viernes, mayo 21

Hayden, la Diosa.

Era el último día de escuela. Había estado tan ocupada sintiendo lástima por mí misma los últimos meses, que había ignorado por completo el cambio de semestre y las últimas semanas de libertad. En unos meses entraría a la universidad y yo había echado por la borda cada uno de los preciosos momentos que pude haber pasado con mis compañeros de clases. Justo ahora, en vez de preocuparnos por despedir y abrazar a los amigos que jamás volveríamos a ver, estábamos sentados en una de las mesas de la biblioteca con las cabezas juntas, mirando el mapa de Jonathan y la lista que había hecho en su casa con las cosas que necesitaríamos.

Jamás vlvería a pisar las instalaciones de esa escuela y yo estaba más preocupada por planear bien nuestro próximo acto criminal, ése que nos colocaría oficialmente como una de las pandillas de malandrines más buscadas de la ciudad... o del país. Mis notas habían resultado un completo asco. Los profesores no me habían reprobado única y exclusivamente porque en el pasado había sido una excelente alumna y no creyeron conveniente hacer que me quedara otro año para escarmentar.

—Tengo micrófonos en casa —decía Jonathan con la voz más baja que le había escuchado jamás—. Los uniformes los va a conseguir Sebastián. Semantha, te voy a necesitar en una de las entradas con él, por cierto. Hay que pasar inadvertidos y ustedes son los únicos que de verdad dan miedo. Van a ayudar a Vio a entrar a la casa, mi contacto los va a presentar como los nuevos guardias y así no correrán peligro.
—¿Por qué Samantha? —preguntó Rodrigo, que había permanecido con los dedos entrecruzados bajo la barbilla, pensativo.
—Ya lo dije —dijo Jonathan—. Ella da miedo.
—Es una chica —alegó éste—. A nadie le da miedo una chica, y si algo sale mal, preferiría arriesgar a uno de nosotros que a una de ellas, si me lo preguntas.
—Pues nadie te preguntó —Samantha lo miró furibunda y lo hizo callar—. No es justo que yo me pierda toda la diversión mientras Violeta se da la buena vida. Quiero ayudar. Ella se va a arriesgar más que cualquiera de nosotros y yo me sentiría mediocre si no coopero en algo... pero claro, ¿cómo diablos vas a saber de qué hablo, si tú vas a estar a medio kilómetro de la casa, vigilando con un par de binoculares? Además de que tu novia va a estar contigo. Gran hazaña, mi amigo, me sorprende tu tenacidad.
—Basta, los dos —intervino Jonathan a buena hora.

A veces, por más impertinente que resultara, me agradaba tener a Samantha cerca para decir lo que yo habría dicho si no me hubiese propuesto no meterme en más problemas gracias a mi bocaza. Ella era un clon mío, pero con el cabello teñido de color zanahoria y rubio, y unos ojos tan verdes como los de Jonathan.

Me di cuenta de que Jonathan no miraba nunca a Rodrigo. Cuando le dirigía la palabra no lo volteaba a ver, sino que fijaba la vista en algo alejado de su persona, como un estante o una pared. Me pregunté si a Jonathan todavía le dolía el recuerdo de lo que había sucedido hacía ya tanto tiempo. ¿Podría ser que odiara tanto a Rodrigo que no podía ni verlo a la cara? O tal vez le daba asco. Hayden me había dicho que le repugnaba ver a Rodrigo porque le parecía que cada una de las palabras que salían de su boca eran de lo más sosas y antipáticas, dijo que le resultaba más divertido ver una piedra completamente gris e inanimada, que verlo a él. Tal vez para Jonathan, Rodrigo carecía de personalidad tanto como para Hayden y era por eso que no se molestaba en observar su rostro.

En cambio, el novio de Casandra pasaba la mitad de su tiempo mirándolo a él. Incluso Walter se había dado cuenta y había comentado que comenzaba a dudar acerca de la sexualidad del muchacho. "¿Quién sabe? había dicho, ¿Qué tal si te besó para que él terminara contigo y así tener el camino libre para conquistarlo? Yo creo que tantas miraditas de reojo significan algo." Yo me había echado a reír, por supuesto, pero me pregunté si de verdad Rodrigo miraba tanto a Jonathan por una razón específica, aunque ésta no fuera su dudosa orientación sexual. Rodrigo miraba fijamente al chico que estaba sentado junto a mí, negaba con la acabeza cuando éste sugería algo, se encogía cuando le pedía su opinión a regañadientes, fruncía el ceño si Jonathan le hablaba mal a Casandra y parecía tenso cuando se hablaba de su papel en el plan. Es un cobarde, nada más, pensé, sólo está aquí porque no tiene pensado dejar sola a Cass.

