquella figura delgada, pequeña e imponente que encontraron de pie junto al marco de la entrada de la cocina. No los había escuchado entrar y esperé que ella me corriera de su casa, me gritara por hablar con su novio y le dijera a su amigo que por nada del mundo volviera a ser amable conmigo, pero en vez de eso caminó hasta él y le dio un buen golpe en las costillas.
--Yo también quiero --dijo Violeta, quitándole un nuevo bocadillo a Jonathan, justo antes de que éste le diera el primer mordisco; luego me miró con los ojos entrecerrados y sonrió a medias--. Ya quiero verte con la ropa de Sarah, veremos si es tan elástica como parece.
--¿Qué...? --pregunté confundida, mirando a los tres jóvenes que peleaban por comida y que me trataban como si nunca hubiese habido roces entre nosotros.
--Se refieren a que Sarah es delgada, pero mucho más baja que tú --intervino Diego, que apareció de pie junto a mí, con el mismo semblante cansado de hacía unos minutos, pero con el cabello mojado y una toalla amarrada en la cintura.
--Sí, va a ser difícil que tus piernas entren bien en sus pantalones... espero que no te moleste llevar unos jeans hasta la rodilla --rió Sebastián.
Violeta caminó hasta la puerta fucsia que pertenecía a su cuarto y me hizo una seña con la cabeza para que la siguiera. Caminé detrás de ella tan confundida como llena de curiosidad y dejé en la cocina a dos chicos glotones devorando lo que encontraban en el refrigerador y a uno medio desnudo que los miraba como esperando que dejaran algo para el invierno. Violeta entró a su cuarto y abrió el armario al tiempo que se llevaba un trozo de comida a la boca. Sacó un pantalón negro de mezclilla y una blusa azul de tirantes que me pareció bastante pequeña como para que yo pudiera usarla.
--Me queda grande porque mi abuela las mandó de París sin saber qué tan alta soy --explicó mientras me extendía las prendas--. Creo que sólo los traje a este apartamento para que mi papá no tuviese el gusto de decir que aún había algo mío en su lindo hogar... ni te molestes en regresarlos, yo nunca los voy a usar. Además, la ropa parisiense es demasiado fina para alguien como yo.
--Violeta...
--Bah, no vayas a empezar con discursitos como "siento lo que pasó", o "quiero una explicación", porque entonces me voy a arrepentir de ser tan buena persona y te voy a dar un buen golpe. Lo hago porque mi hermano ya lo está pasando bastante mal, y creo que las primeras impresiones generalmente son equivocadas, así que nos daremos una oportunidad y olvidaremos que fuimos unas brujas imbéciles, ¿está bien?
Sonreí ante su repentino cambio de actitud. A decir verdad, ésta era la Violeta que yo me había imaginado: sincera, sin problemas para decir lo que había en su cabeza, y lo suficientemente madura como para aceptar que los errores se cometen y que hay que olvidar las situaciones embarazosas para comenzar a llevarte bien con alguien a quien, de cualquier forma, seguirás viendo durante un largo tiempo. Tomé la ropa que me daba y me sentí agradecida cuando me sonrió; sí que era obvio que ella y Diego eran hermanos: ambos tenían una sonrisa que hacía olvidar cualquier disgusto del pasado, por más desagradable que éste hubiera sido.
Había esperado conocer a Violeta en otras circunstancias. Diego me había dicho que ella había vivido cosas que una adolescente no debería vivir, y que él siempre procuraba que no lo recordara y que tuviera una vida relativamente normal. Desde la primera vez que me habló de ella la catalogué como alguien fuerte y autosuficiente que no necesitaba que la protegieran tanto, además de que la imaginaba como una chica bastante madura para su edad. Cuando Diego llamó para decirme lo que ocurría con su madre no esperé ni medio segundo en ir a su encuentro y me sorprendió mucho ver a la chica medio dormida en brazos de un joven en vez de estar apoyando a su hermano.
