sábado, agosto 1
El nuevo hogar, dinero robado y excusas por pensar.
20:26 |
Publicado por
Betzabé
Íbamos por una de esas zonas para tipos ricos cuando terminé de cambiarme y de limpiarme la cara. Me dolía mucho y sentía cómo mi cuerpo iba liberando la endorfina para cortar de tajo el dolor, aunque no lograba demasiado, ya que sentía que en cualquier momento me iba a desmayar. Sí, mi cuerpo luchaba para eliminar el dolor, más que físico, emocional.
Diego giró de pronto hacia la derecha y entramos a uno de los edificios del lugar. Entonces las ganas de dormir, desmayarme, llorar o reclamarle a mi cuerpo que no me sedara rápidamente, se fueron al diablo.
--Oh por Dios --susurré.
Miré a mi hermano por el espejo retrovisor y pude ver que sonreía. Yo sabía que íbamos a un apartamento, pero no tenía idea de qué clase de apartamento.
El edificio era enorme. Las paredes por fuera estaban pintadas de beige y estaba dividido en dos columnas, separadas por una franja de cristal en la que se podía observar un elevador ascendiendo; dentro: dos personas arregladas como para un coctel. El "patio de enfrente", donde Diego dio vuelta para que el valet metiera el coche, estaba todo cubierto de verde y en el centro de aquel jardín con flores lilas y rosas, había una fuente que mínimo arrojaba agua hasta la mitad del edificio, sólo para caer de nuevo delicadamente sobre la alumbrada superficie.
--Vamos --me indicó mi hermano cuando un sujeto abrió la puerta de mi lado.
--Señor, ¿necesita ayuda con su equipaje?--preguntó el tipo cuando Diego abrió el maletero del coche.
--Eh... no, gracias.
Bajé del auto y tomé cuatro maletas y una bolsa, que eran las que me pertenecían. Eran pesadas y sentía como si mis hombros, codos y muñecas se fueran a descoyuntar, pero una vez en aquel fabuloso apartamento que seguramente me esperaba, no querría bajar de nuevo sólo por el resto de mi equipaje.
Subimos al ascensor y trece pisos después salimos de él. El corredor era espaciosísimo, el suelo era blanco y las paredes color vino. Sólo había dos puertas en aquella enorme área y una de ellas esperaba a ser abierta por mí.
Mi hermano caminó delante de mí y abrió la puerta con una tarjeta, cuando entré, por poco me desmayo y no precisamente de dolor emocional.
Las paredes eran blancas, el living era enorme, casi el doble de tamaño del de mi antigua casa. Entré y dejé las maletas en la puerta, las moví con el pie hasta el sillón más cercano y me quedé ahí parada, mirando todo a mi alrededor.
Una de las paredes, la que daba justo de frente a la puerta de entrada, había sido reemplazada por un gran ventanal. Los sillones eran blancos y el resto de los muebles eran color plata o negro. Había unas cuantas plantas en el living, justo al lado del mueble donde una pantalla de plasma esperaba ser encendida, y un sistema de audio rogaba por tocar buena música.
--Tu habitación está por allá--dijo Diego, aun con una mueca de tristeza en el rostro, mientras señalaba hacia su derecha.
Miré en la ya mencionada dirección y de inmediato encontré mi alcoba. Una puerta blanca con pliegues: cocina. Puerta blanca sin adornos: baño. Puerta gris... ¿gris? Puerta fucsia: definitivamente ésa puerta había sido pintada especialmente para mí.
--Santo Dios, Diego --susurré--. ¿Cuántas toneladas de crack tuviste que vender para comprar esto?
--Oye, tenía ahorros.
--Sí claro...
--Bueno, mis ahorros, un poco de dinero de parte de los abuelos y otro tanto de la cuenta personal de papá.
--¡¿Le robaste a papá?!--grité.
--Bueno... solo unos cuantos miles...
--¡¿Miles?! ¡¿Quieres que nos metan a la cárcel?!
--Oye, eso fue hace un tiempo, él pensó que la agencia le hizo un fraude y ya. Nunca sospechó de mi... Mira tu habitación. La pinté yo mismo.
Caminé hacia la puerta fucsia y Diego vino detrás de mí.
Abrí la puerta y casi me voy de espaldas.
No me importó lo espacioso que era el lugar, ni la enorme cama que había en el centro, ni mucho menos el escritorio fucsia que esperaba ser ocupado con mis cosas... no, lo que más me impresionó fue la pintura. Paredes negras con manchas de colores vivos, como azul, rosa, amarillo, verde... parecía que ahí había estado un loco amante de la fosforescencia.