Y Cassandra me miraba fijamente todo el tiempo. Podía sentir su desprecio en cada centímetro de mi piel y me pregunté cómo había podido cambiar tanto nuestra relación en tan poco tiempo. Habíamos tardado más en arreglarnos de nuestro primer pleito, que en pelear y gritarnos otra vez. A lo mejor Casandra y yo ya no éramos mejores amigas. Me era difícil pensar que dos personas podían tener una relación de amistad tan envidiable cuando una de las dos partes ansiaba con todas sus fuerzas desnucar a la otra. Por supuesto que era Casandra quien quería desnucarme a mí... probablemente me torturaría un poco antes de hacerlo, porque en su mirada podía leer que lo que menos quería era que yo tuviera una muerte rápida e indolora. Por un momento quise regresar el tiempo, o ser capaz de arreglar las cosas con ella. Quería que volviera a ser mi confidente y que me perdonara por todas las veces que la había hecho sentir mal. Quería que me pidiera perdón por no haber estado conmigo cuando más la necesitaba, porque, me di cuenta, no era ella la única resentida.

—Walter, tú vendrás conmigo. Vamos a entrar, pero no hasta la oficina; tenemos que cuidarle las espaldas a Vio —Jonathan miró a Walt y pude ver en su mirada ese respeto y toda la admiración que le tenía. Pude ver también que era recíproco, porque ellos, después de todo, eran los mejores amigos.

Y Sebatián lo era también. Walter era la mano derecha de Jonathan. Estaba segura de que le confiaría la propia vida a su amigo sin pensarlo dos veces. Para Jonathan, el apellido de la Confianza era Walter. Por otro lado, Sebastián era ese chico con el que podía hablar de cualquier cosa. Sebas era como el hermano que jamás tuvo, porque podían pelear y gritarse durante horas sin hacerse daño de verdad. Y Jonathan tenía suerte, porque Walt y Sebas lo querían a él de la misma manera.

—Hayden —dijo éste, firmemente—. Tú te quedas en la camioneta con Mateo. Necesito que me des instrucciones y eres una chica inteligente. Sabrás tomar buenas decisiones.
—¿Ella? —de nuevo Rodrigo. Samantha le dedicó una mirada fulminante y éste retrocedió.
—Escucha, idiota —intervino Jonathan, para mi sorpresa—. Si vas a estar en esto, debes comenzar a confiar en el equipo. Mateo es pequeño pero tiene más cerebro que todos nosotros juntos. Samantha es una chica, pero esa chica te partiría la espina dorsal con un sólo movimiento si se lo propusiera. Sebastián es algo tonto, pero defendería tu estúpido cuerpo asqueroso con el suyo si estuviera en sus manos. Walter jamás comete errores, si no confías en él estás frito. Violeta buscaría la manera de protegernos a todos aunque su vida misma estuviera en peligro. Y Hayden... ella piensa en todo a la vez; sabrá cómo arreglar cualquier complicación si ésta sucediera. Al parecer, los únicos aquí que no tienen nada que aportar son tú y tu noviecilla, así que más vale que comiences a respetar al equipo, porque la próxima vez que dudes de alguien por su tamaño, su intelecto, su sexo o su edad, te las verás conmigo.

Miré las expresiones de todos ahí. Casandra estaba boquiabierta, me miró de reojo y alzó la barbilla en un gesto obstinado y orgulloso. Hayden sonreía como si alguien le hubiese dado el título de Deidad, pude ver que estaba orgullosa de sí misma, porque con todo y sus escasos quince años, tenía la tarea más difícil de todas: dirigir correctamente al grupo. Samantha miraba a Jonathan como si fuese su retoño y estuviese orgullosísima de él, incluso pude escuchar un "ése es mi chico" que salía de sus labios. Walter estaba impávido, callado, pero había un atisbo de diversión en sus ojos. Y Rodrigo... él tenía la cara toda roja y los ojos furiosos.