Me dediqué a limpiar la barra de la cocina mientras pensaba en cómo me disculparía con ella sin que me mandara al diablo por tercera vez. Debo aceptar que me enfureció ver cómo hacía a un lado los sentimientos de Diego para alegar por los suyos, y me enojó aún más ese chico que la seguía para todos lados defendiéndola como si yo fuera una víbora venenosa que debía mantener apartada de ella. Pero no había pensado hasta entonces que la chica había pasado por cosas no muy agradables y tal vez estaba confundida, tal vez no podía entender que Diego se sentía mucho peor de lo que ella podía ver, porque él se empeñaba en no mostrarse tan abatido en su presencia.
Era la primera vez que pisaba el apartamento de Violeta Lazcano. Diego siempre decía que no podía llevarme a su casa porque técnicamente no era suya, y que no le gustaría incomodar a su hermana con visitas inesperadas. Yo había aceptado porque en cierto modo quería agradarle a Violeta, quería que me viera como la mujer que su hermano se merecía y que podía hacerlo feliz... en vez de eso conseguí un lindo apodo y el odio de tres adolescentes dolidos.
Me acerqué al sofá donde descansaba Diego y me incliné sobre su rostro, acariciando su mejilla con las puntas de mis dedos. Él ni se inmutó. Pensé que definitivamente estaba dormido, pero sentí cómo se tensaban los músculos de su espalda y cómo se alteraba un poco su respiración. Me sorprendió que no me soltara un golpe para que lo dejara en paz.
--Tienes que comer --susurré--. Tal vez Violeta fue con sus amigos a algún restaurante y...
--No importa --musitó él.
--Diego, necesitas llevarte algo a la boca o vas a enfermarte.
--No creo que un día sin comida me haga mucho daño --añadió cortante, sin siquiera mirarme.
Clavé mis ojos en su cuerpo durante unos segundos, preguntándome cómo podía un hombre estar tan triste y luego fingir indiferencia cuando veía a su hermana. Era como si le inyectaran una buena dosis de adrenalina que dejaba de funcionar cuando Violeta no andaba cerca. Y la chica se dedicaba a andar por ahí con un tipo de la edad de Diego y otro un poco más chico que al parecer la trataban como si les estuviese pagando para levantarle el ánimo cada que comenzaba a sentirse un poquito culpable. Escuché que llamaban a la puerta y por unos momentos deseé que fuera ella, para que Diego se levantara de ese lugar y comenzara a montar su teatro. Me parecía una pena que el chico al que amaba y que poseía una de las más bellas sonrisas que yo hubiese visto jamás se pasara el tiempo echado en un sillón sin cambiarse de ropa siquiera.
Me erguí y fui a abrir cuando recordé que no había nadie más en ese lugar. Giré la perilla y me encontré con ese muchacho delgado, alto, de ojos verdes y cabello rizado que al parecer era novio de Violeta. Me pregunté dónde estarían ella y el otro tipo, el corpulento con las mejillas rosadas.
--¿Qué hay? --preguntó él, rodeándome para poder pasar al apartamento.
--¿Dónde está Violeta? --pregunté.
--Por ahí --contestó cortante--. Oye, no te vayas a tomar sus groserías como algo personal ¿eh? Es que es algo inestable cuando está enojada, y si a eso le agregamos el hecho de que la trataste como si fuera una mocosa malcriada e indeseable...
El chico entró a la cocina como si estuviera en su casa y sacó lo necesario para preparar un sándwich. Regó todo en la barra que yo acababa de limpiar y se sentó en uno de los banquillos a engullir como cualquier adolescente hambriento al que no le preocupan en lo más mínimo su peso o su salud.
--¿No estaba contigo? --pregunté, ignorando su comentario anterior--. ¿Y el otro chico?
--¿Sebastián? --preguntó él, mientras masticaba un gran bocado y ponía los ojos en blanco--. No me digas que te gusta Sebastián... odio que a todas les parezca tan guapo y tan agradable... ¿qué tiene de bueno? Digo, es mi amigo y todo, pero sinceramente, si yo fuera una chica tan sexy como tú no me fijaría en alguien como él... Además Diego es mucho más guapo. ¿Le has visto los ojos? Por cierto, soy Jonathan.
--Amanda --estreché su mano y sonreí.