--Dios mío.
Diego se echó a reír.
--Hoy has estado muy religiosa.
--Sí, habría estado mejor hablar con Dios antes de que mi papá me diera una paliza, tu te robaras el coche y nos escapáramos de casa...
Ambos nos miramos un largo rato y luego un cosquilleo en la bolsa del pantalón me regresó a la realidad.
--Violeta--contesté.
--¿No piensas venir a la escuela? --casi gritó Casandra--. Violeta, ya no llegaste a la primera clase y hoy hay examen de literatura ¿sabes?
La escuela.
Giré mi cuerpo hasta que quedé frente al espejo en una de las paredes. No podía ir así a la escuela y definitivamente no podía faltar a ella.
--Violeta ¿me estás escuchando?
--Sí claro, no te preocupes, voy a llegar al exámen.
Colgué.
--No vas a ir a la escuela --dijo mi hermano--, ¿ya viste tu cara?
--Sólo necesito maquillaje...
--Sí, sólo necesitas tres kilos de buen maquillaje y una mano experta a la que no le importe de dónde diablos vienen esas heridas...
--Claro --una chispa de algo cruzó por mi cara y abrí el teléfono de nuevo.
Diego dio media vuelta y salió de la habitación, yo caminé hacia la cama y me tiré en ella mientras sonreía... luego cerré el pico porque la boca me ardía como mil demonios.
--Hola Vio --contestó--. ¿Qué necesitas?
--Maquillaje... y a ti.
--¿Maquillaje? ¿Para qué?
--¿Puedes venir a mi casa con un poco de ese maquillaje que usaste cuando Carter te rompió la cara?
--Sí claro, pero... ¿para qué?
--Oh, calla y espera.
Fui donde Diego y con señas le pedí que escribiera la dirección de mi nuevo hogar, para luego dársela a Jonathan.
--¿Nueva dirección?
--Apresúrate, tengo hora y media y necesito quedar perfecta.
Colgué y me tiré en uno de los blancos sillones.
--¿No vas a desempacar?
--Tengo hambre --dije.
--Violeta, ¿estás demente? --preguntó, con una sonrisa de incredulidad--. Mi papá casi te deshace la cara, nos escapamos de la casa, te digo que le robé dinero a ese hijo de perra... ¿y tú quieres comer?
--Oye, soy fuerte para estas cosas --sonreí--. Quisieron matarme hace tres años ¿recuerdas?
--No me parece gracioso.
--Ay, tú eres un amargado.
--Pues no hay comida en el refrigerador, hoy vas a tener que ir al auto servicio para comprar algo.
--¿Y yo por qué?
--Tengo una cita esta noche... no te pongas roñosa si la traigo a casa ¿está bien?
--Mi papá casi me deshace la cara --imité su tono de voz--, nos escapamos de la casa, me dices que le robaste dinero a ese hijo de perra... ¿y tú quieres tener sexo?
--No es cualquier sexo.
--Ah... por favor... no quiero detalles.
Estuvimos platicando mientras él desempacaba sus cosas, ya sin tocar el tema de lo sucedido hacía apenas dos o tres horas, mientras yo esperaba a Jonathan y él esperaba quedarse solo para traer a la chica en turno.
--¡Cielo santo! --gritó Jonathan en cuanto vio mi rostro--. Iba a decir eso por el nuevo apartamento, pero... Violeta ¿qué te pasó en la cara? Te ves más fea que de costumbre.
Le di un golpe en la cabeza y lo llevé a mi habitación.
--Me pegó mi papá.
--¿Enserio? --dijo, mientras examinaba las heridas de mi rostro y la marca de la mano de mi papá en mi brazo-- Guau, voy a pedirle clases de lucha libre a tu padre y tal vez Carter no se vuelva a meter conmigo.
--Oye idiota ¿quieres concentrarte? Maquillame y que sea rápido.
--Ay, sólo bromeaba.
--¿Ah sí? Pues has rollito tu broma y métetela por...
--¡Bueno ya! ¡Tranquila!
Jonathan empezó con su trabajo y yo le pedí que no dijera nada de lo que pasó a los chicos de la escuela. Si el maquillaje no servía para ocultar las heridas, entonces usaría lentes oscuros, y si eso tampoco servía, entonces inventaría que choqué otra vez con la puerta del baño, o que Diego me aventó una silla que no fui capaz de esquivar... Un momento... ¿Y Jonathan por qué diablos sonreía?