—Hecho —habló Rodrigo finalmente.
—Y una cosa más —Jonathan apartó la mirada del chico y sonrió despreocupado, como si no hubiera pasado nada—. Que nadie se entere de nada o estamos perdidos.

Todos se levantaron de la mesa, incluyéndome. Rodrigo y Casandra apresuraron el paso hacia la salida. Hayden y Samantha se estiraron, relajando los múculos tensos por estar tanto tiempo en la misma posición. Walter se colocó junto a su hermana y comenzó a juguetear con un mechón rosado de cabello que resaltaba sobre un rubio casi blanco. Jonathan me tendió la mano y me besó la frente.

—Todo está listo —dijo—. Sólo esperaremos a que Sebas consiga los uniformes y Mateo planee cómo mantendrá las cámaras apagadas durante todo el tiempo que estemos dentro. ¿No te emociona?
—La última vez, casi nos arrestan —sonreí—. Mi padre decía que era estúpida por creer que algún día haría algo importante contigo como amigo. Yo creo que mi padre se equivocaba.
—Puede que no sea algo muy trascendental —admitió—. Pero creo que nos vamos a divertir mucho. Y ni siquiera tenemos que buscar pruebas inútiles.

Ambos miramos el anillo que tenía en la mano derecha. Las pequeñas esferas moradas que parecían tener incrustados cientos de pequeños fragmentos de cristal centelleante habían sido una vez la posible pista de un asunto de la escuela. Al final, la piedra no había servido de nada y Jonathan se las había arreglado para modelarla e incrustarla junto a unos pequeñísimos diamantes en el centro del anillo que me regaló en mi cumpleaños. Yo seguía sin entender cómo un anillo tan sencillo y discreto, podía llevar una descripción tan ostentosa e increíble.

De pronto la lista que había estado en la mano de Jonathan fue arrebatada de ésta por unos dedos largos y delgados que tenían cicatrices en los nudillos. Pude ver la forma de mis dientes en el dorso de la mano y supe quién era casi al instante. Yo le había mordido la mano a Oliver Carter en primer año porque no dejaba de fastidiarme con su lápiz.

—¿Qué es eso tan divertido de lo que nadie se puede enterar? —preguntó con una sonrisa burlona, mirando la lista con las cejas enarcadas.

El cabello de Oliver era del mismo tono rubio que el de Hayden y Walter. Una vez me había preguntado si él era extranjero también, pero la respuesta llegó por sí sola cuando conocí a su padre en una feria: Los padres de Carter eran canadienses, por eso el apellido fuera de lugar y el aspecto de típico chico guapo de película. Para su mala suerte, los chicos de las películas normalmente eran amables y caballerosos, mientras que Carter era un completo cretino. En esos momentos un mechón de sus cabellos le caía sobre los ojos, proyectando una leve sombra que le cubría las pecas de los pómulos. Su nariz estaba algo torcida gracias a la fractura que yo le había provocado en una pelea estúpida. Al parecer, Oliver tenía en su cuerpo más recuerdos míos de los que le gustaría admitir.

—Cambio de planes —musitó Jonathan, tan bajo que sólo yo pude oírlo.

3 encontraron un motivo para comentar:

Anónimo dijo...

Cada ves que se menciona
a Rodrigo...quiero pegarle.
De hecho, no estaria mal que el y Jonathan tuvieran una pelea.
Claro que Jonathan no es asi...
como sea, me pregunto ¿por que el y casandra siguen en la vida de Violeta?

andrea!! dijo...

¿cómo que cambio de planes?
¿me quiéres volver loca? ¿qué significa eso???????????????

Hay, Betzabé, me choca tu blog porque siempre me dejas con la intriga xD
Pero luego me haces amarlo y hacerme decir que antes de dejarlo de leer me mato xD (bien drástica yo:C)

Bueno, espero que me solucines pronto TODAS mis dudas :C
y... eso es todo,
me voy :C
Adiosito♥

Abril G. Karera dijo...

¡Sopas wers! (no sé qué es eso jaja)

Claro, ya decía yo que algo tenía que pasar antes de la gran aventura jaja

Buen capítulo, aunque ahora sí sentí que el título no tenía mucho que ver, sólo se habló de Hayden muy poco.
Pero de ahí en fuera ¡waaa! ¿qué sucederá?

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