--No me parece correcto que le confieses tus preferencias sexuales a una chica que acabas de conocer, Jonathan --dijo Diego, que apareció de pronto detrás de mí y colocó un brazo al rededor de mi cintura. Suspiré aliviada y lo miré de reojo--. Y menos si esa chica es mi novia... No sabía que mis ojos te parecieran tan atractivos.
--Bueno, eres encantador, ¿qué puedo decir yo? --el chico se echó a reír y yo hice lo mismo. Diego pareció sonreír un poco, pero sus ojos seguían tristes.
--¿Dónde dejaste a mi hermana? --preguntó él--. Y no me digas que permitiste que Sebastián se quedara con ella mientras tú venías a dejarnos sin comida como es tu costumbre.
--Le iba a contar... --Jonathan me miró de soslayo y carraspeó antes de continuar--. Tú sabes... la historia.
--Ah --fue lo único que contestó Diego.
--Exacto. Yo no quería estar ahí. Me pone de malas la cara que hace Vio cuando se acuerda de todo... bueno, mejor dicho; me pone de malas no tener al tipo enfrente para arrancarle la cabeza por abusivo.
--Si yo te contara... --Diego suspiró y me besó la mejilla--. Voy a ducharme, ahora vengo.
Jonathan me miró de arriba a abajo dos veces y luego se concentró de nuevo en su comida. Aparté de mi rostro algunos cabellos que comenzaban a ponerse impertinentes luego de casi veinticuatro horas de no ser atendidos como solían. Miré mi atuendo y me di cuenta de que la falda estaba arrugada y los puños de la blusa manchados de algo color naranja, los tacones me estaban matando y me urgía quitarme los aretes o me arrancaría las orejas en cualquier momento. Me pregunté si boo -mi gato- había encontrado el tazón con whiskas que había dejado en la mesita de noche antes de salir. Recordé que le había servido la cena cuando Diego me llamó, y olvidé colocar el tazón donde solía hacerlo, dejándolo en el primer lugar que vi antes de tomar mi abrigo y salir a prisa. Boo era listo y tenía instinto cazador, pero tenía terminantemente prohibido treparse a los muebles y me sentí culpable por haberlo entrenado así cuando pensé en su pequeña figura negra debajo del cristal maullando por no poder sólo subir y tomar lo que quería.
--...aspecto tan horrible --escuché decir a Jonathan, quien parecía haber estado hablando mientras yo pensaba en mi pobre gato y en mi espantoso atuendo.
--Lo siento, no ponía atención --acepté--. ¿Qué decías?
--Que nunca creí que las chicas como tú pudiesen tener alguna vez un aspecto tan horrible.
--Sí, bueno, no me he bañado desde ayer y para mi mala suerte toda la ropa que tengo está en mi casa...
--Puedes usar la de mi madre --dijo una voz varonil que reconocí como la del chico-guradaespaldas que me había llamado Úrsula--. Te va a quedar algo pequeña, pero creo que servirá.
Sebastián le arrebató el último pedazo de emparedado a Jonathan y se lo metió entero a la boca antes de sonreírme con los cachetes inflados como los de un hámster. Sentí que mi rostro cambiaba de color y mis ojos se movieron ansiosos en busca de aquella figura delgada, pequeña e imponente que encontraron de pie junto al marco de la entrada de la cocina. No los había escuchado entrar y esperé que ella me corriera de su casa, me gritara por hablar con su novio y le dijera a su amigo que por nada del mundo volviera a ser amable conmigo, pero en vez de eso caminó hasta él y le dio un buen golpe en las costillas.
--Yo también quiero --dijo Violeta, quitándole un nuevo bocadillo a Jonathan, justo antes de que éste le diera el primer mordisco; luego me miró con los ojos entrecerrados y sonrió a medias--. Ya quiero verte con la ropa de Sarah, veremos si es tan elástica como parece.
--¿Qué...? --pregunté confundida, mirando a los tres jóvenes que peleaban por comida y que me trataban como si nunca hubiese habido roces entre nosotros.
--Se refieren a que Sarah es delgada, pero mucho más baja que tú --intervino Diego, que apareció de pie junto a mí, con el mismo semblante cansado de hacía unos minutos, pero con el cabello mojado y una toalla amarrada en la cintura.