Diego giró de pronto hacia la derecha y entramos a uno de los edificios del lugar. Entonces las ganas de dormir, desmayarme, llorar o reclamarle a mi cuerpo que no me sedara rápidamente, se fueron al diablo.
--Oh por Dios --susurré.
Miré a mi hermano por el espejo retrovisor y pude ver que sonreía. Yo sabía que íbamos a un apartamento, pero no tenía idea de qué clase de apartamento.
El edificio era enorme. Las paredes por fuera estaban pintadas de beige y estaba dividido en dos columnas, separadas por una franja de cristal en la que se podía observar un elevador ascendiendo; dentro: dos personas arregladas como para un coctel. El "patio de enfrente", donde Diego dio vuelta para que el valet metiera el coche, estaba todo cubierto de verde y en el centro de aquel jardín con flores lilas y rosas, había una fuente que mínimo arrojaba agua hasta la mitad del edificio, sólo para caer de nuevo delicadamente sobre la alumbrada superficie.
--Vamos --me indicó mi hermano cuando un sujeto abrió la puerta de mi lado.
--Señor, ¿necesita ayuda con su equipaje?--preguntó el tipo cuando Diego abrió el maletero del coche.
--Eh... no, gracias.
Bajé del auto y tomé cuatro maletas y una bolsa, que eran las que me pertenecían. Eran pesadas y sentía como si mis hombros, codos y muñecas se fueran a descoyuntar, pero una vez en aquel fabuloso apartamento que seguramente me esperaba, no querría bajar de nuevo sólo por el resto de mi equipaje.
Subimos al ascensor y trece pisos después salimos de él. El corredor era espaciosísimo, el suelo era blanco y las paredes color vino. Sólo había dos puertas en aquella enorme área y una de ellas esperaba a ser abierta por mí.
Mi hermano caminó delante de mí y abrió la puerta con una tarjeta, cuando entré, por poco me desmayo y no precisamente de dolor emocional.
Las paredes eran blancas, el living era enorme, casi el doble de tamaño del de mi antigua casa. Entré y dejé las maletas en la puerta, las moví con el pie hasta el sillón más cercano y me quedé ahí parada, mirando todo a mi alrededor.
Una de las paredes, la que daba justo de frente a la puerta de entrada, había sido reemplazada por un gran ventanal. Los sillones eran blancos y el resto de los muebles eran color plata o negro. Había unas cuantas plantas en el living, justo al lado del mueble donde una pantalla de plasma esperaba ser encendida, y un sistema de audio rogaba por tocar buena música.
--Tu habitación está por allá--dijo Diego, aun con una mueca de tristeza en el rostro, mientras señalaba hacia su derecha.
Miré en la ya mencionada dirección y de inmediato encontré mi alcoba. Una puerta blanca con pliegues: cocina. Puerta blanca sin adornos: baño. Puerta gris... ¿gris? Puerta fucsia: definitivamente ésa puerta había sido pintada especialmente para mí.
--Santo Dios, Diego --susurré--. ¿Cuántas toneladas de crack tuviste que vender para comprar esto?
--Oye, tenía ahorros.
--Sí claro...
--Bueno, mis ahorros, un poco de dinero de parte de los abuelos y otro tanto de la cuenta personal de papá.
--¡¿Le robaste a papá?!--grité.
--Bueno... solo unos cuantos miles...
--¡¿Miles?! ¡¿Quieres que nos metan a la cárcel?!
--Oye, eso fue hace un tiempo, él pensó que la agencia le hizo un fraude y ya. Nunca sospechó de mi... Mira tu habitación. La pinté yo mismo.
Caminé hacia la puerta fucsia y Diego vino detrás de mí.
Abrí la puerta y casi me voy de espaldas.
No me importó lo espacioso que era el lugar, ni la enorme cama que había en el centro, ni mucho menos el escritorio fucsia que esperaba ser ocupado con mis cosas... no, lo que más me impresionó fue la pintura. Paredes negras con manchas de colores vivos, como azul, rosa, amarillo, verde... parecía que ahí había estado un loco amante de la fosforescencia.
--Dios mío.
Diego se echó a reír.
--Hoy has estado muy religiosa.
--Sí, habría estado mejor hablar con Dios antes de que mi papá me diera una paliza, tu te robaras el coche y nos escapáramos de casa...
Ambos nos miramos un largo rato y luego un cosquilleo en la bolsa del pantalón me regresó a la realidad.
--Violeta--contesté.
--¿No piensas venir a la escuela? --casi gritó Casandra--. Violeta, ya no llegaste a la primera clase y hoy hay examen de literatura ¿sabes?