--Sí, va a ser difícil que tus piernas entren bien en sus pantalones... espero que no te moleste llevar unos jeans hasta la rodilla --rió Sebastián.
Violeta caminó hasta la puerta fucsia que pertenecía a su cuarto y me hizo una seña con la cabeza para que la siguiera. Caminé detrás de ella tan confundida como llena de curiosidad y dejé en la cocina a dos chicos glotones devorando lo que encontraban en el refrigerador y a uno medio desnudo que los miraba como esperando que dejaran algo para el invierno. Violeta entró a su cuarto y abrió el armario al tiempo que se llevaba un trozo de comida a la boca. Sacó un pantalón negro de mezclilla y una blusa azul de tirantes que me pareció bastante pequeña como para que yo pudiera usarla.
--Me queda grande porque mi abuela las mandó de París sin saber qué tan alta soy --explicó mientras me extendía las prendas--. Creo que sólo los traje a este apartamento para que mi papá no tuviese el gusto de decir que aún había algo mío en su lindo hogar... ni te molestes en regresarlos, yo nunca los voy a usar. Además, la ropa parisiense es demasiado fina para alguien como yo.
--Violeta...
--Bah, no vayas a empezar con discursitos como "siento lo que pasó", o "quiero una explicación", porque entonces me voy a arrepentir de ser tan buena persona y te voy a dar un buen golpe. Lo hago porque mi hermano ya lo está pasando bastante mal, y creo que las primeras impresiones generalmente son equivocadas, así que nos daremos una oportunidad y olvidaremos que fuimos unas brujas imbéciles, ¿está bien?
Sonreí ante su repentino cambio de actitud. A decir verdad, ésta era la Violeta que yo me había imaginado: sincera, sin problemas para decir lo que había en su cabeza, y lo suficientemente madura como para aceptar que los errores se cometen y que hay que olvidar las situaciones embarazosas para comenzar a llevarte bien con alguien a quien, de cualquier forma, seguirás viendo durante un largo tiempo. Tomé la ropa que me daba y me sentí agradecida cuando me sonrió; sí que era obvio que ella y Diego eran hermanos: ambos tenían una sonrisa que hacía olvidar cualquier disgusto del pasado, por más desagradable que éste hubiera sido.
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La autora
- Betzabé
- Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
5 encontraron un motivo para comentar:
Yo creia que
Violeta iba
a durar bastante tiempo
enojada con Amanda...
Aun que esperaba que hicieras
algo para que se arreglaran...
Que bueno que se hayan arreglado, o eso creo :)
Me gustó el cap. Besitos!
es extraño que se encontentara con una extrapña pero con su madre no :S aun puede ser q con su mami no tubo mucho tiempo jeje pero aun asi es bueno que esten bien :D
Wow!
al leer este cap. me hiciste odiar a Violeta O_o
y eso que ella es como la persona que yo desearía ser, osea, con ese caracter.
Pero Wow! si que hiciste cambiar mi punto de vista acerca de Amanda.
Y otra vez me dejaste deseando querer leer mucho más.
De verdad, Betzabé, que eres la mejor escritora que yo he conocido y se que dirás: "hay, que exagerada es" pero yo digo: "es la puritita verdad xD"
No sé porque, pero me están entrando ganas de imprimir todas tus entradas, así cuando termines la historia tener mi propio libro de Violeta xD
Bueno, me voy, y perdón por no haber comentado antes, peroe sque no tenía tiempo, aparte siempre te digo lo mismo xD
Adiosin♥
A mí también me gustó el capítulo, lo sentí... ¿cómo decirlo? Suave... agradable (:
Violeta es genial
y Amanda igual, creo.
Espero próximos capítulos (:
Y... espero que puedas visitar una novelilla que inicié, es secreta ¿sabes? Tiene algunos rasgos de la vida real y no puedo permitir que mucha gente que lee los Ensayos la descubra (:
Apenas llevo un capítulo, ojalá te des una vuelta n.n
http://historiadeamorcomplicado.blogspot.com
¡Saludos Betzabé! Y qué envidia me das! Los del CCH ya salieron de vacaciones, y nosotros en la unii aún sufriendo el horroroso fin de semestre u.u
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