La escuela.
Giré mi cuerpo hasta que quedé frente al espejo en una de las paredes. No podía ir así a la escuela y definitivamente no podía faltar a ella.
--Violeta ¿me estás escuchando?
--Sí claro, no te preocupes, voy a llegar al exámen.
Colgué.
--No vas a ir a la escuela --dijo mi hermano--, ¿ya viste tu cara?
--Sólo necesito maquillaje...
--Sí, sólo necesitas tres kilos de buen maquillaje y una mano experta a la que no le importe de dónde diablos vienen esas heridas...
--Claro --una chispa de algo cruzó por mi cara y abrí el teléfono de nuevo.
Diego dio media vuelta y salió de la habitación, yo caminé hacia la cama y me tiré en ella mientras sonreía... luego cerré el pico porque la boca me ardía como mil demonios.
--Hola Vio --contestó--. ¿Qué necesitas?
--Maquillaje... y a ti.
--¿Maquillaje? ¿Para qué?
--¿Puedes venir a mi casa con un poco de ese maquillaje que usaste cuando Carter te rompió la cara?
--Sí claro, pero... ¿para qué?
--Oh, calla y espera.
Fui donde Diego y con señas le pedí que escribiera la dirección de mi nuevo hogar, para luego dársela a Jonathan.
--¿Nueva dirección?
--Apresúrate, tengo hora y media y necesito quedar perfecta.
Colgué y me tiré en uno de los blancos sillones.
--¿No vas a desempacar?
--Tengo hambre --dije.
--Violeta, ¿estás demente? --preguntó, con una sonrisa de incredulidad--. Mi papá casi te deshace la cara, nos escapamos de la casa, te digo que le robé dinero a ese hijo de perra... ¿y tú quieres comer?
--Oye, soy fuerte para estas cosas --sonreí--. Quisieron matarme hace tres años ¿recuerdas?
--No me parece gracioso.
--Ay, tú eres un amargado.
--Pues no hay comida en el refrigerador, hoy vas a tener que ir al auto servicio para comprar algo.
--¿Y yo por qué?
--Tengo una cita esta noche... no te pongas roñosa si la traigo a casa ¿está bien?
--Mi papá casi me deshace la cara --imité su tono de voz--, nos escapamos de la casa, me dices que le robaste dinero a ese hijo de perra... ¿y tú quieres tener sexo?
--No es cualquier sexo.
--Ah... por favor... no quiero detalles.
Estuvimos platicando mientras él desempacaba sus cosas, ya sin tocar el tema de lo sucedido hacía apenas dos o tres horas, mientras yo esperaba a Jonathan y él esperaba quedarse solo para traer a la chica en turno.
--¡Cielo santo! --gritó Jonathan en cuanto vio mi rostro--. Iba a decir eso por el nuevo apartamento, pero... Violeta ¿qué te pasó en la cara? Te ves más fea que de costumbre.
Le di un golpe en la cabeza y lo llevé a mi habitación.
--Me pegó mi papá.
--¿Enserio? --dijo, mientras examinaba las heridas de mi rostro y la marca de la mano de mi papá en mi brazo-- Guau, voy a pedirle clases de lucha libre a tu padre y tal vez Carter no se vuelva a meter conmigo.
--Oye idiota ¿quieres concentrarte? Maquillame y que sea rápido.
--Ay, sólo bromeaba.
--¿Ah sí? Pues has rollito tu broma y métetela por...
--¡Bueno ya! ¡Tranquila!
Jonathan empezó con su trabajo y yo le pedí que no dijera nada de lo que pasó a los chicos de la escuela. Si el maquillaje no servía para ocultar las heridas, entonces usaría lentes oscuros, y si eso tampoco servía, entonces inventaría que choqué otra vez con la puerta del baño, o que Diego me aventó una silla que no fui capaz de esquivar... Un momento... ¿Y Jonathan por qué diablos sonreía?
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La autora
- Betzabé
- Una cosa es cierta: Sea lo que sea que estés pensando de mí, estás equivocado.
2 encontraron un motivo para comentar:
tiene buen tono, espero y vuestra mente me sorprenda.^^
un abrazo.^^
mmm... ¿que me gustaría que pasara?... pues que a los padres los embarguen y al padre lo metan a la carcel un rato por algo de "un malentendido" de dinero o algo así ¡que pague por sus crimenes!... es lo mínimo que me gustaría.... pero, es tu historia, y la verdad que lo haces bien, así que... tu decides...
saludos!
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